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01 enero 2025

La región del Sahel en 2025, nuevo escenario de «guerra proxy» entre Occidente y Rusia

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En todo el continente africano, los conflictos existentes se están intensificando y las rivalidades latentes están resurgiendo.
Por Lehbib Abdelhay

EDITORIAL

Cae el telón sobre los últimos escenarios del año 2024 en la región africana del Sahel, y aunque este vasto desierto ha permanecido monótono durante muchas décadas, el último escenario llegó para romper su habitual monotonía. Nadie esperaba que el año 2024 concluyera con la expulsión de las fuerzas francesas, y que cientos de militares rusos las sustituirían, y que Moscú estará más cerca que París de muchos de los gobiernos del continente africano. París había desplegado más de 5.000 soldados en el Sahel para luchar contra el terrorismo, mientras que los rusos, a su vez, enviaron sus mercenarios de «Wagner» para ayudar en la misma misión, en la que los franceses fracasaron. El terrorismo sigue en expansión y este año ha atacado incluso en el corazón de los países del Sahel como nunca antes. Tantos los rusos como los franceses fracasaron en su primera misión; derrocar al terrorismo yihadista.

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El terrorismo no fue sólo una excusa para la intervención militar rusa, sino más bien el pretexto perfecto para que los ejércitos de los países del Sahel dominaran al gobierno con sendos golpes militares que hundieron en el caos a los tres países; Mali, Níger y Burkina Faso, en una grave crisis con sus vecinos en la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), que derivó en una ruptura y retirada total de los tres países de la organización regional, que hasta hace poco representaba el sueño de integración económica.
Además del terrorismo yihadista y el aislamiento regional, en 2025 se esperan graves repercusiones del cambio climático para los países del Sahel. La sequía afectó a muchos cultivos agrícolas y luego llegaron las inundaciones que destruyeron lo que quedaba de los cultivos y pueblos dispersados en la sabana del Sahel, provocando la muerte de miles y el desplazamiento de millones en Níger, Chad, Mali y Burkina Faso.
La salida de las fuerzas francesas
El Sahel, clasificado como una de las regiones más pobres y frágiles del mundo, representó el segundo frente de la guerra ruso-ucraniana y es uno de los escenarios capitales del conflicto de poder entre Occidente y Rusia. Más allá de la influencia política y estratégica, el Sahel será el nuevo escenario para una confrontación directa por el dominio de las minas de oro, el uranio, los yacimientos petrolíferos y los vastos recursos naturales que alberga el subsuelo de un desierto habitado por casi 100 millones de personas, la mayoría de las cuales viven en extrema pobreza.
Se puede decir que el año 2024 supuso un punto de inflexión en la historia de la presencia militar francesa en la región del Sahel, sobre todo desde que los franceses entraron en la región a principios del siglo XIX, bajo cobertura comercial y económica, pero rápidamente viraron hacia un colonialismo militar y político, bajo el cual los franceses dominaron la región durante más de un siglo. Después de la independencia de estos países, Francia permaneció militarmente presente bajo sendos acuerdos de cooperación militar y de seguridad.
La presencia militar francesa en el Sahel aumentó en 2013, después de que Al-Qaeda se estableciera en esa región africana, para convertirla en un centro de sus actividades tras los varapalos que recibió en Afganistán e Irak, y al mismo tiempo para aprovechar el caos que se extendió por la región tras la caída del régimen del coronel libio Muammar Gaddafi en 2011. En ese momento, los franceses comenzaron a liderar la “guerra global contra el terrorismo” en el Sahel y lanzaron la operación militar “Serval” en enero de 2013. Que en 2014 se renombró en la operación militar “Barkhane”, en la que los franceses gastaron mil millones de euros anuales, y en la que desplegaron más de 5.000 soldados divididos en los países de Mali, Níger, Burkina Faso y Chad.
A raíz de esta feroz guerra entre los franceses y Al-Qaeda, y de la notable proliferación de las tropas francesas en las calles de las ciudades sahelianas, el sentimiento anti-francés se intensificó entre los círculos populares, lo que llevó al colapso de los regímenes políticos leales a París, dando paso a jóvenes militares que tomaron el poder en Mali, Níger y Burkina Faso. La primera decisión que tomaron fue “revisar” la relación con Francia, revisión que terminó en una ruptura total sin paliativos.
Las fuerzas francesas hicieron las maletas y abandonaron Mali, luego Burkina Faso y Níger, pero la mayor sorpresa llegó el 28 de noviembre de 2024, cuando Chad decidió poner fin al acuerdo de cooperación militar con Francia, que siempre había sido descrita como un “aliado estratégico” de Francia y Occidente en la región.
De hecho, los franceses comenzaron a hacer sus maletas y abandonar Chad sin demora; los cazas franceses “Mirage” se retiraron de su base militar en la capital de Chad, Yamena, el martes 10 de diciembre de 2024, mientras comenzaban las conversaciones sobre un plan para la extracción de más de mil soldados franceses que estaban presentes en Chad.
Los franceses decidieron adaptarse a la nueva situación en África, cuando se dieron cuenta de la cantidad de esfuerzos desperdiciados en intentar confrontar y presionar a los regímenes militares aliados de Rusia, ya que estos regímenes no dejan de “humillar” a la antigua potencia colonial con decisiones “provocadoras” como la detención de 4 empleados de la embajada de Francia en Burkina Faso, acusados ​​de espionaje, y que tras un año de prisión fueron liberados gracias a la mediación liderada por el rey marroquí Mohamed VI el 19 de diciembre de 2024.
En Níger, la junta militar golpista decidió, en junio de 2024, cancelar la licencia de una empresa francesa que explotaba una mina de uranio en el norte del país, al igual que Mali y Burkina Faso, que previamente habían decidido impedir a los medios franceses retransmitir en el país luego de que los acusaran de publicar noticias falsas.
Estas decisiones son parte de un proceso que confirma que el “rechazo” hacia los franceses en los países del Sahel se ha convertido en una decisión final que tiene como objetivo romper definitivamente con el sometimiento del antiguo colonialista. Ante el temor de que esta brecha se expandiera hacia otros países africanos aún cercanos a París, los franceses desarrollaron un plan para reestructurar su presencia militar en África, reduciendo sus tropas desplegadas en Senegal, Costa de Marfil, Gabón y Yibuti.
El presidente francés, Emmanuelle Macron, asignó la tarea de preparar este plan a Jean-Marie Bockel, cuando lo nombró en febrero de 2024 agente enviado especial a África, misión que completó en unos 10 meses, tras lo cual presentó un informe especial a Macron, el 27 de noviembre del año pasado, aconseja reducir al mínimo el número de fuerzas francesas estacionadas y transformar las bases militares en “centros” más flexibles y ágiles, cuyo objetivo es centrarse en el entrenamiento militar y la recopilación de información de inteligencia y fortalecimiento de alianzas estratégicas.
Expulsión de los norteamericanos
Cuando durante las últimas dos décadas todo el mundo hablaba del despliegue militar francés y de la influencia que París disfrutaba en el Sahel y en África occidental, los estadounidenses estaban presentes pero en silencio, desplegando cientos de soldados de sus fuerzas especiales en Níger para ayudar a este país en su guerra contra grupos como Al-Qaeda, Boko Haram e ISIS. En el curso de sus operaciones, los estadounidenses utilizaron una base aérea ubicada en la región de Agadez, que albergaba drones que les permitían monitorear el desierto del Sáhara y trazar los movimientos de Al Qaeda desde el sur de Libia hasta el norte de Mali.
Los estadounidenses siguen siendo fieles a la estrategia de una presencia militar silenciosa en África, a diferencia de sus aliados franceses y sus rivales rusos, pero las recientes transformaciones en la región del Sahel los obligaron a salir al exterior o más bien fueron forzados, especialmente cuando el grupo «Wagner» comenzó a gozar de influencia en Níger. Luego, EE.UU informó al régimen de Niamey que no había lugar para que «Wagner» accediera a un país en el que están presentes. Pese a ello, Níger optó por inclinarse hacia Rusia y Wagner, por lo que los estadounidenses decidieron en agosto de 2024 retirar sus fuerzas de Níger y cerrar su base aérea militar en el norte del país.
Ante el escenario resultante, los estadounidenses anunciaron un plan para reposicionar sus fuerzas en África Occidental, por lo que Washington se dirigió hacia Ghana, Costa de Marfil y Benín, países que aumentaron su nivel de cooperación militar con Estados Unidos, y recibieron la ayuda militar que estaba dirigida a Níger, en forma de blindados y otros vehículos militares.

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La alternativa rusa
Rusia, presente en Libia y la República Centroafricana hace años, aprovechó la disminución de la influencia occidental en la región del Sahel, así como el rechazo generado, y desplegó cientos de combatientes de Wagner primero en Mali, luego en Burkina Faso y Níger, firmando importantes acuerdos de seguridad con estos países. Pero el año pasado, Moscú intentó elevar el nivel de su alianza con los países del Sahel a niveles más altos. Además de la asociación militar y de seguridad, los rusos aspiraban a una asociación económica y comercial para blindar y/o afianzar más su relación. Quizás el acontecimiento más destacado en este sentido fue una gira realizada por una delegación rusa encabezada por el viceprimer ministro Alexander Novak, a finales de noviembre pasado, que le llevó a los tres países del Sahel: Mali, Burkina Faso y Níger.
El objetivo de la gira es reforzar la asociación económica, con una clara orientación rusa hacia el campo energético. La delegación rusa incluyó a empresarios y figuras del sector energético, entablando conversaciones sobre acuerdos para establecer plantas de producción de energía solar que empresas rusas implementarían en los tres países mencionados. En septiembre pasado, los presidentes de Mali, Burkina Faso y Níger firmaron un acuerdo con la Agencia Espacial Rusa, según el cual la agencia rusa proporcionará a estos países “imágenes de satélite” para fortalecer el control fronterizo y mejorar las comunicaciones, Rusia se convirtió en el ojo guardián de los países del Sahel después de que se cerrara el ojo francés. A esto se suma el éxito de Rusia al jugar la carta de la seguridad alimentaria. El trigo ruso fue el embajador más importante de Moscú en los países del Sahel, y el año pasado Moscú se convirtió en el mayor proveedor de cereales para estos países que enfrentan grandes problemas para satisfacer sus necesidades alimentarias. El trigo ruso controla ahora un tamaño de mercado estimado en 100 millones.
A pesar de los avances logrados por Rusia en la región africana del Sahel, Moscú admitió la primera derrota que sufrió la compañía privada “Wagner” desde que comenzó a luchar junto al ejército maliense hace varios años. Esto se produjo cuando el ritmo de las batallas se intensificó entre el ejército de Malí y los rebeldes del Azawad, tras la retirada unilateral de Malí del Acuerdo de Argel, firmado entre ambas partes en 2015, mediante el cual alcanzaron una tregua que duró casi una década. Pero la tregua terminó cuando los malienses decidieron avanzar hacia el norte, donde tenían su base los rebeldes.
El ejército maliense, apoyado por Wagner, logró hacerse rápidamente con el control de las principales ciudades del norte, hasta que lo único que restaba bajo control de los rebeldes fue una pequeña aldea llamada Tinzaouaten, localizada en la frontera con Argelia. En donde a finales de julio de 2024 tuvo lugar una de las grandes batallas del movimiento Azawad, en la que fueron abatidos decenas de soldados del ejército maliense y de Wagner, siendo varios de ellos capturados. Wagner quedó amargamente derrotado.
Fue una derrota repentina y humillante, sobre todo cuando los rebeldes publicaron vídeos de decenas de cadáveres carbonizados, algunos de los cuales pertenecían a combatientes de Wagner (80 cadáveres), incluido el comandante de la división que prestaba apoyo al ejército maliense para recuperar el control del norte de Mali.
La sorpresa ucraniana
Lo sorprendente después de la derrota de Wagner y del ejército maliense en la “Batalla de Tinzaouaten” es el descubrimiento del papel desempeñado por Ucrania en el apoyo a los rebeldes del movimiento azawadí de CSP-DPA (ahora FLA) para quebrantar el orgullo de Rusia, humillando a Wagner, como se confirmó por fuentes militares y de seguridad ucranianas.
Varias fuentes fiables confirman a ECSaharaui que los rebeldes del norte de Mali recibieron entrenamiento especial en Ucrania y que se beneficiaron de drones suministrados por Kiev, que les permitieron ganar la batalla rápidamente, además de información de inteligencia que les proporcionó la agencia ucraniana, que tuvo una gran responsabilidad en la derrota sufrida por las fuerzas Wagner y el ejército de Malí.
De hecho, Ucrania no tenía ninguna influencia en la región africana del Sahel y su presencia no superaba las embajadas medio inactivas, pero de repente infligió a Rusia su primera gran derrota en el desierto del Sáhara, y empezó a aspirar a algo más que eso. Sin embargo, una semana después de la “Batalla de Tinzaouaten”, Mali anunció la ruptura de sus relaciones diplomáticas con Ucrania, seguido de Níger y Burkina Faso. Bamako también presentó una denuncia ante el Consejo de Seguridad de la ONU acusando a Ucrania de apoyar el “terrorismo” en el Sahel. A pesar de los avances de Rusia en el Sahel, en el año 2024 se dió la primera derrota del Grupo Wagner desde que comenzó a luchar junto al ejército de Malí.
La creciente amenaza terrorista
En 2024, los ejércitos de los países del Sahel intensificaron su guerra contra las organizaciones terroristas y lograron importantes avances, eliminando a cientos de combatientes de Al-Qaeda e ISIS. A esto contribuyó la asociación con Rusia y el hecho de que los ejércitos del Sahel obtuvieran armas rusas avanzadas, como fue el caso. Un factor decisivo lo representaron también las operaciones selectivas con el dron turco de Bayraktar, que eliminó a cientos de combatientes.
Pero el paso más importante de la guerra se produjo el 6 de marzo de 2024, cuando los líderes de los ejércitos de Malí, Níger y Burkina Faso anunciaron el establecimiento de una “fuerza militar conjunta” para enfrentar a los grupos terroristas activos en la región, especialmente en las zonas fronterizas, lo que ha reducido la capacidad de las organizaciones terroristas para cruzar las fronteras.
Mientras tanto, los países del Sahel decidieron elevar el nivel de esta cooperación a principios de julio de 2024, formando la “Coalición de Estados del Sahel”. Con el objetivo de unificar sus esfuerzos en el ámbito de la lucha contra el terrorismo, pero también sus posiciones políticas, económicas y estratégicas, antes de avanzar hacia la formación de una moneda unificada y un pasaporte unificado.
Mientras tanto, las organizaciones terroristas no pararon de lanzar sus ataques en los tres países, y quizás el atentado más importante del año pasado fue el perpetrado por Al-Qaeda el 17 de septiembre contra un aeropuerto militar y una escuela de gendarmería de la capital maliense, Bamako. El ataque, que dejó más de 70 muertos, constituyó una grave brecha de seguridad, mediante la cual la organización terrorista demostró su capacidad para llegar a una de las zonas militares más sensibles en el corazón del Estado maliense.
El 28 de enero de 2024, los regímenes militares gobernantes en Mali, Níger y Burkina Faso anunciaron su retirada de la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO), que impuso sanciones contra los países del Sahel tras los golpes militares que allí tuvieron lugar, y en julio volvieron a formar la “Coalición de Estados del Sahel” (AES).
La nueva alianza AES confirma el deseo de estos países de retirarse permanentemente de la organización, pero a cambio perfila las características del conflicto internacional en la región. La Alianza Saheliana representa el eje prorruso, mientras que la CEDEAO es el aliado tradicional de Francia y Occidente.
Aunque la CEDEAO, en su última cumbre celebrada este diciembre, dejó la puerta abierta a que los países del Sahel se retractaran de su decisión, y les dio un plazo de seis meses, los comandantes militares de los países del Sahel respondieron a la organización diciendo que su decisión fue “irreversible”.
La crisis política en Francia
Nueve días después de la caída del gobierno francés, encabezado por Michel Barnier, en una moción de censura, el presidente francés Emmanuel Macron nombró a François Bayrou, líder y jefe del Partido del Centro (Modem), para encabezar el nuevo gobierno. La decisión de nombramiento se produce en un momento en que Francia vive una grave crisis parlamentaria debido a la ausencia de una mayoría y a la fragilidad de las alianzas, una atmósfera de inestabilidad y caos aún domina su escenario político. Esta decisión era esperada, ya que el nuevo Primer Ministro es una de las figuras más conocidas del panorama político francés y, lo más importante, fue un elemento clave en la alianza centrista de Macron y aliado del presidente desde el inicio de su mandato en 2017. Muchas preguntas acompañaron el anuncio del nombramiento, la más importante de las cuales son las posibilidades del nuevo Primer Ministro de lograr una reconciliación que saque al país de la crisis parlamentaria y su capacidad de salvar el segundo mandato de Macron.

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