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05 septiembre 2025
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Cumbre de seguridad africana: el papel de la República Saharaui en la lucha contra el terrorismo y el narcotráfico en el Magreb

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El rol dañino que desempeña Marruecos en la región hace posible que se otorgue el estatus de observador a la RASD en todos los desafíos de seguridad

Por Lehbib Abdelhay | Abuja

Concluyó en Abuja, la capital de Nigeria, el jueves 28 de agosto, una importante cumbre de jefes de Estado africanos, un acontecimiento histórico y el primero de su tipo que tuvo lugar en suelo africano a tan alto nivel. El principal objetivo de la reunión era forjar una cooperación más estrecha para hacer frente a los crecientes desafíos de seguridad y promover la estabilidad en todo el continente. La República Saharaui estuvo presente en esta cita, invitada por Nigeria.

Las nuevas Rutas de las drogas en el Sahel y el Norte de África

La agenda de la cumbre se ha centrado en cuatro pilares estratégicos:

– Elaboración de estrategias colectivas: los participantes trabajaron en la creación de planes conjuntos para mejorar la seguridad regional.

– Respuestas cooperativas: la reunión ha fortalecido la colaboración entre las fuerzas armadas africanas para una gestión más eficaz de las crisis de paz y seguridad.

– El papel del sector privado: se ha hecho hincapié en el potencial del sector privado en el apoyo y el fortalecimiento de la capacidad de defensa de los países africanos.

– Soluciones internas: discutieron cómo desarrollar enfoques propios para combatir el terrorismo, la seguridad cibernética y las amenazas de la cibera guerra.

   Un punto destacado importante fue la participación de empresas militares africanas, que tuvieron la oportunidad de exhibir armas y equipos de defensa fabricadas localmente, demostrando un compromiso creciente con la autosuficiencia productiva en el sector de la defensa. En este conglomerado está el rol necesario que desempeñ el Polisario, en la lucha por la paz, la seguridad y el bienestar de los pueblos africanos.

   La República Saharaui participó en esta cumbre con una delegación encabezada por el Director Central de la Inspección, Mohamed Fadel Breika. Durante el evento, el representante de la Defensa Saharaui expresó su gratitud por la invitación, destacando la importancia de la cumbre para la seguridad regional. La delegación saharaui también ha llevado a cabo varias reuniones bilaterales con los jefes de Estado mayor de varios países africanos, con un esfuerzo por fortalecer la cooperación en materia de seguridad y defensa común.


«La cumbre es un paso fundamental hacia una África más segura y más estable, donde los países están abordando los desafíos unidos y con soluciones que surgen del propio continente»


   La República Saharaui (RASD) siempre ha sido responsable, en todos los aspectos, de cualquier deriva terrorista, y la educación contra todas las formas de terrorismo es una prioridad en los campamentos de refugiados, donde gobierna y gestiona los asuntos de más de 190.000 refugiados. Aún mejor, la RASD está involucrada en la lucha contra el terrorismo, el narcotráfico y el extremismo violento.

   En lo relacionado con lucha contra el terrorismo, hay que destacar que Marruecos es una importante fuente de financiación para los grupos terroristas en el Sahel a través de la implicación de sus servicios de seguridad (Inteligencia) en la financiación de estos grupos a través de la droga, de la que Marruecos es el mayor exportador y productor en el mundo, según consta en el último informe de la ONU y el Departamento de Estado de EE.UU sobre las sustancias estupefacientes.

El 15% de la financiación de los grupos terroristas en el Sahel proviene de la droga procedente de Marruecos

La República Saharaui frente los desafíos de seguridad en la región

   Desde que estalló el conflicto en el Sahel en 2011, la RASD se adaptó rápidamente a la gestión de la seguridad en la región del Sahel, una zona plagada de terrorismo, narcotráfico e inmigración ilegal. Un rol que resulta ser de gran importancia a pesar de que sus acciones contra el narcoterror no se publican en los informes de los organismos internacionales.

El narcotráfico y el terrorismo yihadista, son las amenazas a las que se enfrenta la RASD y a toda la región

   Marruecos es una potencia regional muy importante. Sin embargo, contribuye enormemente, a través de su determinación de reclamar los territorios que pertenecen a otros Estados vecinos, creando con eso una especie de desestabilización regional y, por lo tanto, socava la seguridad de esta franja de África. Esta situación beneficia enormemente al Estado marroquí en el corto plazo, ya que implementa su política de ocupación que conocemos.

   Hay que salir de la retórica, que presenta a Marruecos como un estado socio ejemplar de Occidente en el mantenimiento de la seguridad regional, en la lucha contra la inmigración, el contrabando, el narcotráfico y el terrorismo yihadista. Esta retórica diplomática bien engrasada la conocemos bien. Sabemos que se basa en intereses económicos y políticos.

   La cuestión de los desafíos de seguridad en el Sáhara Occidental es tanto más importante ya que el territorio está geográficamente cerca del norte de Mali, una región controlada por grupos armados y terroristas que se financian, de alguna manera o otra, de la droga procedente de Marruecos.

A Rima Hassan: cinco verdades incómodas que igualan —sí— la ocupación de Palestina y la del Sáhara Occidental

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En una polémica entrevista publicada hoy por El Independiente y firmada por Francisco Carrión, la eurodiputada de La Francia Insumisa, Rima Hassan, de origen palestino, declara: “No puedo aceptar que se diga que lo que vive el pueblo palestino es exactamente lo mismo que vive el pueblo saharaui”. Sus palabras han causado indignación en el movimiento de solidaridad con el Sáhara Occidental, tanto por minimizar los paralelismos entre dos ocupaciones coloniales, como por repetir de forma acrítica argumentos de propaganda marroquí.

    En sus declaraciones, Hassan añade que “la Corte Internacional de Justicia reconoce que existían vínculos históricos, culturales y jurídicos con Marruecos, lo que no ocurre con los palestinos y los israelíes”. Este es, sin duda, el punto más grave y engañoso de la entrevista.

   La Opinión Consultiva de la Corte Internacional de Justicia del 16 de octubre de 1975 examinó si existían lazos de soberanía entre Marruecos y el Sáhara Occidental en el momento de la colonización española. La conclusión fue categórica: no existían vínculos de soberanía territorial que pudieran modificar el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación.

   La CIJ reconoció únicamente “ciertas formas de lealtad” de algunas tribus saharauis hacia el sultán de Marruecos, de carácter religioso o personal, pero nunca de soberanía política ni territorial. Por eso, en su párrafo final, la Corte subrayó que esos vínculos no afectaban en nada al derecho de autodeterminación del pueblo saharaui, un principio consagrado por la Resolución 1514 (XV) de la Asamblea General de la ONU.

¿Por qué los decoloniales como el PIR callan sobre la colonización del Sáhara Occidental?

   La prueba es que, inmediatamente después de ese dictamen, la Asamblea General aprobó la Resolución 3458B (1975), que reafirmó el derecho del pueblo saharaui a decidir su futuro sin reconocer ninguna soberanía marroquí. Marruecos, incapaz de aceptar este veredicto, respondió con la invasión militar y la llamada “Marcha Verde”, en flagrante violación del derecho internacional.

   Utilizar hoy ese dictamen como hace Rima Hassan para justificar la ocupación es una falsificación. La CIJ nunca avaló la anexión marroquí; al contrario, la deslegitimó. Y aquí la comparación con Palestina se hace aún más clara: en ambos casos, se trata de pueblos sometidos a una ocupación militar ilegal, avalada únicamente por la fuerza y la complicidad de potencias extranjeras, nunca por el derecho.

A la objeción de Rima Hassan, punto por punto

   Cuando una representante pública afirma que “no puede aceptar” que Palestina y el Sáhara Occidental vivan lo mismo, conviene responder con hechos, derecho internacional y memoria. Esta réplica no busca una polémica estéril, sino desmontar, con rigor y sin rodeos, las coartadas que blanquean una ocupación y relativizan la otra. Porque sí: ambas son ocupaciones coloniales que niegan el derecho a la autodeterminación, implantan colonos, reprimen a la población originaria y se sostienen sobre la complicidad internacional.

“No es lo mismo.”

    Nadie dice que lo sea en la escala del horror ni en la forma concreta de la violencia. Lo que decimos es que la estructura jurídica y política es la misma: ocupación, colonización, negación de la autodeterminación, represión y expolio con cobertura internacional. Esa matriz común es lo que hace comparables ambos casos.

“La CIJ reconoció vínculos con Marruecos.”

    La CIJ no reconoció soberanía marroquí. Dijo lo contrario: que no había lazos de soberanía y que cualquier vínculo tribal no afecta al derecho del pueblo saharaui a decidir libremente. Repetir el mantra de los “lazos” sin la cláusula esencial es desinformar.

“Es un conflicto regional.”

    Es un caso de descolonización, no una pelea entre Argel y Rabat. Ese etiquetado sirve para diluir responsabilidades y sacar al pueblo saharaui —el único titular del derecho— de la ecuación. En Palestina, ¿aceptaría usted que lo llamaran “conflicto regional” entre Israel y sus vecinos para relativizar el derecho palestino?

“Hacen falta negociaciones.”

    Desde luego. Pero con quien corresponde: con el pueblo saharaui, a través de su representante reconocido por la ONU, el Frente Polisario, y con garantías para que el resultado no eluda la autodeterminación. Negociar sin ese anclaje jurídico equivaldría a legitimar la anexión.

Por qué importa decir “sí, se parecen”

    Porque los argumentos que niegan la similitud debilitan ambas causas. Si se admite que en Palestina hay ocupación colonial y derecho a la autodeterminación, pero se relativiza lo mismo en el Sáhara, se está aceptando un doble rasero que las potencias conocen y explotan. Y viceversa: si se tolera el expolio saharaui, se normaliza la impunidad que también mata en Gaza.

    La solidaridad no es un buffet libre. No se elige la causa con mejor hashtag ni la que genera más coste político al adversario doméstico. Se defiende el derecho internacional para todos: para Palestina y para el Sáhara Occidental.

   A quienes militan por Palestina en Europa: no regalen a Rabat el argumento de que el Sáhara es “otra cosa”. A los partidos que se dicen de izquierdas: coherencia; no hay anticolonialismo a la carta. Y a las y los responsables que temen perder votos si dicen la verdad: el derecho internacional no se negocia.

    Señora Hassan, usted sabe —porque su propia causa lo enseña— que un pueblo no desaparece por decreto. El saharaui tampoco. No pedimos que “elija bando” entre Marruecos y Argelia; pedimos que elija el derecho. Y el derecho dice que Palestina y el Sáhara Occidental están bajo ocupación y que sólo la autodeterminación real, no un eufemismo, puede cerrar estas heridas.

ANEXO: Cinco coincidencias entre Palestina y el Sáhara Occidental

  1. Ocupación y desposesión colonial. Tanto Palestina como el Sáhara Occidental son territorios reconocidos por la ONU como pendientes de descolonización. En ambos casos, la potencia ocupante (Israel en Palestina, Marruecos en el Sáhara) impone su presencia por la fuerza, despojando al pueblo autóctono de sus tierras y recursos.

  2. Colonización demográfica. En Palestina, asentamientos ilegales multiplicados en Cisjordania; en el Sáhara Occidental, la política planificada de Marruecos para trasladar cientos de miles de colonos al territorio ocupado. En ambos escenarios, el objetivo es alterar la composición demográfica y hacer inviable la autodeterminación.

  3. Represión sistemática. Arrestos arbitrarios, tortura, desapariciones forzadas, juicios amañados. La lista de abusos es idéntica. Desde Sultana Khaya hasta Ahed Tamimi, los ocupantes criminalizan la resistencia y tratan de quebrar la dignidad de quienes defienden su derecho.

  4. Expolio de recursos naturales. En Palestina, el agua y la tierra fértil son apropiadas por Israel; en el Sáhara Occidental, Marruecos saquea fosfatos, pesca y arena en violación de las sentencias del Tribunal de Justicia de la Unión Europea. En ambos casos, las potencias extranjeras se benefician de la ocupación a costa de los pueblos colonizados.

  5. Complicidad internacional. Israel cuenta con el respaldo de Estados Unidos y de la UE, mientras que Marruecos recibe la protección de Francia, España y también de Washington. La hipocresía es evidente: se condena la ocupación en un caso, pero se tolera y hasta se legitima en el otro.

Un mismo combate contra la impunidad

   Al final, lo que une a Palestina y al Sáhara Occidental es la lucha contra el colonialismo y la impunidad. Pretender diferenciarlos para rebajar la legitimidad de los saharauis es un error político y moral. Ambos pueblos sufren una ocupación ilegal, ambos han sido despojados de su derecho a la autodeterminación, ambos resisten frente a una maquinaria de represión y de expolio avalada por el silencio cómplice de Europa.

   La comparación no divide: fortalece la causa común de quienes luchan contra la ocupación. Porque como recordaba Nelson Mandela: “Nuestra libertad está incompleta sin la libertad del pueblo palestino”. Y bien podemos añadir hoy: la libertad de Palestina también está incompleta sin la libertad del Sáhara Occidental.

Vía: «NO TE OLVIDES DEL SAHARA OCCIDENTAL»

Argelia se enfrenta hoy en Francia a tres lobbies: los nostálgicos de la “Argelia francesa”, los pro-israelíes y los pro-marroquíes

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Por Riyad Hamadi – TSA

Argelia se enfrenta hoy en Francia a una alianza estratégica conformada por tres poderosos lobbies: los nostálgicos de la “Argelia francesa”, los pro-israelíes y los pro-marroquíes.

   Tras una pausa veraniega, la campaña antiargelina se ha reactivado esta semana en Francia con la vuelta de los medios y de la clase política. Las cadenas del grupo Bolloré han retomado la ofensiva con las mismas temáticas —inmigración argelina, Boualem Sansal, etc.— y con un objetivo claro: provocar una ruptura entre Francia y Argelia.

  En los dos últimos años, el discurso antiargelino ha alcanzado un nivel de virulencia pocas veces visto. Lo que antes se limitaba a ataques de la extrema derecha en torno a la inmigración, ha adquirido una amplitud inédita desde la crisis franco-argelina de julio de 2024.

    La escalada se intensificó con la llegada de Bruno Retailleau al Ministerio del Interior en septiembre de 2023. Ambicioso y con aspiraciones presidenciales, Retailleau ha convertido el “dossier argelino” en trampolín político, multiplicando ataques contra Argel. En este marco, ha sido apoyado por la derecha, la extrema derecha y una parte de Renaissance, el partido de Emmanuel Macron. Un parlamentario franco-argelino lo resume así: «Para existir políticamente en Francia, hay que atacar a Argelia y a los musulmanes».

    El trasfondo es el deterioro acelerado de las relaciones entre París y Argel, especialmente después de que Macron reconociera en julio de 2024 la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Otros episodios lo agravaron: la detención en Argel del escritor de extrema derecha Boualem Sansal en noviembre de 2024, la expulsión de diplomáticos, la detención en Francia de un agente consular argelino y el caso de varios influencers, entre ellos Amir DZ.

   Retailleau ha encontrado terreno fértil en un contexto de fragilidad política de Macron —marcado por derrotas electorales, crisis económica y popularidad en caída—, y no duda en utilizar el viejo argumento del supuesto rechazo de Argel a readmitir a sus nacionales con orden de expulsión (OQTF), aunque los datos oficiales lo desmientan. Para contentar a la extrema derecha, insiste en que Argelia pretende “humillar” a Francia, alimentando un discurso que conecta con los nostálgicos de la Argelia colonial.

   Los medios de la galaxia Bolloré amplifican este relato, ofreciendo tribunas a figuras hostiles a Argelia. «Hoy quienes odian a Argelia hablan a cara descubierta, los medios les han abierto las puertas», señala un especialista franco-argelino.

   La ofensiva ha desbordado ya lo bilateral. La hostilidad hacia Argelia converge con los intereses de los lobbies pro-israelíes y pro-marroquíes. Según analistas, estos buscan influir en la posición argelina sobre Palestina y aislarla internacionalmente. La guerra en Gaza desde octubre de 2023 ha reforzado esa ofensiva: medios y comentaristas hostiles justifican las operaciones israelíes y, por efecto reflejo, atacan a Argelia por su apoyo histórico a Palestina.

   La deriva llega a extremos. Olivier Pardot, abogado de Netanyahu y de Éric Zemmour, llegó a declarar: «Argelia es el Irán del Magreb, hay que combatirla todos los días, hay que hacerla caer». Al mismo tiempo, alabó a Marruecos y defendió abiertamente la “marroquinidad” del Sáhara Occidental, confirmando la convergencia entre extrema derecha francesa, redes pro-marroquíes y pro-israelíes.

   No solo Argelia sufre este acoso: Sudáfrica, que ha llevado a Netanyahu ante la Corte Penal Internacional, también es objeto de represalias. Lo mismo ocurre con otros Estados africanos solidarios con Palestina y con el Sáhara Occidental.

   Lejos de ser coyuntural, la campaña antiargelina responde a la unión de varios intereses: la extrema derecha francesa que instrumentaliza la inmigración, los medios afines al sionismo, los nostálgicos de la Argelia colonial y el lobby pro-marroquí decidido a debilitar a Argel.

   Paradójicamente, esta convergencia hostil confirma el peso estratégico de Argelia. Como resume un especialista: «Es una batalla entre colonialistas y anticolonialistas».

Israel acelera la venta de armas a Marruecos

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Tras los drones y el material de espionaje desplegado en el Sáhara Occidental y la frontera con Argelia, Marruecos ha realizado ensayos con cohetes guiados Extra de Elbit Systems y de la Industria Aeroespacial Israelí en el sureste del país. Estos cohetes, de calibre 306 mm, tienen un alcance de 150 kilómetros y una ojiva de 120 kilogramos, según revelaron medios israelíes.

   La prueba se produce dos años después de que Marruecos se convirtiera en cliente de los sistemas Puls de Elbit, en el marco de un contrato estimado en 150 millones de dólares, con entregas previstas hasta 2026. Según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), Israel fue la tercera fuente de importaciones militares de Marruecos entre 2019 y 2023, representando el 11 % de las compras totales, a pesar de que las relaciones diplomáticas solo se normalizaron en 2020 con los Acuerdos de Abraham.

Los países que suministran armas a Marruecos y arsenal total del ejército marroquí. España a la cabeza

    Marruecos también estudia la compra de entre 200 y 300 municiones merodeadoras Harop y Harpy, con un alcance de 500 a 1.000 kilómetros, por unos 120 millones de dólares. Estas fuentes señalan además que el reino ya opera varios drones israelíes, como el Spy X de BlueBird y el Skystriker de Elbit.

   “En julio pasado, Marruecos optó por los satélites Ofek 13 de la Industria Aeroespacial Israelí en lugar de sus tradicionales proveedores franceses, Airbus y Thales. En febrero, Rabat adquirió además 36 sistemas de artillería Atmos, capaces de disparar toda la gama de proyectiles OTAN de 155 mm, con un alcance efectivo superior a los 40 kilómetros. A esto se suman los sistemas de defensa antiaérea Barak 8 y Spyder de Rafael”, informó por su parte la cadena sionista i24 News.

    Detrás de esta alianza militar y tecnológica se esconde una agresiva política proisraelí, llevada a cabo sin tener en cuenta la opinión pública marroquí y orquestada en la sombra por André Azoulay, influyente consejero del palacio real. Esta estrategia suicida no hace sino alimentar la creciente indignación de un pueblo que rechaza ser cómplice del régimen israelí, responsable de masacres en Gaza.

Israel se convierte en el tercer proveedor de armas de Marruecos

   La normalización forzada con Tel Aviv, acentuada por la llegada a Tánger de un cargamento de armas destinadas al ejército israelí, constituye un verdadero choque. La población marroquí se prepara para un levantamiento masivo, denunciando el abandono de la causa palestina y la complicidad activa del majzén. Un levantamiento que amenaza con desembocar en una grave crisis social y política que fragiliza a un reino ya tensionado.

    La incursión israelí en el Magreb, simbolizada por la creciente militarización de Marruecos, anuncia un futuro conflictivo e inestable en una región marcada históricamente por equilibrios frágiles. La instalación progresiva de Israel en este espacio geopolítico sensible, unida a la erosión del consenso nacional en Marruecos, podría desencadenar tensiones interestatales y graves disturbios internos.

   Esta situación plantea un desafío considerable para la paz y la seguridad magrebíes, y subraya la urgencia de retomar una política independiente, respetuosa de las aspiraciones populares y de los principios de justicia internacional, señalan observadores.

   Al inundar Marruecos de armamento, Tel Aviv persigue cuatro objetivos: apoderarse de las riquezas del fosfato; hacer completamente dependiente al ejército marroquí de Israel; instalar de manera permanente al ejército israelí en el país; y usar a los soldados marroquíes como carne de cañón en guerras proyectadas por la entidad sionista, incluso contra países árabes, con Argelia en primer lugar.

Mohamed VI, un rey entre sombras: lo que Le Monde calla sobre Israel, el Sáhara Occidental y el Majzén

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El enigma no es Mohamed VI. El enigma es el silencio cómplice de Europa y de medios como Le Monde.

Por Victoria G. García, colaboradora de la Plataforma No te olvides del Sáhara Occidental

Una serie necesaria… pero incompleta

Entre el 24 y el 29 de agosto de 2025, el diario francés Le Monde publicó la investigación en seis capítulos titulada “L’énigme Mohammed VI”, un intento de radiografiar el poder, los secretos y las contradicciones del actual monarca marroquí. El trabajo, firmado por Christophe Ayad y Frédéric Bobin, aborda distintos ángulos: el desgaste del reinado, la juventud bajo Hassan II, las reformas inacabadas, la diplomacia expansiva, los misterios del majzén y, finalmente, la relación con el islam y los islamistas.

  Una serie valiosa, sí, pero que adolece de un vacío clamoroso: apenas se menciona el Sáhara Occidental, ni se examina en profundidad la alianza estratégica de Mohamed VI con Israel tras los Acuerdos de Abraham. Dos pilares de su reinado que marcan tanto la política interior como la proyección exterior del régimen.

Un monarca bajo sospecha

    En el primer episodio, Le Monde describe el ambiente de “fin de reinado” que se percibe en Rabat: un rey enfermo, ausente, rodeado de rumores sobre su sucesión. Una atmósfera enrarecida que recuerda que Marruecos es, en palabras del periódico, un sistema en el que “el poder está suspendido de la persona del monarca, sin que exista ninguna institución capaz de compensar sus ausencias” (Le Monde, 24/08/2025).

   Pero más allá de la anécdota biográfica, conviene subrayar que esta fragilidad personal no ha impedido a Mohamed VI consolidar un proyecto autoritario sostenido por tres patas: represión interna, control religioso y legitimación internacional a través de la ocupación del Sáhara Occidental.

La sombra del padre y la continuidad del Majzén

   El segundo y el quinto episodios repasan su juventud bajo Hassan II y el funcionamiento del majzén. Le Monde recuerda que “la persona del rey es inviolable y sagrada” (Constitution marocaine, 1962), un principio que Hassan II convirtió en dogma para blindar su poder. Mohamed VI heredó ese marco y lo actualizó con un círculo reducido de fieles, entre ellos Fouad Ali El Himma o Aziz Akhannouch, que le garantizan tanto la sumisión de la élite política como la captura de los principales sectores económicos.

   Aquí, sin embargo, la serie apenas alude a lo que este majzén significa en el Sáhara Occidental: un sistema de ocupación militar y colonización económica que se sostiene sobre el expolio de los recursos naturales y la represión sistemática de la población saharaui.

Reformas inacabadas y promesas incumplidas

   El tercer capítulo repasa las reformas anunciadas al inicio de su reinado: lucha contra la pobreza, modernización institucional, apertura social. El balance, según Le Monde, es el de “un monarca de las reformas inacabadas” (26/08/2025).

    Y sin embargo, este fracaso no puede medirse solo en el plano interno. También se expresa en la negativa sistemática a reconocer el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación, a pesar de que Naciones Unidas, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea y la Unión Africana lo han reafirmado en múltiples ocasiones. Una “reforma pendiente” que Mohamed VI jamás aceptará, porque cuestionaría la base misma de su legitimidad.

El rey diplomático… y el aliado de Israel

   El cuarto episodio destaca a Mohamed VI como “rey de las grandes maniobras diplomáticas”, subrayando sus viajes, sus contactos en África y la influencia del dossier del Sáhara Occidental en cada negociación internacional. Le Monde se detiene en la normalización con Estados Unidos, Francia y España, pero apenas menciona lo esencial: la alianza con Israel tras los Acuerdos de Abraham (2020).

   No es un detalle menor. Bajo el patrocinio de Washington, Marruecos canjeó su reconocimiento de Israel por el apoyo estadounidense a la ocupación del Sáhara Occidental. Desde entonces, la cooperación militar, tecnológica y de inteligencia entre Rabat y Tel Aviv se ha intensificado. Israel se ha convertido en garante de la seguridad del trono, proveedor de armamento avanzado y cómplice del espionaje contra activistas saharauis y opositores marroquíes a través del sistema Pegasus.

   Que Le Monde pase de puntillas sobre este punto revela un sesgo grave: se analiza la diplomacia marroquí como si fuera un tablero de gestos protocolarios, cuando en realidad es un pacto de hierro con una potencia ocupante que refuerza otra ocupación.

El islam como herramienta política

    El sexto episodio, “Mohammed VI, l’islam et les islamistes” (29/08/2025), retrata al monarca como “commandeur des croyants”. Esta condición le otorga una legitimidad religiosa que ningún otro jefe de Estado árabe posee, y que utiliza tanto para frenar a los islamistas como para proyectar una imagen de tolerancia hacia el exterior.

   Pero detrás de la retórica del “islam moderado” se esconde un uso instrumental de la religión: controlar las mezquitas, domesticar a los ulemas, reprimir a las corrientes críticas y legitimarse como figura “sagrada”. Como apunta el politólogo Youssef Belal, citado por Le Monde, “ce titre permet surtout au roi de se placer au-dessus du jeu politique et constitutionnel”.

    En el Sáhara Occidental, este título funciona además como un pretexto religioso para imponer obediencia a una población que no ha elegido a Mohamed VI como su soberano.

Los silencios que delatan

    La serie de Le Monde es minuciosa en lo biográfico, pero silenciosa en lo esencial. Apenas se citan los vínculos con Israel, a pesar de que definen el actual equilibrio regional. Y se evita problematizar la ocupación del Sáhara Occidental, reducida a un telón de fondo diplomático, cuando en realidad constituye el eje central de la política exterior marroquí y la causa de su permanente tensión con Argelia.

   Estos silencios no son inocentes: forman parte de una narrativa que presenta a Mohamed VI como un soberano enigmático, a medio camino entre la tradición y la modernidad, pero sin denunciar que su régimen se sostiene sobre la violación del derecho internacional y la complicidad activa de potencias como Francia, España, Estados Unidos e Israel.

Un rey enigmático… o un régimen colonial

   Tras seis capítulos, Le Monde concluye que Mohamed VI es un rey “opaco, rico, distante, que disfruta reinando más que gobernando”. Un retrato sugerente, pero insuficiente. Desde la perspectiva de quienes defendemos el derecho del pueblo saharaui, el verdadero enigma no es el carácter personal del monarca, sino cómo la comunidad internacional sigue tolerando que, en pleno siglo XXI, un régimen apoyado por alianzas coloniales e israelíes pueda perpetuar una ocupación brutal contra un pueblo desarmado.

   El enigma no es Mohamed VI. El enigma es el silencio cómplice de Europa y de medios como Le Monde.


📌 Firmado: Victoria G. Corera – Plataforma No te olvides del Sáhara Occidental

La serie de Le Monde sobre Mohamed VI: “en Marruecos reina una atmósfera de fin de reinado”

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Por Ana Stella 

   En agosto de 2025, Le Monde dedicó una serie de seis artículos titulada “L’énigme Mohammed VI”, firmada por Christophe Ayad y Frédéric Bobin. El conjunto constituye una radiografía profunda de la figura de Mohamed VI y de los retos de Marruecos tras 25 años de reinado. El retrato final no es el de un soberano enérgico y reformista, sino el de un monarca atrapado en contradicciones: entre modernización y autoritarismo, entre diplomacia expansiva y fragilidad interna, entre legitimidad religiosa y crisis de confianza social.

«Mohamed VI y el enigma de un reinado que encubre la ocupación del Sáhara Occidental»

1. “En Marruecos, una atmósfera de fin de reinado”

   En Rabat se respira una sensación de “fin de reinado”. La salud del monarca es motivo de especulación constante: apariciones públicas breves en estado de fragilidad, seguidas de imágenes filtradas en bañador o sobre un Jet-Ski, destinadas a contrarrestar rumores. Ese juego de contrastes mantiene la narrativa de un rey debilitado pero todavía capaz de proyectar virilidad.

   El poder efectivo se ha desplazado hacia el Majzén: Fouad Ali El Himma, Yassine Mansouri y otros consejeros que concentran los resortes de mando. La ausencia del rey ha reforzado a estos intermediarios y ha dejado la imagen de un soberano lejano, encerrado en sus residencias, rodeado de lujos y de una corte cada vez más hermética.

   El contraste con 1999 es brutal. Entonces se le presentó como “rey de los pobres”; hoy, los rumores recurrentes hablan de estancias prolongadas en Francia, compras millonarias en París y amistades extravagantes con magnates del Golfo, lo que alimenta la percepción de desconexión con su propio pueblo. Además, Marruecos atraviesa tensiones sociales: alto desempleo juvenil (superior al 30 %), crisis de vivienda, huelgas de profesores y protestas en regiones como el Rif o Zagora, donde la represión policial ha dejado muertos y centenares de detenidos.

2. “Mohamed VI, una juventud a la sombra de Hassan II”

   Nacido en 1963, el príncipe Sidi Mohammed fue moldeado bajo la disciplina férrea de Hassan II. Su infancia transcurrió entre palacios vigilados, profesores extranjeros y un padre que le reprochaba su carácter tímido y su gusto por la vida mundana. Lejos de la austeridad del progenitor, el joven príncipe disfrutaba de discotecas en Rabat y de viajes privados a la Costa Azul.

   Su educación en Rabat, Francia y más tarde en Niza lo acercó al modelo occidental, pero siempre bajo la vigilancia de Hassan II, que le inculcó una idea fija: la monarquía no puede ceder poder real. Así, el heredero creció con la contradicción entre dos mundos: el de la apertura cultural y el de la obediencia absoluta.

   La paradoja es que Mohamed VI fue recibido por la opinión pública como un reformador sensible y moderno, cuando en realidad cargaba con el peso de reproducir los métodos autoritarios heredados. La serie de Le Monde recuerda incluso que Hassan II lo describía como “débil” y con escasa vocación política, un heredero más cómodo en los clubes nocturnos que en las salas de estrategia.

El episodio del aviador estadounidense

   En este capítulo, Le Monde introduce una anécdota reveladora: durante su juventud, Mohamed VI trabó relación con un aviador norteamericano, instructor en maniobras conjuntas. Para el príncipe, aquel contacto representó un soplo de libertad. El estadounidense, descrito como carismático y mundano, le enseñó no sólo nociones técnicas de vuelo sino también estilos de vida asociados al poder militar estadounidense.

   El episodio tuvo un doble efecto. Por un lado, alimentó su fascinación por la tecnología, los coches de lujo y los aviones privados, símbolos que marcarían su estilo de vida adulto. Por otro, reforzó la dependencia estratégica de Marruecos respecto a Estados Unidos. Le Monde interpreta esta relación como metáfora de la monarquía: un heredero que buscaba escapar de la sombra del padre a través de vínculos exteriores, pero que acabó confirmando la necesidad de apoyarse en Washington como garante último del trono.

   El detalle es que la amistad con ese aviador coincidió con un momento de máxima cooperación militar entre Rabat y Washington: la cesión de bases en Kenitra y Sidi Slimane a la USAF, las maniobras conjuntas African Lion y el creciente suministro de armamento norteamericano. El joven príncipe interiorizó pronto que la supervivencia de su corona dependía más de los F-16 estadounidenses que de la voluntad popular.

3. “Mohamed VI, el monarca de las reformas inacabadas”

   Los primeros años estuvieron marcados por gestos de apertura: el Código de Familia de 2004, la Comisión de Equidad y Reconciliacióny la reforma constitucional de 2011. Todos fueron celebrados como pasos hacia la modernidad, pero con límites evidentes:

●   La Mudawana introdujo mejoras para las mujeres, pero mantuvo la tutela masculina en muchos ámbitos.

●  La Comisión de Reconciliación reconoció abusos, pero sin castigos ni responsabilidades judiciales.

●  La Constitución de 2011 dejó intacto el control del rey sobre ejército, diplomacia y religión.

   El balance fue de “reformas inacabadas”. A ojos de muchos marroquíes, Mohamed VI pasó de ser el rey de las promesas a convertirse en el rey del inmovilismo. Detrás de los anuncios, la maquinaria del Majzen se encargó de vaciar de contenido cualquier reforma real.

   Los detalles más controvertidos: las reformas coincidieron con un auge en la represión. Tras 2011, el movimiento 20 de Febrero fue desarticulado mediante detenciones, torturas y juicios amañados. Mientras se aprobaba una constitución “moderna”, jóvenes activistas eran condenados por criticar al rey en redes sociales.

4. “Mohamed VI, rey de las grandes maniobras diplomáticas”

   En lo externo, el monarca se mostró hiperactivo. Washington, Bruselas, las capitales africanas y el Golfo se convirtieron en escenarios donde Marruecos logró victorias políticas, sobre todo el reconocimiento estadounidense de la soberanía sobre el Sáhara Occidental en 2020 y, más tarde, el apoyo explícito de Francia en 2024.

   La diplomacia ha servido como escaparate para compensar la falta de liderazgo interno. Sin embargo, esa política se apoya en concesiones estratégicas: normalización con Israel a cambio del aval de Trump, acuerdos económicos con Europa que rozan la ilegalidad según tribunales europeos, y dependencia financiera de las monarquías del Golfo.

   El rey, ausente en cuestiones domésticas, aparece en cambio en fotos con Macron, emires árabes o empresarios chinos, proyectando un Marruecos “global” mientras la sociedad percibe que esos éxitos diplomáticos no se traducen en mejoras sociales. La diplomacia ha estado plagada de escándalos de lobby en Bruselas (Qatargate y Moroccogate), donde Marruecos fue acusado de pagar sobornos a eurodiputados para mantener acuerdos ilegales de pesca en el Sáhara Occidental.

«Mohamed VI, el islam y los islamistas»- Le Monde

5. “Mohamed VI, el Majzén y el arte de los secretos de palacio”

   La corte se ha convertido en escenario de intrigas constantes. La presencia o ausencia de ciertas figuras en ceremonias oficiales funciona como señal de ascenso o caída en desgracia. El caso del banquero Othman Benjelloun, apartado tras disputas con la SNI, o las ausencias de Yassine Mansouri en actos recientes, alimentan especulaciones sobre luchas internas.

   Los rumores sobre fortunas desviadas, inversiones opacas en Europa y palacios ocultos forman parte del folclore político marroquí. Según Le Monde, el makhzen se ha transformado en una maquinaria de control económico: empresas vinculadas al rey o a su círculo monopolizan sectores clave como banca, fosfatos, telecomunicaciones y grandes infraestructuras.

   El resultado es un régimen blindado por el secreto y sostenido por la fidelidad económica de las élites. Los Papeles de Panamá revelaron en 2016 que Mohamed VI figuraba como beneficiario de sociedades offshore para adquirir yates y propiedades en Francia. Esto confirmó que la riqueza personal del monarca está estrechamente vinculada a paraísos fiscales y prácticas opacas.

6. “Mohamed VI, el islam y los islamistas”

   Como “Comendador de los Creyentes”, Mohamed VI proyecta la imagen de garante del islam moderado. Sus gestos religiosos son cuidadosamente escenificados: desde recomendar evitar sacrificios por razones económicas hasta aparecer ante las cámaras degollando carneros él mismo.

   El islam oficial se convierte en instrumento de legitimidad. Al mismo tiempo, el rey controla de manera estricta a los islamistas políticos. El PJD gobernó, pero fue marginado en cuanto intentó ampliar márgenes. El mensaje es claro: la religión pertenece a la corona, no a los partidos.

   El trasfondo de este control es el uso selectivo de la religión para reforzar su poder: se muestra piadoso en actos públicos, mientras circulan rumores sobre fiestas privadas en sus residencias europeas y amistades poco compatibles con la imagen de soberano austero. Informes de la prensa francesa han sugerido incluso que médicos personales han acompañado al rey en clínicas suizas especializadas en tratamientos de fertilidad y hormonales, alimentando aún más las especulaciones sobre su salud y su imagen pública.

   La serie concluye que el verdadero “enigma” no es el carácter reservado del monarca, sino la contradicción estructural de su reinado:

● Modernizador en los gestos, conservador en los hechos.

● Ausente en la vida interna, hiperactivo en la diplomacia.

● Reformista en 1999, inmovilista en 2025.

   A los 25 años de su ascenso, Mohamed VI aparece desgastado, con una sucesión incierta y un poder sostenido más por redes externas que por cohesión interna. El Sáhara Occidental continúa siendo la carta principal en la escena internacional, pero también el nudo que impide la normalización plena del país.

   El retrato de Le Monde es el de un rey atrapado en su propia paradoja: un modernizador que nunca se atrevió a romper con el legado autoritario del padre, un diplomático que cosecha victorias externas mientras su pueblo sufre precariedad e inmovilismo.

«Mohamed VI y el enigma de un reinado que encubre la ocupación del Sáhara Occidental»

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Entre el 24 y el 29 de agosto de 2025, el diario francés Le Monde ha publicado una serie de seis capítulos titulada «L’énigme Mohammed VI», con la intención de trazar un retrato del monarca marroquí en torno a sus orígenes, su estilo de gobierno, sus relaciones diplomáticas y su uso de la religión como instrumento de poder. La investigación es periodística, analítica y reveladora en muchos aspectos, pero no oculta un sesgo: examina la figura del soberano sin interrogar de raíz la cuestión que determina su permanencia en el trono y su estrategia internacional: la ocupación ilegal del Sáhara Occidental.

«Mohamed VI, el islam y los islamistas»- Le Monde

    Le Monde reconoce las sombras de un reinado marcado por el secretismo, la opacidad del majzén y la fatiga de un sistema que no ha democratizado Marruecos. Pero evita nombrar con claridad la principal herida que sostiene ese autoritarismo: la negación del derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui. Aun así, la lectura de los seis capítulos permite entender cómo el monarca ha tejido su poder en base a una mezcla de herencia dinástica, manipulación de la religión y grandes maniobras diplomáticas en las que el Sáhara siempre ocupa un lugar central.

   El primer capítulo describe el desgaste del poder real, los rumores sobre la salud del monarca y la sensación de vacío en un país gobernado por ausencias. Este “fin de reinado” no puede desligarse de la guerra reanudada en el Sáhara Occidental desde noviembre de 2020, que ha expuesto las fragilidades militares y económicas de Marruecos. Lo que Le Monde observa como un clima de incertidumbre interna es también el reflejo de un régimen que, sin la ocupación saharaui, difícilmente sobreviviría.

   El segundo episodio repasa la infancia y formación de Mohamed VI, marcada por la sombra autoritaria de su padre. Lo que recibe en herencia no es solo el aparato del majzén, sino también una doctrina colonial: la anexión del Sáhara tras la Marcha Verde de 1975, impuesta por Hassan II contra la opinión consultiva de la Corte Internacional de Justicia. Aquí se ve con claridad la continuidad dinástica en la violación del derecho internacional.

    El tercer capítulo muestra el contraste entre las promesas modernizadoras y la realidad de reformas truncadas. La gran ausencia en este análisis es que el bloqueo democrático en Marruecos se explica también por el peso del conflicto del Sáhara Occidental: un Estado que mantiene una ocupación armada y un muro de 2.700 km no puede avanzar en derechos ni en libertades. La democracia muere donde comienza el colonialismo.

    Aquí Le Monde señala con claridad el activismo internacional del monarca, subrayando la relación con Israel y la apuesta por el Sáhara como carta de negociación con Europa y Estados Unidos. El artículo refleja cómo Mohamed VI ha convertido la ocupación en su principal activo diplomático, intercambiando “apoyos” al plan de autonomía por contratos de gas, armas o inversiones. El Sáhara Occidental es presentado como moneda de cambio, no como lo que realmente es: un territorio no autónomo pendiente de descolonización según Naciones Unidas.

   El quinto episodio revela la corte de fieles que rodea al monarca, el poder invisible de consejeros y aparatos de seguridad, y el hermetismo que define la política marroquí. Esos mismos círculos son los que gestionan los contratos de saqueo de los recursos naturales saharauis, desde los fosfatos de Bucraa hasta la energía eólica en Dajla. La “corte secreta” no solo domina Rabat, también administra el expolio de un territorio ocupado.

    El último capítulo analiza el uso que hace Mohamed VI de su título de Comendador de los Creyentes para imponerse sobre el islamismo político y controlar el espacio religioso. La religión es instrumentalizada como un escudo contra las críticas y como legitimidad adicional para la ocupación. El rey se presenta como garante de la estabilidad frente al extremismo, pero omite que la injusticia colonial en el Sáhara Occidental es en sí misma un factor de radicalización y violencia en la región.

Un balance necesario

    El retrato de Le Monde confirma que Mohamed VI gobierna a través de símbolos, rituales y maniobras diplomáticas, más que mediante políticas transparentes. Un monarca rico, distante y opaco, que mantiene su poder gracias a la represión interna y al apoyo de potencias occidentales. Pero lo que la serie apenas menciona es que todo este edificio se sostiene sobre un crimen original: la ocupación del Sáhara Occidental, condenada por la ONU, rechazada por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea y resistida con dignidad por el pueblo saharaui.

    Sin la ocupación, no habría majzén. Sin la ocupación, no habría “grandes maniobras diplomáticas”. Sin la ocupación, Marruecos sería un país obligado a democratizarse. Ese es el verdadero enigma que Le Monde no se atreve a resolver: el poder de Mohamed VI descansa en una colonia que no le pertenece.


Cada capítulo se articula en torno a un eje temático:

1/6 – «Una atmósfera de fin de reinado» (24 de agosto)

Lectura del 1/6 – “Una atmósfera de fin de reinado” (24 de agosto): describe las dudas sobre su salud, sus ausencias y el desgaste de su poder interno.

    El primer capítulo de la investigación de Le Monde describe un clima de incertidumbre y de desgaste que rodea el final de reinado de Mohamed VI. El monarca, en el trono desde 1999, aparece como un soberano cada vez más ausente, marcado por problemas de salud y por largos periodos fuera del país. Esta situación ha alimentado rumores sobre su capacidad de gobernar y ha abierto la puerta a especulaciones sobre una posible sucesión. En las élites marroquíes se percibe un malestar creciente: las instituciones parecen paralizadas, las grandes reformas bloqueadas y el poder concentrado en un círculo muy reducido de consejeros y del aparato de seguridad.

El enigma de Mohamed VI, el rey de las «grandes maniobras diplomáticas» (Le Monde)

   El artículo subraya que el majzén —ese entramado de palacio, familias influyentes y aparato policial y militar heredado de Hassan II— se mantiene como la columna vertebral del sistema, pero con tensiones internas. La falta de visibilidad del rey genera una atmósfera de fin de ciclo, donde se multiplican las maniobras discretas y las lealtades se ponen a prueba. Marruecos, pese a su fachada de estabilidad, atraviesa una fase de fragilidad política en la que la distancia entre la población y la monarquía se ha ensanchado notablemente.

   En este contexto, Le Monde apunta a un contraste llamativo: mientras la propaganda oficial sigue presentando a Mohamed VI como un “rey de los pobres” y garante de modernidad, la realidad es la de un soberano ausente, rodeado de un pequeño núcleo de fieles y sin capacidad de impulsar un proyecto de futuro. La sensación de que el reino vive una “atmósfera de fin de reinado” refleja tanto la erosión del carisma real como la ausencia de un horizonte político claro para Marruecos.

2/6 – «Una juventud a la sombra de Hassan II» (25 de agosto)

LECTURA del 2/6 – “Una juventud a la sombra de Hassan II” (25 de agosto): traza su formación, marcada por la tutela paterna y la continuidad del autoritarismo.

    Este capítulo se centra en la formación de Mohamed VI y en cómo su infancia y juventud estuvieron completamente moldeadas por la figura de su padre, Hassan II. Desde muy pequeño fue educado en el Collège Royal de Rabat, un entorno diseñado para inculcar disciplina, tradición y obediencia a la autoridad, junto con un selecto grupo de futuros altos funcionarios que formaban su círculo de confianza. El propósito era claro: garantizar la continuidad del régimen autoritario, transmitiendo al príncipe heredero las claves del poder y del majzén.

    Le Monde subraya que el joven Mohamed creció bajo una vigilancia constante. Hassan II, marcado por una visión casi absolutista de la monarquía, quería preparar a su hijo no para gobernar de manera autónoma, sino para perpetuar la maquinaria del trono. Esto lo expuso a una educación rígida y elitista, donde el peso de la tradición y la sombra de su padre eran omnipresentes. Las anécdotas recogidas muestran a un príncipe más bien tímido y reservado, muy diferente del carácter autoritario y dominante de Hassan II, lo que alimentaba dudas sobre su capacidad de liderazgo.

    El contraste entre padre e hijo es un hilo central: Hassan II, conocido por su dureza y represión en los “años de plomo”, aparece como un monarca de hierro que ejercía un control absoluto sobre el país. Mohamed, en cambio, se percibía como un heredero más cercano a lo privado, menos dado a la política y con inclinaciones personales que no siempre coincidían con la brutalidad del sistema heredado. No obstante, al llegar al trono en 1999, esta herencia pesaría decisivamente en su estilo de gobierno, obligándolo a convivir entre las expectativas reformistas que despertaba su juventud y la pesada maquinaria autoritaria construida por su padre.

3/6 – «El monarca de las reformas inacabadas» (26 de agosto)

LECTURA del 3/6 – “El monarca de las reformas inacabadas” (26 de agosto): analiza la brecha entre las expectativas modernizadoras y las promesas incumplidas.

   Este capítulo aborda la gran paradoja del reinado de Mohamed VI: las esperanzas de apertura y modernización que suscitó al inicio de su mandato frente a la realidad de unas reformas incompletas, a menudo frustradas o revertidas.

    Cuando accedió al trono en 1999, el nuevo monarca fue recibido con entusiasmo tanto en Marruecos como en el extranjero. Frente a la imagen autoritaria de Hassan II, Mohamed VI encarnaba la promesa de un soberano joven, sensible a los problemas sociales y abierto al diálogo con los movimientos de derechos humanos. Sus primeros gestos parecieron confirmar esta esperanza: liberación de algunos presos políticos, regreso de exiliados, autorización a asociaciones críticas y, sobre todo, la creación de la Instancia Equidad y Reconciliación (IER) en 2004. Esta comisión fue la primera en el mundo árabe en reconocer oficialmente las violaciones de los “años de plomo”.

   Sin embargo, Le Monde subraya que esta apertura inicial nunca llegó a traducirse en una verdadera democratización. La IER, por ejemplo, carecía de competencias para señalar responsables directos de torturas y desapariciones. El majzén mantuvo intacta su estructura y su capacidad de control sobre la vida política y social del país. Al mismo tiempo, el monarca promovió reformas visibles en el terreno económico y de infraestructuras —autopistas, tren de alta velocidad, modernización urbana—, pero estas políticas, aunque impresionantes en imagen, convivieron con graves desigualdades sociales y una creciente concentración de la riqueza en torno a las élites vinculadas a la monarquía.

   En el ámbito político, las reformas de la Constitución de 2011, adoptadas en pleno contexto de las revueltas árabes, parecieron un paso hacia el parlamentarismo. Sin embargo, Le Monde recalca que los cambios fueron más formales que reales: el rey conservó poderes decisivos en materia de seguridad, religión, diplomacia y designación de figuras clave. El sistema continuó girando en torno a la autoridad del monarca, neutralizando cualquier tentativa de instaurar un verdadero equilibrio institucional.

    El capítulo concluye con una idea fuerte: Mohamed VI ha querido dar la imagen de un rey reformista, pero los avances se han quedado a medio camino, lo que ha generado frustración y desconfianza en amplios sectores de la sociedad marroquí. El monarca parece haber preferido preservar la estabilidad del régimen y la supremacía del majzén antes que arriesgarse a abrir un proceso genuino de democratización.

4/6 – «Rey de las grandes maniobras diplomáticas» (27 de agosto)

LECTURA del 4/6 – “Rey de las grandes maniobras diplomáticas” (27 de agosto): detalla su activismo internacional, con especial atención al Sáhara Occidental y la normalización con Israel.

   Este episodio examina cómo Mohamed VI ha convertido la diplomacia en uno de los pilares de su reinado, buscando consolidar tanto la legitimidad interna de la monarquía como el papel estratégico de Marruecos en el tablero internacional.

    El relato de Le Monde comienza destacando que el rey ha hecho del Sáhara Occidental el eje central de su política exterior. Ningún asunto concentra más esfuerzos diplomáticos y económicos que este, considerado por el majzén como “la causa nacional”. Bajo su reinado, Rabat ha desplegado un activismo incansable para lograr apoyos internacionales a su plan de autonomía y para impedir el reconocimiento de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD). Esta prioridad se refleja en los recursos destinados a la presión sobre gobiernos, organismos internacionales y medios de comunicación, así como en la estrategia de firmar acuerdos de asociación económica que incluyan, de facto, el territorio ocupado.

   Más allá del Sáhara, Mohamed VI ha buscado proyectar a Marruecos como un puente entre África, Europa y Oriente Medio. Una de sus grandes bazas fue el retorno del país a la Unión Africana en 2017, tras décadas de ausencia. Esta reintegración no estuvo exenta de polémicas, pero permitió a Rabat reforzar alianzas en el continente y abrir nuevas rutas de influencia hacia el África subsahariana, particularmente a través de bancos, empresas de telecomunicaciones y constructoras marroquíes.

    El capítulo también subraya la apuesta estratégica con Israel. En 2020, Marruecos normalizó relaciones diplomáticas con Tel Aviv, en un movimiento que Le Monde describe como pragmático pero arriesgado. Este acuerdo, auspiciado por la administración Trump, se acompañó del reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. Para Mohamed VI, fue un triunfo diplomático: consolidar la relación con Washington, atraer inversiones tecnológicas israelíes y reforzar el respaldo occidental a su causa saharaui. Sin embargo, la decisión generó malestar en sectores islamistas y en una parte de la opinión pública marroquí, tradicionalmente solidaria con Palestina.

    En el plano europeo, el rey ha cultivado relaciones privilegiadas con Francia y España, aunque marcadas por altibajos. Con París, la relación ha sido simbiótica pero también llena de tensiones: Francia es un aliado histórico, pero las divergencias sobre derechos humanos y las críticas crecientes en medios franceses han generado incomodidad en Rabat. Con Madrid, las crisis diplomáticas —como la acogida médica al líder del Polisario Brahim Ghali en 2021 o la presión migratoria en Ceuta— se han alternado con momentos de entendimiento, sobre todo en el terreno económico y en la cooperación en materia migratoria y de seguridad.

   Le Monde recuerda que la diplomacia real tiene también una dimensión de escenificación personal: Mohamed VI aparece en cumbres africanas, inaugura proyectos con líderes extranjeros y utiliza estas imágenes para contrarrestar las dudas internas sobre su salud o su ausencia de la escena nacional. En este sentido, el rey ha logrado que Marruecos sea percibido como un actor indispensable en temas de energía, seguridad y migración, reforzando la idea de que sin Rabat no hay solución en el Mediterráneo ni en el Sahel.

   El capítulo concluye resaltando la paradoja: si bien Mohamed VI ha alcanzado notables éxitos diplomáticos, sobre todo en la cuestión del Sáhara y en el plano africano, estos triunfos internacionales contrastan con los límites de su acción interna. El rey aparece así como un soberano más eficaz en la escena global que en la resolución de los problemas estructurales de su propio país.

5/6 – «El majzén y el arte de los secretos de palacio» (28 de agosto)

LECTURA del 5/6 – “El majzén y el arte de los secretos de palacio” (28 de agosto): examina el núcleo duro de su poder, los fieles que le rodean y las rivalidades internas.

   Este episodio se adentra en el núcleo duro del poder en Marruecos, el majzén, y en la manera en que Mohamed VI ha organizado y gestionado su entorno más próximo. Le Monde describe un universo cerrado, hermético y marcado por la opacidad, donde la influencia política depende menos de las instituciones que de las lealtades personales y de la capacidad de mantenerse cerca del monarca.

   El majzén no es solo un concepto histórico ligado a la corte real y a las estructuras tradicionales de autoridad; bajo Mohamed VI se ha transformado en una constelación de consejeros, altos funcionarios, empresarios y militares que orbitan en torno al palacio. Este círculo restringido concentra las decisiones estratégicas del país, relegando al gobierno y al parlamento a un papel secundario, casi decorativo. El rey escucha, filtra, arbitra, pero nunca delega del todo: su estilo de gobierno es personalista, basado en la confianza y en la discreción.

    Uno de los nombres más influyentes es Fouad Ali El Himma, amigo de infancia del monarca y su consejero más cercano. Junto a él, destacan figuras como André Azoulay, asesor judío sefardí especializado en comunicación y relaciones internacionales, y Mohamed Mounir Majidi, secretario particular del rey, encargado de gestionar tanto su fortuna personal como parte de los negocios del palacio. Este triángulo de poder refleja el modo en que Mohamed VI gobierna: entre la política, la imagen exterior y los intereses económicos de la monarquía.

    La opacidad es un rasgo central del sistema. Le Monde subraya que el majzén funciona como un laberinto de secretos y silencios: las decisiones se toman sin transparencia, los rumores sustituyen a los comunicados oficiales, y la corte se convierte en escenario de rivalidades internas. Los ministros y altos cargos viven en permanente incertidumbre: pueden ser promocionados de un día para otro o caer en desgracia sin explicaciones. Esta imprevisibilidad refuerza la autoridad real, pues nadie fuera del círculo más íntimo puede anticipar las decisiones estratégicas del monarca.

    El artículo también destaca el uso del majzén como herramienta de control social. A través de él se canalizan favores, concesiones económicas y nombramientos, creando una red clientelar que asegura lealtades. El poder no se ejerce solo con la represión o la policía —aunque estas sean omnipresentes—, sino también con la capacidad de recompensar a quienes sirven al palacio. La corrupción, señala Le Monde, se convierte así en un lubricante del sistema.

    Otro aspecto es la gestión de la imagen del rey. El majzén se encarga de proteger la figura de Mohamed VI, construyendo un aura de inviolabilidad y cultivando el misterio en torno a su salud, sus viajes y su vida privada. La escasez de apariciones públicas y la ausencia de explicaciones oficiales alimentan la especulación, pero también refuerzan la idea de un poder inaccesible, por encima del juego político cotidiano.

  Le Monde describe este sistema como un equilibrio inestable: por un lado, garantiza la supervivencia del régimen al aislar al rey de la crítica directa; por otro, genera desconfianza, opacidad y frustración en la sociedad. El majzén aparece como un mecanismo eficaz para perpetuar la autoridad real, pero incapaz de abrir espacios de transparencia o de participación democrática.

    En conclusión, el capítulo muestra que el verdadero poder en Marruecos no reside en las instituciones oficiales, sino en el círculo invisible del majzén. Mohamed VI gobierna a través de secretos, lealtades personales y una red de intereses que mezcla política, economía y simbolismo religioso. Esta fórmula asegura la continuidad del régimen, pero también lo condena a la parálisis en términos de democratización y apertura.

6/6 – «El islam y los islamistas» (29 de agosto)

   LECTURA del 6/6 – “El islam y los islamistas” (29 de agosto): concluye la serie mostrando cómo Mohamed VI utiliza su título de Comendador de los Creyentes para consolidar su autoridad, desactivar a los islamistas y reforzar el papel de la religión como soporte del régimen.

    Este último episodio de la investigación de Le Monde pone el foco en el uso que Mohamed VI hace de su título de «Comendador de los Creyentes» (Amir al-Muminin) para legitimar su autoridad, neutralizar la oposición islamista y situarse por encima del juego político y constitucional en Marruecos. El reportaje recuerda que este título, oficializado en la Constitución de 1962 bajo Hassan II, remite a la tradición califal y confiere al monarca un aura religiosa singular en el mundo árabe-musulmán.

    El artículo arranca con un ejemplo reciente: en febrero de 2025, Mohamed VI pidió públicamente a los marroquíes que no sacrificaran carneros en la fiesta del Aid el-Adha debido a la crisis climática y económica que había reducido drásticamente el número de cabezas de ganado. La mayoría de la población acató la recomendación, una prueba del peso de su autoridad espiritual y de su capacidad de intervención en rituales colectivos. Ningún otro dirigente árabe o musulmán, recuerda Le Monde, se atrevería a dar una directriz de ese tipo.

    Históricamente, el estatuto religioso del monarca fue consolidado por el protectorado francés, cuando el mariscal Lyautey fomentó el prestigio espiritual del sultán para alejarlo de la política. Hassan II convirtió esa herencia en una herramienta de poder político, y Mohamed VI ha seguido la misma línea, manteniendo rituales como los «Dourous hassaniya» durante el ramadán, aunque con un papel más pasivo y ceremonioso.

    El texto subraya también los límites: esta legitimidad religiosa ha servido para bloquear aperturas mayores, como la introducción de la libertad de conciencia en la Constitución de 2011, una demanda de los sectores progresistas que fue rechazada por la monarquía. El islam oficial marroquí sigue siendo tolerante y pragmático, pero sin reconocer derechos como la posibilidad de abandonar la fe musulmana.

    El gran desafío, según Le Monde, no es el islam en sí, sino el islamismo en sus distintas vertientes. Mohamed VI detesta a los islamistas, “tanto su proyecto político como su manera de vivir”. En Marruecos, la corriente se divide en tres ramas: el Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), legal e integrado en el sistema político; el movimiento Al-Adl wal-Ihsane, tolerado pero no legalizado; y los grupos yihadistas vinculados a Al-Qaida o al Estado Islámico.

    Tras los atentados de Casablanca en 2003 y el de Madrid en 2004, el régimen desplegó una doble estrategia: represión y control religioso. Miles de detenciones, juicios masivos, colaboración con la CIA en vuelos secretos, y al mismo tiempo, reorganización del campo religioso: centralización del poder en manos del rey, control de los imanes, impulso de las cofradías sufíes y creación de instituciones como el Consejo Superior de Ulemas (2009) o el Instituto de Formación de Imanes (2014). Todo ello apuntaba a construir un islam “del justo medio” y exportar este modelo hacia África como instrumento de soft power.

    El capítulo recuerda igualmente la reforma de la Moudawana (código de familia) en 2004, una modernización parcial pero importante en materia de derechos de las mujeres, aunque limitada por las resistencias sociales y judiciales. Una “Moudawana 2” está en preparación, centrada en la protección de mujeres y niños en casos de divorcio.

    En política, el rey logró desgastar al PJD, que tras sus victorias de 2011 y 2016 acabó siendo neutralizado mediante una estrategia de desgaste: vetos para formar gobierno, pérdida de popularidad con decisiones impopulares (fin de subsidios, legalización del cannabis terapéutico, refuerzo del francés en la enseñanza, normalización con Israel). El fracaso electoral de 2021, sustituido por la victoria de Aziz Akhannouch, confirmó la capacidad del palacio para absorber y luego desactivar a los islamistas.

     El artículo concluye mostrando los múltiples contrastes del monarca: un rey que se presenta como moderado y tolerante, pero que controla férreamente la religión y la política; que se inquieta por el auge de la islamofobia en Francia, pero recibe con alfombra roja a partidos franceses de extrema derecha favorables al Majzén; un monarca más cercano y “modesto” que su padre, pero mucho más rico, lejano y aficionado a reinar sin gobernar.


Un balance general

    Con esta serie, Le Monde propone una visión de conjunto en la que se dibuja el retrato de un monarca en permanente contradicción. Mohamed VI reina desde la opacidad, refugiado en un poder basado en símbolos religiosos, rituales cortesanos y maniobras diplomáticas, mientras que en el plano interno Marruecos sigue marcado por el autoritarismo del majzén y por una falta estructural de reformas.

    El balance es claro: a pesar de los gestos iniciales que hicieron pensar en un “rey de los pobres” y en una apertura modernizadora, el soberano no ha democratizado ni modernizado realmente el país. La concentración del poder en sus manos y en las de un pequeño círculo de fieles ha reforzado la dependencia de redes clientelares, del aparato de seguridad y de decisiones tomadas a puerta cerrada.

    La serie insiste en que Mohamed VI es un soberano atrapado en la herencia de Hassan II y en la maquinaria del majzén, un sistema que combina tradición, represión y pragmatismo exterior para garantizar la continuidad del régimen. El monarca proyecta al exterior la imagen de un estratega internacional y de un Comendador de los Creyentes, pero hacia dentro gobierna con una mezcla de distanciamiento personal, opacidad institucional y control férreo de la disidencia.

   El conjunto de los seis capítulos muestra a un Marruecos donde la modernización económica coexiste con graves desigualdades sociales, donde la diplomacia es utilizada para reforzar la ocupación ilegal del Sáhara Occidental, y donde la religión se instrumentaliza para frenar a los islamistas y consolidar la figura real. En este marco, Mohamed VI aparece no como un reformador frustrado, sino como el garante de un sistema inmóvil que reproduce las mismas lógicas de poder heredadas de su padre.

    En definitiva, Le Monde presenta al rey como un hombre que ha sabido mantener la estabilidad de su trono, pero al precio de hipotecar la apertura política y de prolongar un modelo de poder personalista y cerrado, en el que la incertidumbre sobre la sucesión pesa cada vez más sobre el futuro del reino.

«No Te Olvides del Sáhara Occidental»

GLOBALG.A.P. legitima la ocupación marroquí en el Sáhara Occidental con un sello de “responsabilidad”

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Partido Popular Europeo pide la exclusión del Sáhara Occidental del acuerdo comercial UE-Marruecos

    Según la investigación de Western Sahara Resource Watch (WSRW), varias compañías marroquíes que operan en Dajla, en tierras ocupadas tras la invasión de 1979, aparecen registradas en el sistema de certificación. Estas explotaciones agrícolas, propiedad de intereses vinculados a la monarquía marroquí, a políticos del majzén y a capital franco-marroquí, no solo se benefician de permisos emitidos por Rabat, sino que además son presentadas al mundo como ejemplos de agricultura “responsable”. Nada más lejos de la realidad: son el instrumento económico de una colonización prohibida por la legalidad internacional.

Tres aspectos resultan particularmente graves:

  • La legitimación de la ocupación: al certificar a estas empresas, GLOBALG.A.P. blanquea la anexión y refuerza la estrategia marroquí de integración forzosa del territorio ocupado.

  • La negación de los derechos saharauis: la población legítima, desplazada a campamentos de refugiados o sometida a represión en las zonas ocupadas, no ha dado su consentimiento ni se beneficia de estos proyectos.

  • El engaño a los consumidores europeos: los certificados falsifican el origen geográfico, situando las plantaciones en “Marruecos”, cuando en realidad se encuentran en un territorio “separado y distinto” según el derecho internacional.

La contradicción es flagrante. Mientras la Corte de Justicia de la Unión Europea (TJUE) dictaminó el 4 de octubre de 2024 que el único titular del derecho a decidir sobre los recursos del Sáhara Occidental es el pueblo saharaui, GLOBALG.A.P. opta por ignorar este principio, aplicando la legislación del ocupante marroquí como si el territorio le perteneciera. En palabras del tribunal, “el derecho a la autodeterminación pertenece al pueblo del Sáhara Occidental y no a la población general actualmente residente en el territorio, compuesta en su mayoría por colonos marroquíes”.

Resulta inaceptable que GLOBALG.A.P., que se presenta como garante de “comunidades agrícolas responsables”, equipare la noción de “población local” con los colonos trasladados ilegalmente por Marruecos. Esta lógica no solo es un fraude moral y jurídico, sino que vulnera directamente las Convenciones de Ginebra, que prohíben el traslado de población civil a territorios ocupados.

Empresas israelíes se lanzan a buscar oro en el Sáhara Occidental ocupado

La PLATAFORMA No Te Olvides del Sáhara Occidental alerta de que estos certificados engañosos están siendo utilizados para introducir en los mercados europeos productos agrícolas manchados por la ocupación, burlando las sentencias de la justicia europea y silenciando el derecho de un pueblo colonizado. Que GLOBALG.A.P. hable de “responsabilidad” mientras avala a empresas que operan en tierras robadas constituye una burla a los principios más elementales del derecho internacional.

No existe agricultura “responsable” en un territorio ocupado, ni desarrollo “sostenible” bajo represión y expolio. Lo que hay en el Sáhara Occidental ocupado son megaplantaciones que roban el agua, el suelo y el futuro al pueblo saharaui, y que sirven de excusa para atraer a miles de colonos marroquíes en un intento sistemático de cambiar la demografía y enterrar el referéndum de autodeterminación.

La PLATAFORMA exige a GLOBALG.A.P. que retire de inmediato toda certificación a empresas marroquíes en el Sáhara Occidental y que reconozca públicamente que el territorio no forma parte de Marruecos. Exigimos además a las autoridades de la Unión Europea y a las agencias de consumo que vigilen y sancionen el fraude en el etiquetado, así como a los distribuidores que cesen de comercializar productos procedentes de la ocupación.

El Sáhara Occidental no necesita sellos de “responsabilidad” dictados por empresas cómplices de la colonización. Lo que necesita es el respeto a la legalidad internacional y al derecho de su pueblo a vivir libre e independiente en su tierra.

Activistas de «Nonviolence International» denuncian malos tratos a manos de fuerzas marroquíes en el Sáhara Occidental ocupado

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Una vez más, Marruecos confirma su naturaleza colonial y represiva: dos militantes pacíficas de Nonviolence International han sido expulsadas del Sáhara Occidental ocupado, simplemente por haber osado encontrarse con saharauis, testigos y víctimas de una ocupación ilegal. El Sáhara Occidental, al igual que la Palestina martirizada por el criminal de guerra Netanyahu, sigue siendo escenario de un mismo crimen: una ocupación ilegal apoyada por las potencias occidentales y cubierta por el silencio cómplice de la UE y de Estados Unidos.

Las dos activistas, Elaf Hasan y Bianca Peracchi Afonso, denunciaron los malos tratos sufridos a manos de los agentes marroquíes y, sobre todo, la inhumana represión infligida cotidianamente al pueblo saharaui, relegado a la miseria mientras colonos y empresas marroquíes prosperan. La conclusión es clara: la expulsión de observadores internacionales forma parte de una estrategia deliberada para silenciar cualquier voz independiente e impedir que la verdad salga a la luz. NVI recuerda que, al igual que Israel, Marruecos teme la verdad y la transparencia: ambos regímenes de ocupación solo tienen como armas la mentira, la represión y la expulsión. Así como debe cesar la ocupación genocida de Palestina, también debe terminar de inmediato la ocupación ilegal del Sáhara Occidental. No se trata solo de derechos humanos, sino de una lucha universal contra el colonialismo y la impunidad.

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Activista de Nonviolence International: «Me quedé impactada por el maltrato que sufrimos en El Aaiún a manos de los agentes marroquíes. Pero esto no es nada comparado con la represión y los abusos que me contaron los saharauis, que viven bajo una ocupación ilegal.»


Comunicado de Nonviolence International

Esta semana, militantes de Nonviolence International visitaron el Sáhara Occidental ocupado y fueron expulsados por Marruecos.

NVI ha apoyado durante mucho tiempo la resistencia no violenta a las ocupaciones ilegales en todo el mundo: en Palestina, en el Sáhara Occidental, en Ucrania, en Cachemira y en otros lugares.

El domingo 24 de agosto, agentes de la ocupación marroquí expulsaron a dos activistas de Nonviolence International –Elaf Hasan y Bianca Peracchi Afonso– que se habían desplazado al Sáhara Occidental para conocer la cultura saharaui y encontrarse con quienes hoy viven bajo ocupación marroquí.

Bianca Peracchi declaró: «Me sorprendió el maltrato que sufrimos en El Aaiún por parte de los agentes marroquíes. Pero esto palidece en comparación con la represión y los abusos que el pueblo saharaui me compartió, viviendo bajo una ocupación ilegal».

Según la Corte Internacional de Justicia y la gran mayoría de los países, la ocupación y anexión del Sáhara Occidental por Marruecos son ilegales y no cuentan con reconocimiento.

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Antes de su expulsión, ambas activistas habían estado en Villa Cisneros (Dajla), donde se reunieron con saharauis y recorrieron sus comunidades. Constataron el contraste entre el centro urbano, dominado por negocios turísticos marroquíes, y los barrios saharauis empobrecidos relegados a la periferia. También se fotografiaron junto a defensores de derechos humanos y ex presos políticos con la bandera saharaui, imagen que circuló ampliamente tras su expulsión.

Tras un trayecto en autobús a través de siete controles militares hasta El Aaiún, capital del Sáhara Occidental, fueron detenidas por agentes marroquíes no identificados y expulsadas a Marruecos, desde donde fueron enviadas posteriormente hasta Estados Unidos y España.

Elaf Hasan señaló: «Disfruté de la calidez de la gente, de las playas y dunas magníficas y del sabor del auténtico té saharaui. Es importante que los pueblos del mundo tomen conciencia de la situación del pueblo saharaui».

Nonviolence International considera estas expulsiones como parte de un patrón histórico de Marruecos para silenciar a los observadores internacionales y restringir cualquier reporte independiente desde el Sáhara Occidental ocupado.

«Esta expulsión demuestra el miedo de Marruecos a la transparencia», declaró el fundador de NVI, Dr. Mubarak Awad. «En lugar de permitir que visitantes pacíficos se relacionen con las comunidades saharauis, las fuerzas de ocupación responden ilegalmente con mentiras y expulsiones. Así como debe terminar la ocupación de Palestina por Israel, debe acabar también la ocupación del Sáhara Occidental por Marruecos».

Con paz y justicia,
Michael Beer y Sami Awad, codirectores de NVI

«Mohamed VI, el islam y los islamistas»- Le Monde

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«No Te Olvides del Sáhara Occidental»

El diario francés Le Monde publica este 29 de agosto de 2025 el sexto y último episodio de su serie «El enigma Mohamed VI», firmado por Christophe Ayad y Frédéric Bobin, bajo el título «Mohammed VI, l’islam et les islamistes». Este capítulo analiza cómo el monarca marroquí utiliza su papel de Comendador de los Creyentes para reforzar su legitimidad y neutralizar a los islamistas, presentándose como el garante único de la fe y de la unidad nacional.

   Según relata Le Monde, el 26 de febrero de 2025 Mohamed VI pidió a los marroquíes que no sacrificaran corderos para la fiesta del Aïd-el-Adha, una tradición profundamente arraigada en la sociedad. El motivo: la sequía prolongada, la caída del ganado y la subida de precios. «El cumplimiento del ritual en estas condiciones difíciles podría perjudicar a los habitantes de ingresos bajos», justificó el rey en un discurso televisado.

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    El 7 de junio, sin embargo, el monarca protagonizó ante las cámaras un sacrificio simbólico de dos carneros —uno para su familia y otro para la comunidad—, en un gesto que mostraba que él mismo preservaba la tradición aunque dispensara a sus súbditos de cumplirla. La prensa francesa subraya que la mayoría de los marroquíes acataron la orden real, evitando un gasto que en muchos casos supera los 600 euros, cuando el salario mínimo en el país apenas roza los 300.

   Le Monde interpreta esta secuencia como una prueba de que Mohamed VI sabe utilizar su estatus religioso como instrumento político. En su condición de Comendador de los Creyentes, herencia dinástica que confiere un aura casi sagrada, puede reconfigurar prácticas religiosas a su conveniencia y presentarse como árbitro supremo de la fe. De esta forma, desactiva a los islamistas, a quienes deslegitima al acusarles de politizar el islam.

   Sin embargo, lo que el artículo apenas menciona y que desde la plataforma «No Te Olvides del Sáhara Occidental» debemos subrayar, es que esta “sacralidad” no es solo un recurso religioso, sino la coartada perfecta para blindar un régimen autoritario. Mohamed VI no utiliza el islam para proteger a su pueblo, sino para perpetuar un sistema de dominación, el majzén, que controla la vida política, económica y social del país, y que sostiene la ocupación ilegal del Sáhara Occidental.

   El islam “oficial” que promueve la monarquía marroquí se convierte en una herramienta para callar a cualquier disidencia, ya sea de corte islamista, democrático o saharaui. En nombre de la religión, se acalla la protesta, se justifica la represión y se invisibiliza la lucha del pueblo saharaui por la autodeterminación. El discurso religioso es así un mecanismo más de control colonial y de legitimación de lo ilegítimo.

   La paradoja, como señala el propio Le Monde, es que esta centralidad religiosa también refleja una fragilidad. En un país golpeado por la sequía, las desigualdades y la falta de libertades, la legitimidad del rey depende cada vez más de símbolos y rituales. La dependencia excesiva del aura sagrada del monarca pone en evidencia la falta de instituciones democráticas y de un proyecto político capaz de responder a las necesidades reales de la población.

   El sexto episodio de la serie concluye, según Le Monde, que el futuro del reino está íntimamente ligado a este equilibrio precario entre religión y política. Desde nuestra perspectiva, lo que demuestra es que Mohamed VI ha convertido el islam en un instrumento de poder personal y en un escudo para prolongar tanto la opresión interna sobre el pueblo marroquí como la ocupación colonial sobre el pueblo saharaui.

El enigma de Mohamed VI, el rey de las «grandes maniobras diplomáticas» (Le Monde)

El enfoque de Le Monde sobre “L’énigme Mohammed VI”

   El diario francés Le Monde ha publicado una serie de seis episodios titulada “L’énigme Mohammed VI”, entre el 24 y el 29 de agosto de 2025. Su propósito es ofrecer un retrato del monarca marroquí desde distintos ángulos —biográficos, políticos, diplomáticos y religiosos—, explorando tanto su figura personal como los mecanismos del poder en Marruecos.

   El tono general de la investigación es periodístico y analítico, con énfasis en las paradojas del reinado: un rey que heredó de Hassan II un aparato autoritario (el majzén), que en sus primeros años cultivó una imagen reformista, pero que con el tiempo se ha vuelto cada vez más opaco, personalista y dependiente de un reducido círculo de fieles y del aparato de seguridad.

Cada capítulo se articula en torno a un eje temático:

PLATAFORMA «NO TE OLVIDES DEL SAHARA OCCIDENTAL»

Este artículo de análisis, publicado por la PLATAFORMA «No Te Olvides del Sáhara Occidental», se apoya en el sexto episodio de la serie «L’énigme Mohammed VI» publicado por Le Monde el 29 de agosto de 2025.