La foto de la celebración del triunfo electoral de Donald Trump en Palm Beach es una verdadera radiografía sobre la composición y jerarquía de su círculo de poder, integrado por su familia –como en la primera presidencia- y por nuevos asesores.
El lugar de mayor privilegio se lo lleva Lara Trump, la mujer de Eric Trump y actual copresidenta del Comité Republicano, cargo al que accedió por su cercanía al mandatario electo. Lara fue una de las encargadas de la movilización del voto desde el inicio del sufragio anticipado y ese éxito probablemente le valga un lugar especial en el nuevo círculo de poder y gobierno de Trump. Ese puesto – determinante- fue ocupado en la primera presidencia por el empresario Jared Kushner, marido de Ivanka Trump. Blanco de fuertes críticas entre 2016 y 2020, el matrimonio Kushner-Trump casi no participó de esta campaña.
El analista principal del diario israelí «Yedioth Aharonoth», Ron Ben-Yishai, señaló: «Durante su primer mandato, Trump contó con la constante presencia e influencia de su hija Ivanka y, especialmente, de su yerno judío Jared Kushner, quien tuvo un gran impacto sobre él. Todos los logros alcanzados por Israel en ese periodo —los Acuerdos de Abraham, el traslado de la embajada a Jerusalén y el reconocimiento de los Altos del Golán— fueron principalmente gracias a Kushner. Por otro lado, los fracasos importantes, especialmente la retirada del acuerdo nuclear, que aceleró el avance de Irán en el enriquecimiento de uranio, se debieron a la influencia directa de Netanyahu sobre Trump. Sin embargo, desde el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, los Kushner decidieron apartarse de la política de Trump. Se mudaron a la mansión que adquirieron en Miami, y durante la última campaña, Ivanka evitó sistemáticamente expresar ningún apoyo público hacia su padre. Aunque la pareja apareció junto a Trump en un acto reciente, ambos dejaron claro que no participarán esta vez en su administración, lo que supone malas noticias para Israel y Marruecos». (Nota de la cita de Yedioth Aharanoth).
Cabe señalar que Kushner sigue explotando sus contactos de los tiempos de Trump para hacer negocios con varios países árabes, incluido Marruecos. Su ausencia privará a los líderes marroquíes de uno de sus principales aliados, y decimos «aliado» porque Kushner trató el tema palestino y saharaui, con todas sus complejidades históricas e ideológicas, como si fuera una simple operación inmobiliaria de compra y venta. Así, su «Acuerdo del Siglo» y los posteriores acuerdos de normalización no fueron más que un fracaso político y estratégico. En cuanto al traslado de la embajada y el reconocimiento del Golán, esas decisiones, aunque simbólicas, solo evidenciaron los objetivos definitivos de la desmedida agenda israelí, más allá de la diplomacia convencional.
Respecto a los acuerdos de normalización, estos se limitaron a varios países que ya habían dado pasos previos en esa dirección, y no alcanzaron el nivel que Kushner y Trump deseaban, a pesar de las presiones y los incentivos ofrecidos. El hecho de que el «acuerdo» y la expansión de la normalización fracasaran a pesar de la presencia de Kushner explica su ausencia en el próximo gobierno de Trump. Esto es especialmente relevante en un contexto en el que el nuevo inquilino de la Casa Blanca, impredecible por naturaleza, tiende a enfocarse en la política interna y evitar compromisos militares, mientras que Netanyahu, en cambio, aviva las llamas en busca de sus ilusiones de «victoria total» y un «nuevo orden en Oriente Medio».
En su mensaje de felicitación a Trump, el rey de Marruecos, Mohamed VI, le expresó a Trump su gratitud por el reconocimiento de la soberanía de Rabat sobre el Sáhara Occidental, que tachó de “gesto memorable” que selló un vínculo aún más sólido con EE.UU. Para el monarca, fue “un hito y un punto de inflexión, reflejo de la verdadera profundidad de esta relación especial y secular, que abre la perspectiva de una cooperación aún mayor y de una asociación estratégica más amplia”.
Trump no sabe en un para donde encuentra el Sáhara Occidental, pero su yerno, Kushner, presionó para que Marruecos se incorporase a los llamados Acuerdos de Abraham mediante los cuales varios países árabes normalizaron sus relaciones con Israel. El precio que puso Rabat para establecer relaciones diplomáticas con Tel Aviv fue el reconocimiento de que el Sáhara es marroquí.
¡Apoya al periodismo libre!
Su generosidad nos permite avanzar en nuestra misión y trabajar hacia un futuro mejor para todos.
Nuestra campaña se centra en promover la justicia, la paz y los derechos humanos en el Sáhara Occidental. Creemos firmemente en la importancia de comprender el origen y la complejidad de este conflicto para poder abordarlo de manera efectiva y trabajar hacia una solución que respete los derechos y la dignidad de todas las partes involucradas.