En 2012, estalló la rebelión tuareg, en el marco del Movimiento Nacional Azawad. Los rebeldes lograron imponerse sobre las reducidas fuerzas malienses, proclamando la creación del estado de Azawad, luego de medio siglo de conflictos con Bamako. El 26 de mayo de aquel año el MNLA en alianza con Ansar Dine, se comprometieron a formar un estado islámico, pero la jugada salió mal y esto fue la oportunidad para que grupos yihadistas se hicieran con la mitad de Malí. La intervención occidental resultó un fracaso que derivó en la llegada de Rusia como socio clave para el nuevo régimen de Bamako.
Por el Dr. Jorge Alejandro Suárez Saponaro
Malí: la crisis de Azawad e intervención internacional
En 2012 las fuerzas del ejército de Malí, mal equipados y con baja moral, se replegaron ante el avance del MNLA (Movimiento Nacional de Liberación de Azawad) cuyas fuerzas incluían combatientes curtidos en Libia. El flamante estado de Azawad proclamó una Constitución y la formación de un gobierno, era una cáscara vacía. Incapaz de ejercer el control efectivo sobre 820.000 km2, fue aprovechado por grupos terroristas como MUYAO, Al Qaeda en el Magreb Islámico, y Ansar Dine. La gravedad de la situación y con el peligro que Malí fuera tomado por los terroristas, dio origen a la misión de Naciones Unidas en Malí o MINUSMA, y la Operación Serval, liderada por Francia, que en poco tiempo había logrado contener en parte la ofensiva terrorista en 2014.
La rebelión del norte le costó el cargo al presidente Amadou Toumani Touré derrocado en marzo de 2012, por un golpe militar. El Comité Nacional para la Restauración de la Democracia y el Estado, denominación del gobierno de facto se hizo con las riendas del poder. En el medio del caos generado, ciudades importantes como Gao, Kidal y Timbuctú cayeron en manos del Movimiento Azawad. El 5 de abril de 2012 fue proclamada la independencia de dicho territorio. En julio de ese año, el MNLA había perdido el control del norte del país en manos de los terroristas.
La ECOWAS / CEDEAO, o Comunidad Económica de África Occidental, condenó el golpe de 2012, incluso hubo amenazas de intervención militar, que con el tiempo se fue diluyendo, cuando los golpistas, entregaron el poder a Dioncounda Traoré, presidente de la Asamblea Nacional, quién asumió el compromiso de acabar con la rebelión del norte. La confusión reinante por el golpe de estado fue un factor de debilidad aprovechado por los grupos rebeldes, que pronto entrarían en lucha entre sí, como quedó reflejado en la batalla de Gao, donde islamistas se enfrentaron abiertamente al MNLA. Las tensiones étnicas saltaron a la luz, cuando la mayoría de la población local, songais y fulbe se oponían al gobierno de los tuaregs y rechazaron la idea de dividir Malí.
En junio de 2013, el país vivió un momento muy delicado con la caída de Mopti, a 600 km de la capital del país, quedando en manos islamistas. Esto fue el detonante de la Operación Serval. Estaba sustentada en la resolución 2085 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y del pedido de ayuda militar formal que hizo el gobierno en Bamako a Francia. Los medios movilizados, provenían del despliegue francés en sus bases africanas, especialmente en Chad, donde estaban los aviones Mirage 2000 D de ataque y Mirage F1CR, de reconocimiento, aviones de transporte táctico C130 y helicópteros de ataque Gazelle. La magnitud de la operación, motivó al despliegue de los modernos cazas Rafale, provenientes de Francia. La Unión Europea organizó una misión de asistencia internacional la EUTM en el marco de la contención del terrorismo en Malí, con el temor que se proyectara a Europa.
Coronel Assimi Goita. Presidente de Malí desde 2021
La amenaza terrorista se estimaba en unos 10.000 combatientes, lo que demandó el despliegue de un importante contingente internacional. Los 4.000 franceses que operaban en Malí fueron apoyados por tropas del Chad – unos 2.000 – seguido de aportes por parte de otros países en el marco de la MINUSMA. En 2020 la citada misión internacional había alcanzado los 15.000 efectivos compuesto por tropas de Burkina Faso, Egipto, Senegal, El Salvador, España, Bangladesh, etc.
El problema político de fondo era de difícil solución, dado la intransigencia de Bamako, de aceptar un régimen de autonomía regional para Azawad. En 2014 el precario cese el fuego quedó roto, la comitiva del gobierno maliense fue atacada y tuvo que refugiarse en un campamento de la misión de paz de Naciones Unidas o MINUSMA. Esta realidad, llevó a la mesa de negociaciones en Argel, donde participaron los rebeldes, pero divididos entre dos grandes grupos: Plataforma y Coordinadora, esta última con posturas más duras, dado que exigían, el reconocimiento de un gobierno regional y la existencia de una entidad cultural llamada Azawad. Pero finalmente, todo quedó en la nada, dado que los grupos rebeldes exigían un cambio constitucional, convirtiendo a Malí en un estado federal. Torpemente, Bamako se ha negado aceptarlo, agregándose los problemas internos de la llamada Coordinadora, que busca monopolizar el proceso de negociación, estando detrás de ellos, intereses de clanes aristocráticos tuaregs, resultado de ser sociedad altamente jerarquizada.
La Operación Serval dio paso a la Operación Barkhane, con mayor amplitud en sus objetivos que la anterior. A pesar de los avances, los combates continuaron. La Unión Europea patrocinó una misión de entrenamiento militar, para apoyar a las fuerzas malienses de por sí, mal equipadas e insuficientes para proteger un país del tamaño de Malí.
Entre 2014-2015 hubo un reordenamiento de los grupos rebeldes e hizo aparición en escena el siniestro Estado Islámico. Francia y Alemania movilizaron elementos de la brigada franco germana, en el marco de un mayor compromiso de asistencia militar al gobierno de Malí. La población de origen peul, comenzó a ser especialmente permeable a la prédica extremista, abrió las puertas para que el centro del país, dando origen al Frente de Liberación de Macina o FLM. Su líder es Amadou Koufa, denominado Katiba Macina tras su fusión con Ansar ad-Dine, y desde 2017 perteneciente a Jama’a Nusrat ul-Islam era al-Muslimin (JNIM) (Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes). Entre los años 2015-2017 por medio del asesinato de funcionarios del estado maliense y “colaboracionistas” les permitió extender su influencia entre las áreas que se extienden entre las ciudades de Mopti y Segou. Las milicias islamistas, garantizaron seguridad y orden a las poblaciones rurales, que lo aceptaron a cambio la imposición de la ley islámica o Sharia.
Vista satelital de la base rusa en las cercanías de Bamako. Fue una antigua base del grupo Wagner
El drama del terrorismo, no era solo exclusivo de Malí, sino que se extendió a países vecinos. Así nació la iniciativa G5 Sahel (Mauritania, Mali, Níger, Chad y Burkina Faso) y de su fuerza conjunta, compuesta por unos 5 000 efectivos. A pesar del apoyo militar, el error de la estrategia de la UE y especialmente de Francia, en Malí fue limitar la ayuda a un aspecto netamente de seguridad. Sin ninguna duda la pobreza, la falta de servicios esenciales, abrió las puertas para que estos grupos ocuparan el vacío dejado por el estado prosperaran, agregándose un elemento no menor, no eran corruptos como el gobierno de Bamako. Es por ello, que las poblaciones terminaron aceptando vivir bajo las draconianas normas de los extremistas, terminando con siglos de una visión tolerante y abierta de la fe musulmana presente en Malí.
En 2018 los grupos terroristas que asolaban el país, escalaron su nivel de violencia, lo que derivó una mayor presencia francesa en el país, generando tensiones con sectores nacionalistas, muy presentes en las Fuerzas Armadas. El norte del país seguía en manos de grupos terroristas. No cabía duda que había fallas en la estrategia patrocinada por Francia en Malí, estaba fracasando. El avispero maliense consecuencia de una realidad sociopolítica muy compleja. Muchas operaciones antiterroristas, terminan siendo interpretados como un ataque a un grupo étnico en particular o como un acto de injerencia extranjera lo que abre nuevas tensiones explotadas por los yihadistas. El debilitamiento del estado se tradujo en el aumento del bandolerismo, que muchas veces se confunde con terrorismo. Las constantes divisiones entre los grupos, genera alianzas temporales, lo que conforma un serio desafío a los servicios de inteligencia.
En 2019 se llevaron a cabo 96 actos terroristas con 600 víctimas mortales. El nivel de inseguridad para las fuerzas terrestres de la misión liderada por Francia, llevó a incrementar los medios de movilidad aérea, como quedó reflejado en un importante despliegue de medios aéreos de la Fuerza Aérea británica, dado las limitaciones de transporte estratégico de las fuerzas francesas.
En 2020 el país se vio sacudido por un nuevo golpe de Estado, que terminó con la detención del presidente Ibrahim Boubacar Keita. La junta militar designó como su reemplazo al coronel Ba N’Daou, ex ministro de defensa en 2013. Naciones Unidas, la Unión Africana, como la CEDEAO, exigieron que los militares restablecieran el gobierno civil. El gobierno militar, declaró rápidamente que cumpliría con los acuerdos con la MINUSMA; la misión francesa, G5 Sahel, y mantendría la fuerza de tareas Takuba. El coronel Assimi Goïta, en diciembre fue designado vicepresidente y comenzaron los trabajos hacia un gobierno de transición, bajo la promesa de convocar elecciones. Esto no duró mucho tiempo y en 2021, el coronel Goïta asumió el poder. El pretexto fue que el gobierno de transición no estaba cumpliendo con los compromisos políticos asumidos. Pronto, Malí daría un giro político, que generó un rechazo abierto de Occidente, con el desembarco del grupo mercenario Wagner. Esto motivó que Estados Unidos estableciera un régimen de sanciones, que generó mayor malestar en Malí, azuzando el sentimiento antioccidental. Bajo este panorama, Bamako no solo recibiría ayuda rusa, sino también turca.
En este marco de alianzas cambiantes, apareció el Estado Islámico del Gran Sahara, nutrido por nómadas fulanis, en conflicto históricamente con los tuaregs. Esto fue objeto de verdaderas masacres. El ISGS, siglas como se conoce al citado grupo terrorista, extendió su influencia al vecino Níger, convirtiéndose una amenaza regional. En 2022 intensificó los ataques, extendiendo su influencia en el sureste del país, provocando oleadas de millares de refugiados. Estos grupos tienen por costumbre desatar matanzas e infundir el terror. En junio de dicho año, a raíz de las diferencias entre Bamako y París, la base de Ménaka, fue evacuada y entregada al ejército maliense, junto a medio centenar de soldados mercenarios del famoso grupo ruso Wagner. En este contexto el grupo islamista JNIM, liderado por el jefe tuareg Iyad Ag Ghaly, lanzó una ofensiva sobre las posiciones del ISGS, en un área lindante con Burkina Faso y Níger.
El llamado “Círculo de Menaka” está sometido al bloqueo del ISCG y la Coordinadora de Movimientos de Azawad, denunció la matanza de 500 civiles en manos del mencionado grupo yihadista. En septiembre de 2022, la cifra de personas asesinadas superaba el millar, como constataron fuentes independientes y las propias Naciones Unidas.
El régimen militar de Mali aceleró su distanciamiento de Occidente, a tal punto que el 18 de mayo de 2024, la misión de asistencia de seguridad de la Unión Europea – EUTM (European Union Training Mission in Mali) – se retirará del país.
Llegan los rusos
El nuevo régimen militar acusó a Francia apoyar los grupos yihadistas que dice combatir, para debilitarlo. El fracaso de la estrategia de los países occidentales contra el terrorismo salta a la vista generando hostilidad y desencanto por parte de la opinión pública local. Las Fuerzas Armadas malieneses en diez años de ayuda militar siguen siendo reducidas y con escaso material moderno. Rusia desembarcó con la entrega de 2 aviones de entrenamiento avanzado Aero L39 y varios aviones de ataque Sujoi Su 25 junto a un millar de combatientes del grupo Wagner – la mayor parte mercenarios sirios – y asesores militares rusos. La Fuerza Aérea de Malí pobremente equipada, en enero de 2023 recibió refuerzos desde Rusia con nuevos aviones de entrenamiento y ataque liviano L39ZO, elevando su número a 13, además de un helicóptero de ataque adicional Mi Mi35M (alcanzado el número de doce aeronaves de este tipo).
La alianza con Rusia quedó sellada con la visita a Moscú, del titular del ministerio de exteriores de Malí, Abdoulaye Diop en mayo de 2022. Rusia aprovechó las circunstancias para acusar a París de tener una “mentalidad colonial”. Francia quedó muy malparada con su repliegue del país y no haber logrado en tantos años de presencia en la región contener la escalada de violencia. El resultado del grupo Wagner, tuvo avances según medios africanos – el relato de los medios occidentales es completamente contrario – destacándose en su accionar acusaciones de violaciones de derechos humanos, especialmente con el ataque de la localidad de Moura, con 300 muertos. En cuanto al papel de la misión de Naciones Unidas, también está desdibujada, por no decir que es un fracaso, cuya existencia tocó fin en agosto de 2023. Los lazos con Rusia se fueron estrechando como quedó reflejado en una las conversaciones entre el titular de Exteriores ruso Sergei Lavrov y su par de Mali, Diop en febrero de 2024, donde acordaron el incremento de la ayuda humanitaria rusa que se materializó en miles de toneladas de alimentos, combustible y fertilizantes. En cuanto a la opinión pública, existe una postura claramente favorable a la presencia rusa en Malí (encuestas publicadas por medios europeos señalan un 84% de la población maliense está de acuerdo con la presencia rusa).
El 80% de la población de Malí aprueba la ayuda de Moscú.
En cuanto al llamado G5 Sahel, iniciativa de seguridad impulsada por Francia quedó también debilitada. Malí se retiró, siendo una victoria política del Kremlin, que paulatinamente está consolidando su papel político en la región del Sahel. El 16 de septiembre de 2023 los gobiernos de Malí, Burkina Faso y Níger formaron la Alianza de los Estados del Sahel, con una postura muy cercana al Kremlin. Este nuevo acuerdo reemplazó al G-5 impulsado por Francia y constituye un pacto defensivo. Las señales fueron claras por parte de este grupo, como quedó reflejado en mayo de 2024, cuando el régimen de Níger ordenó la salida de 1100 soldados de Estados Unidos y su reemplazo por fuerzas rusas. En 2023 el número de muertes por el terrorismo en los tres países citados fueron más de 23.000. La situación llevó a los gobiernos de la Alianza del Sahel anunciar en marzo de 2024 anunciar la formación de una fuerza conjunta para lidiar con los terroristas. En abril la nueva fuerza tuvo su primer gran éxito la eliminación de un importante líder del Estado Islámico, Abu Huzeifa alias ‘Hugo’, en la región maliense de Asongo fronteriza con Níger.
Los medios occidentales hacen hincapié en los abusos de las fuerzas malienses y sus flamantes nuevos amigos rusos, pero poco dicen de las masacres de los grupos islamistas, violaciones, secuestros de niñas, restablecer la esclavitud, además de la destrucción de valioso patrimonio histórico en Tombuctú (declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO) incluyendo el robo y/o daños irreparables a fuentes documentales, bibliotecas con un legado único, tumbas de antiguos líderes islámicos, etc. Esto generó unos 380.000 desplazados internos y miles de muertes.
En el drama maliense, se incorporan nuevos actores, entre ellos Turquía, que tiene su propia agenda en África. Esto viene de una estrategia lanzada en 1998, donde Ankara apostó a estrechar lazos con África. Las crecientes diferencias políticas entre Francia y Turquía, son un elemento clave que la diplomacia turca, ha sabido explotar con habilidad. Por medio de una estrategia de “soft power” Ankara, financió programas de ayuda sanitaria, construcción de mezquitas, la conexión aérea por medio de Turkish Airlines con Estambul, las capitales africanas y las grandes ciudades del mundo. Oficiales turcos se hicieron presentes y comenzaron a entrenar al ejército de Malí, además de proveer equipamiento, destacándose la llegada de drones de ataque Bayraktar TB2.
En noviembre de 2023 las fuerzas malienses tomaron el bastión rebelde del Kidal en el norte luego de una década de haberlo perdido en mano de las guerrillas tuareg, con apoyo del grupo ruso Wagner. Esto fue reconocido por el portavoz de la insurgencia tuareg, Mohamed Maouloud Ramadan, sobre la presencia de tropas de Malí en dicha ciudad.
Malí es un nuevo campo de batalla geopolítica. El Kremlin, ha logrado hacer pie, mostrándose como una verdadera alternativa a las potencias europeas, condenadas por la opinión pública local, por el pasado colonial. Francia no dejó buenos recuerdos y eso está presente en el inconsciente colectivo. La creciente competencia geopolítica, favorecerá la violencia terrorista, dado que los países del área, por razones políticas dejarán de cooperar. La respuesta fue la creación de la Alianza de los Estados del Sahel. La muerte de Prigozhin, líder del grupo Wagner, abre la posibilidad que sus efectivos pasen a control directo de Moscú, como quedó reflejado en las obras de mejoras de la base de esta empresa de mercenarios a 15 kilómetros del aeropuerto internacional de Bamako. Imágenes satelitales muestran un mayor número de vehículos, cambios en las edificaciones. Moscú anunció la creación de la Legión Africana, formada por antiguos contratistas de Wagner y de otras empresas de seguridad, pero dependiente directamente del Ministerio de Defensa ruso y amparada con acuerdos con estados africanos. Esto abre las puertas para una mayor influencia rusa. No cabe duda que, en Malí, Occidente ha sido derrotado. Las limitaciones mostradas por Francia y sus aliados, en la lucha contra el terrorismo, abre posibilidades que Rusia y China, se hagan más fuertes.
El cambio climático, la superpoblación, pobreza estructural, falta de acceso a servicios públicos mínimos, gracias a la presencia endeble o casi nula del Estado, genera condiciones ideales para la expansión del terrorismo. Rusia identificó estos problemas y por medio de ayuda humanitaria, a diferencia de Francia y sus socios de la UE, busca paliar la situación delicada de la población por años de guerra. Si el régimen de Bamako, no ataca los males de fondo, a pesar de la ayuda que recibe, el destino de Malí será muy incierto.
Un pasado legendario y un presente sumamente difícil.
La actual república de Malí, tiene una larga historia. Hacia el 900 a.C. en el valle del río Níger, aparecieron una serie de ciudades, destacándose el complejo de Djenne Djenno. En Malí se desarrolló aproximadamente en el siglo III hasta el siglo XII, el llamado Imperio de Ghana, Ghanata o Wagadou. Luego de su caída o desaparición, surgió el Imperio de Malí, 1226 a 1670, cuyo nivel cultural e importancia comercial trascendió las fronteras. Nacido como un pequeño reino mandinga, comenzó su expansión, controlando las costas del Atlántico en los actuales Senegal y Mauritania, extendiéndose a todo el valle del Níger hasta la frontera del país del mismo nombre. El esplendor cultural está reflejado en la Universidad de Sankoré y una valiosa biblioteca con miles de ejemplares, extendiéndose su reputación a todo el mundo islámico. La decadencia del imperio vino a fines del siglo XVI, con la derrota frente a los marroquíes, que habían tomado Tombuctú y destruido el impero Songay, para finalmente sucumbir ante las presiones de estados vecinos en 1625.
Los songays crearon su primer estado en torno a Gao en el siglo XI y en 1430, independizados de Malí, forjaron su propio imperio. En 1591, los marroquíes conquistaron Tombuctú, en el marco de la competencia por el control de las rutas comerciales. Pero su presencia, no duró más de un siglo. Su presencia fue debilitándose hasta ser reemplazados por reinos locales. En el siglo XVIII apareció el Impero Bambara, que perduró hasta 1861. El país fue escenario de la creación de distintos reinos e imperios.
El último imperio, fue el creado por Samori Turé, conocido como Wassoulou, su duración fue corta: 1878-1898. En 1882, entró en contacto con los franceses. En 1892, cayó su capital Bissandugu y ante la negativa de los británicos de vender armas, la situación de Turé se hizo comprometida. En 1898 derrotado, fue capturado y exiliado a Gabón donde murió. Así nació el Sudán Francés, como se denominó Malí bajo control de París. Las fronteras fueron impuestas por el gobierno colonial. En 1958 nació la República Sudanesa, que en 1959 se integró en la fallida Federación de Malí. En agosto de 1960, surgió la República de Malí, con Modibo Keita de presidente. Los tuaregs lideraron una rebelión que duró dos años. En 1974, el país vivió un proceso de socialización de la economía y un viraje a la izquierda, recibiendo apoyo de la Unión Soviética – de ahí el recuerdo de sectores de la sociedad sobre la ayuda rusa – hasta que en los 90, dado la crisis económica y las exigencias de democratización, el país inició un camino hacia una democracia pluripartidista, pero endeble, como quedó reflejado en la crisis de 2012 que derivó un conflicto armado que persiste hasta el día de hoy.
La República de Malí, un país de 1.241.238 km2 y una población de 21.9 millones de habitantes. Desde el golpe de estado de 2021 vive bajo un régimen de transición. En 2023 fue aprobada una reforma constitucional que eliminó al francés como lengua oficial. El 97% de la población es musulmana. Se hablan más de una docena de idiomas y estamos ante un país multiétnico. Estamos ante un país subdesarrollado, donde la agricultura absorbe gran parte de la mano de obra, siendo el principal producto de exportación, el algodón. Desde fines de los 90, el oro es otro producto estrella para la economía del país. No obstante ello, estamos ante un país con altos índices de mortalidad infantil del mundo y donde el 80% de la población vive en el campo.
Especial para LA POLIS. Desde Buenos Aires