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21 noviembre 2024

Un momento crítico para la seguridad en el Sahel y su impacto en la región

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Por Lehbib Abdelhay

Madrid (ECS).- El pasado 16 de septiembre se cumplía un año de la creación de la Alianza de Estados en el Sahel (AES) compuesta por Mali, Burkina Faso y Níger, tres países en los que se ha creado un auténtico triángulo de violencia, crisis e inestabilidad a raíz de la creciente presencia e influencia de varias organizaciones terroristas asentadas en sus territorios, especialmente en el área de Liptako Gourma.

La coalición AES, lejos de haber conseguido éxitos en sus operaciones antiterroristas desde su creación, ha provocado una profunda reestructuración de los compromisos de seguridad previamente adquiridos y ha forzado a países vecinos a revisar sus estrategias a la hora de crear presión e invertir esfuerzos que satisfagan sus intereses geoestratégicos. Países como Níger, Mali o Chad han roto lazos con sus socios occidentales tradicionales como Francia, Estados Unidos y la Unión Europea, rellenando el vacío de cooperación y las estructuras de seguridad con países como Rusia, China o Turquía. Otras potencias regionales, como Argelia, Nigeria o Costa de Marfil, también se encuentran inmersas en la reedición de unas nuevas dinámicas de poder vis a vis los países de la AES que les ayuden a salvaguardar su seguridad y prevenir los focos de amenazas que asolan en su vecindario. A Occidente le sobran cada vez menos las amistades en África Occidental, buscando cumplir con las expectativas de los pocos socios preferentes que les quedan (como Mauritania o Senegal) para contrarrestar un posible acercamiento de Rusia y otros competidores.

Intento de golpe frustrado en Burkina Faso

Por su parte, la actividad terrorista en la zona no ha hecho más que aumentar en los últimos años. La coalición JNIM, afiliada a Al Qaeda, ha demostrado ostentar una presencia y poder incuestionables desde el norte de Mali hasta el sur de Burkina Faso, e incluso en el Golfo de Guinea, especialmente en Togo y en Benín. El Estado Islámico en el Sahel, muy activo en su zona de operaciones (flanco oriental maliense, en Ménaka, y occidental de Níger, en Tillaberi), también se encuentra fortaleciendo su propia marca convertida desde 2022 en una wilaya más de Estado Islámico, con grandes éxitos tanto mediáticos como operativos.

Los ataques yihadistas de grupos como Al Qaeda (JNIM) o Estado Islámico (tanto en el Sahel como en lago Chad a través de ISWAP) están poniendo contra las cuerdas a unos gobiernos nacionales que únicamente buscan preservar su poder y control del estado a cualquier coste, manteniendo así unos regímenes que han llegado la mayor parte de ellos a través de un golpe de estado, el último de ellos Níger en julio de 2023. Sin embargo, la imposibilidad de disminuir las dinámicas del terrorismo regional está poniendo en peligro la popularidad de estos sistemas de gobierno, lo que frecuentemente está desembocando en intentos de golpe de estado que buscan socavar el actual régimen e instaurar una nueva autoridad.

Estos son los grupos terroristas que operan en el Sahel

Mientras los intentos de tomar el poder fallan en su cometido, las juntas militares están optando por emplear tácticas más coercitivas, incluyendo detenciones, arrestos arbitrarios, violaciones a los derechos más básicos y castigos ejemplarizantes, en un desesperado intento de acallar las voces que ponen en duda la verdadera efectividad de los gobiernos militares afincados en el poder.

« La sociedad civil, atrapada entre el fuego cruzado de grupos armados y fuerzas de seguridad, enfrenta un panorama de inseguridad agravado por múltiples factores. 

No solo sufre la violencia yihadista, sino también los abusos de las fuerzas estatales, la rampante y depredadora economía criminal, que no hace más que crecer con el paso de los años y de la que cada vez más sectores de la población dependen, y los conflictos interétnicos, que juegan un papel crucial en la dinámica de los conflictos locales. Este entorno se ve agravado por los impactos del cambio climático: inundaciones, sequías y la desertificación empujan a las comunidades a migrar en busca de tierras más fértiles, aunque esto signifique someterse al control de grupos islamistas o de milicias tribales en conflicto.

El Sahel se ha convertido en un nuevo espacio de competición geopolítica multinivel, por lo que atraviesa uno de sus momentos más críticos a su seguridad. Los focos de conflicto son numerosos y las partes que intervienen, lejos de proporcionar la protección necesaria, están inmersos en sus propias agendas e intereses, dejando a la población local sumida en una de las crisis humanitarias más graves y extensas geográficamente a las que ha podido hacer frente.

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