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12 noviembre 2024

¿Es reversible el reconocimiento en el Derecho Internacional? El caso de la República Saharaui y la influencia de Marruecos

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✍️ Ahmed Omar, Campamentos de Refugiados Saharauis

Madrid (ECS).- ¿Puede un Estado dar marcha atrás en el reconocimiento de otro en el derecho internacional? Y más importante aún, ¿quién es verdaderamente afectado por este tipo de prácticas: la entidad reconocida o el Estado que, inestable en su soberanía, decide revertir decisiones pasadas bajo presiones externas? El caso de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD) y los vaivenes diplomáticos de ciertos Estados, como Ecuador, es un claro ejemplo de cómo estos actos de retirada de reconocimiento, que a menudo parecen estar al servicio de intereses externos, pueden minar la reputación y soberanía de los países involucrados más que afectar la legitimidad de la RASD.

Camino hacia la República Árabe Saharaui Democrática

El 14 de noviembre de 1983, la República Saharaui y la República Ecuatoriana establecieron relaciones diplomáticas. Sin embargo, estas fueron canceladas el 19 de junio de 2004, solo para ser restablecidas el 8 de febrero de 2006. En una repetición del patrón de influencias externas, Ecuador volvió a cancelar estas relaciones el 22 de octubre de 2024. Pero, como ha demostrado la historia reciente, no será una sorpresa si en breve esas relaciones son nuevamente restablecidas. La pregunta que surge es: ¿qué gana un Estado con estas idas y venidas? Marruecos, el gran orquestador de estas presiones, promete recompensas y beneficios que, en la mayoría de los casos, jamás se concretan, dejando a estos Estados atrapados en una vergonzosa danza diplomática que socava su propia estabilidad y credibilidad internacional.

Marruecos y la diplomacia de la deuda: promesas vacías y realidades ocultas

El caso de Ecuador no es un hecho aislado, sino parte de una tendencia que Marruecos ha cultivado con muchos países en África, América Latina, e incluso en Europa. A través de la manipulación de sus alianzas diplomáticas y de promesas grandilocuentes, Marruecos ha buscado aislar a la RASD y asegurar su ocupación del Sáhara Occidental. Sin embargo, estas promesas rara vez se cumplen. Marruecos, un país cuya deuda externa ha crecido exponencialmente y cuya población enfrenta altas tasas de pobreza, ha utilizado un tipo de diplomacia que parece más basada en ilusiones que en realidades tangibles.

Un ejemplo claro es la visita del rey de Marruecos a Sudán del Sur, donde prometió la construcción de una capital que sería un «ícono cívico» para toda África. Sin embargo, la realidad en Marruecos contradice estas promesas. Las propias ciudades marroquíes están plagadas de pobreza, falta de infraestructura y una desigualdad creciente que pone en evidencia la audacia y falta de vergüenza con que Marruecos opera en la arena internacional.

¿Cómo puede Marruecos prometer construir una capital para Sudán del Sur cuando sus propias ciudades enfrentan una falta crónica de servicios básicos? Este tipo de promesas vacías no solo exponen la falta de seriedad del gobierno marroquí, sino que también arrastran a los países que optan por seguir su juego, comprometiendo su propia reputación y autonomía diplomática.

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La República Saharaui: Un reconocimiento que no se puede borrar

A pesar de estas maniobras, la realidad legal es que el reconocimiento de la RASD, una vez otorgado, es reversible en el marco del derecho internacional. Aunque algunos Estados, bajo presión, han optado por suspender o retirar su reconocimiento de la RASD, esto no tiene un impacto directo en el estatus legal de la República Saharaui, que sigue siendo reconocida por más de 80 países y es miembro pleno de la Unión Africana.

Además, la retirada del reconocimiento no cambia el hecho de que el derecho internacional y las resoluciones de las Naciones Unidas siguen afirmando el derecho del pueblo saharaui a la autodeterminación. De hecho, estos movimientos diplomáticos no solo carecen de una base legal sólida, sino que exponen la fragilidad y vulnerabilidad de los Estados que permiten que sus decisiones soberanas sean manipuladas por intereses externos.

Los países influenciados: ¿Repúblicas Bananeras?

El verdadero daño de estas retiradas de reconocimiento lo sufren los países que las implementan. Estos Estados, al plegarse a las presiones de Marruecos, se transforman en lo que muchos analistas denominan «repúblicas bananeras»: países cuyas políticas exteriores son volátiles, incoherentes y, en última instancia, manipulables. La cancelación y posterior restablecimiento de relaciones diplomáticas no solo afecta su reputación, sino que mina su propia credibilidad en el escenario internacional.

Promesas de inversiones, ayudas económicas o cooperación bilateral rara vez se materializan. Marruecos, sumido en problemas económicos y sociales internos, no está en condiciones de cumplir con las promesas que hace a estos países. Lo que queda, entonces, es un Estado que ha comprometido su posición diplomática a cambio de promesas vacías, arriesgando su soberanía y su credibilidad a largo plazo.

La RASD sigue en pie, Marruecos y sus promesas no

El reconocimiento de la RASD es un acto que no puede ser borrado con simples presiones diplomáticas. Mientras Marruecos continúe extendiendo promesas vacías a países que se dejan influenciar por sus intereses, lo único que logrará será comprometer la integridad y reputación de esos Estados, no la legitimidad de la causa saharaui. La República Saharaui sigue siendo un estado reconocido en el derecho internacional, y aquellos que ceden ante las presiones marroquíes solo demuestran una falta de coherencia en su política exterior, reflejando una vergonzosa dependencia de promesas que, en su gran mayoría, nunca se cumplen.

La historia ya ha mostrado que las decisiones soberanas basadas en principios firmes son mucho más duraderas que los acuerdos diplomáticos basados en intereses temporales y presiones externas. Y aunque algunos países decidan temporalmente dejar de reconocer a la RASD, las bases legales y morales que sostienen el derecho a la autodeterminación del pueblo saharaui permanecen sólidas.

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