«En Marruecos 26 años de reinado y de desigualdades que se disparan», titula el diario francés Mediapart su análisis con motivo del aniversario de la entronización del rey de Marruecos Mohamed VI en 1999.
Mediapart | ECS
París (ECS).- A principios de julio, se organizó una «marcha por la dignidad» en una de las regiones más marginadas de Marruecos. Fue un duro recordatorio de las desigualdades que configuran el país y un gran desafío para la supervivencia del régimen de Mohamed VI.
El 9 de julio, cientos de lugareños, hombres y mujeres, de una aldea situada en el corazón del Alto Atlas marroquí, el valle de Aït Bouguemez, organizaron una larga marcha, denominada «Marcha de la Dignidad». Si bien la región es una de las más hermosas del país, también es una de las más marginadas. Los manifestantes pretendían llegar a la ciudad de Azilal, a unos 100 kilómetros de distancia, para realizar una sentada frente a la oficina provincial del gobernador.
Sus reivindicaciones son eminentemente sociales, vinculadas a necesidades muy básicas: en Aït Bouguemez, no hay carreteras, ni hospitales, ni escuelas, ni redes telefónicas, ni conexión a Internet, etc. Es la primera vez que una acción de esta naturaleza y envergadura es llevada a cabo por los habitantes de una de las regiones más aisladas del reino.
Apodado el «Valle Feliz», Aït Bouguemez es comúnmente conocido por la belleza de sus paisajes, lo que lo convierte en un destino popular para los amantes de la escalada y el senderismo. Sus habitantes, por su parte, siguen viviendo en la Edad de Piedra…
La situación en el «Valle Feliz» no es un caso aislado en Marruecos. La mayoría de las regiones bereberes del Medio y Alto Atlas sufren la misma suerte, consecuencia de una política social desigual que se remonta a la independencia (1956), separando, según el viejo adagio del mariscal Lyautey, al «Marruecos útil» del «Marruecos inútil» y manteniendo a este último en un estado de marginación casi estructural.
En septiembre de 2023, el terremoto que devastó la región de Al-Haouz (casi 3.000 muertos), en el Alto Atlas, levantó el velo sobre la dura realidad de lo que también se llama «el otro Marruecos»: el aislamiento y la falta de infraestructuras habían hecho particularmente difícil el suministro de alimentos y ayuda material.
Al día siguiente de su ascenso al trono a los 35 años, el 30 de julio de 1999, el rey Mohamed VI visitó comunidades rurales muy remotas, en particular en el Rif, una región paria del noreste, lo que se percibió, en aquel momento, como una voluntad al más alto nivel del Estado de priorizar el desarrollo endógeno, teniendo como blanco, en particular, a este «Marruecos inútil».
«Pero 26 años después, las mismas desigualdades estructurales persisten a falta de voluntad política para ponerles fin o, al menos, limitar sus consecuencias.»
Un TGV (AVE) que atraviesa pueblos aislados
A esta marginación se suma lo que se considera un verdadero desafío para el Estado marroquí, un desafío no solo para el desarrollo del país, sino también para la propia estabilidad del régimen: el desempleo juvenil. Las cifras oficiales son alarmantes.
Según el informe del último censo nacional de población, que se realizó en 2024, la tasa de desempleo en Marruecos alcanzó el 21,3%, un aumento preocupante en comparación con 2014 (16,2%). Otras cifras oficiales más recientes corroboran estos datos y también ponen de relieve profundas desigualdades de género. El Alto Comisionado para la Planificación (HCP) indica que, en julio de 2025, el desempleo entre los jóvenes de 15 a 24 años alcanzó el 36,7%, con importantes disparidades de género en el acceso al mercado laboral y la educación. Presenta otra cifra alarmante: el 61% de las mujeres rurales pertenecen al grupo de jóvenes ninis (ni trabajan, ni estudian, ni se forman).
«En 2023 se registraron casi 300.000 abandonos escolares, sobre todo en zonas rurales y regiones de habla bereber.»