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20 octubre 2025

El Sáhara Occidental ante la traición del derecho: entre la ocupación, el silencio y la manipulación diplomática

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Por Ana Stella


Cincuenta años después del inicio de su tragedia moderna, el Sáhara Occidental continúa siendo un territorio secuestrado entre el cálculo político, la hipocresía internacional y la inercia colonial. Lo que debía resolverse mediante un referéndum de autodeterminación se ha transformado en un proceso de absorción de facto por parte de Marruecos, sostenido por alianzas militares, intereses económicos y la pasividad de quienes un día se comprometieron a garantizar la descolonización.

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Militarización del territorio ocupado

  El desierto saharaui se ha convertido en un laboratorio de guerra. Marruecos ha desplegado en los territorios ocupados nuevas armas de fabricación extranjera, entre ellas drones kamikaze de tecnología israelí, ensayados sobre suelo saharaui. La ocupación no se limita ya al control policial o administrativo: se ha militarizado cada kilómetro de arena.

  Esta estrategia persigue tres objetivos: consolidar la soberanía de facto, disuadir al Frente Polisario y proyectar poder regional. La militarización del Sáhara Occidental convierte un territorio pendiente de autodeterminación en un campo de pruebas donde se entierra, con cada explosión, la promesa de un referéndum libre.

Paz regional sin justicia

  En paralelo, se habla de un inminente acuerdo de paz entre Marruecos y Argelia, anunciado bajo el pretexto de estabilizar el Magreb. Sin embargo, esa “paz” corre el riesgo de ser una paz sin justicia. Si se construye al margen del pueblo saharaui, no será más que una tregua entre potencias que consolidará el statu quo de la ocupación.

  Argelia, históricamente defensora del derecho de autodeterminación, podría verse empujada a aceptar un pacto que debilite su posición tradicional. Estados Unidos y otras potencias impulsan esa reconciliación con fines geoestratégicos: aislar al movimiento saharaui y rifeño, reforzar los corredores energéticos y garantizar estabilidad artificial a cambio de silencio.

  La historia demuestra que toda paz impuesta sin reparación acaba convertida en preludio de nuevos conflictos.

La diplomacia del borrado

  En el seno de la ONU se gesta un intento de reformular la cuestión del Sáhara Occidental. El nuevo proyecto de resolución del Consejo de Seguridad pretende reducir el mandato de la MINURSO y redefinir el conflicto como una “disputa regional” en lugar de un proceso de descolonización. En esa reconfiguración semántica se esconde la trampa: al eliminar la palabra “autodeterminación”, se elimina también al sujeto político saharaui.

  El plan de autonomía marroquí, promovido con insistencia, se presenta como solución “realista”. En realidad, equivale a legalizar la ocupación, anulando el derecho a decidir que consagra la Carta de las Naciones Unidas. Se quiere cerrar el expediente sin escuchar a los colonizados.

  La diplomacia contemporánea se ha vuelto el arte de borrar con elegancia lo que no conviene.

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España y el silencio cómplice

España, potencia administradora, asiste al drama con la serenidad del que prefiere no mirar. El gobierno evita cualquier mención directa al Sáhara Occidental, incluso cuando se le pregunta por su responsabilidad histórica. En la esfera mediática, los territorios ocupados aparecen en mapas, reportajes o programas turísticos como parte integral de Marruecos.

  No se trata de un error cartográfico, sino de una operación política: borrar el conflicto de la conciencia colectiva española. Esa omisión, más que neutralidad, es complicidad. Un país que abandonó su responsabilidad en 1975 no puede pretender hoy que el asunto no le incumbe.

Marruecos y la diplomacia del poder

El reino alauí ha perfeccionado una política de influencia sostenida en tres pilares:

1. Militarización tecnológica, apoyada por socios israelíes y norteamericanos.

2. Legitimación diplomática, a través de acuerdos bilaterales que sustituyen el derecho por el pragmatismo.

3. Control informativo, orientado a presentar la ocupación como “integración territorial”.

  El resultado es una ocupación moderna, disfrazada de progreso y cooperación, respaldada por la complacencia de Occidente. Marruecos ya no necesita justificar su presencia en el Sáhara: la normaliza mediante hechos consumados y un relato cuidadosamente diseñado.

Rusia, equilibrio y límites

  Mientras tanto, Rusia mantiene una postura ambigua pero coherente con la legalidad internacional: reconoce las resoluciones de la ONU y el principio de autodeterminación, pero evita confrontar abiertamente a Rabat. Moscú se sitúa en una posición de equilibrio, ofreciendo respaldo diplomático al proceso onusiano y oponiéndose a soluciones unilaterales. Su actitud contrasta con la de las potencias occidentales, que privilegian la estabilidad aparente sobre la justicia real.

Los saharauis: resistencia y memoria

  Entre la propaganda y el silencio, el pueblo saharaui sigue existiendo. En los campamentos de refugiados, en la diáspora, en las ciudades ocupadas. Cada aniversario de la Unidad Nacional recuerda que la identidad saharaui no se borra con mapas ni con tratados. Medio siglo de resistencia ha demostrado que ningún muro puede encerrar una causa justa.

  Su lucha no es solo política, sino moral: la de un pueblo que exige el cumplimiento de una promesa que la comunidad internacional firmó y después traicionó.

  El Sáhara Occidental es hoy un espejo de la degradación del orden internacional. Se habla de paz mientras se entierra el derecho; se invoca la estabilidad mientras se legitima la injusticia. Marruecos ha logrado imponer una ocupación sofisticada, amparada por los intereses de las grandes potencias y por el silencio de España.

  Pero los principios no prescriben. Ninguna ocupación, por moderna que sea, puede borrar la evidencia de un pueblo que no ha sido consultado sobre su destino. La justicia internacional no se mide por la fuerza de los tratados, sino por la fidelidad a los compromisos fundacionales: soberanía, autodeterminación y dignidad.

  Mientras esos valores sigan pendientes, el conflicto del Sáhara Occidental no habrá terminado.

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