Por Salim Djellab
París (ECS).- La elección del Dr. Sidi Ould Tah como presidente del Banco Africano de Desarrollo (BAD), con más del 76 % de los votos a pesar de las presiones de Marruecos, marca un punto de inflexión: el rechazo a una diplomacia marroquí percibida como arrogante, neocolonial y alineada con intereses ajenos al continente. El revés es aún más amargo teniendo en cuenta que Rabat había apostado todo a esta elección para reafirmar su influencia regional. En vano.
Marruecos paga hoy el precio de su decisión estratégica: la de convertirse en el proxy declarado de Francia e Israel en África. Una alianza contra natura para muchos pueblos africanos, en un momento en que Israel lleva a cabo un genocidio en Gaza, documentado por la ONU, la Corte Internacional de Justicia y múltiples ONG.
Mientras decenas de miles de civiles palestinos, en su mayoría mujeres y niños, son masacrados bajo las bombas, el régimen marroquí no solo mantiene relaciones diplomáticas con Tel Aviv, sino que refuerza su cooperación en materia de seguridad, defensa y economía.
Ningún régimen árabe ha sido tan cómplice, tan silencioso, tan servil ante una masacre de tal magnitud. Esta postura mancha la imagen de Marruecos en un continente donde el apoyo a Palestina es una constante histórica, basada en valores de lucha antiimperialista y solidaridad entre los pueblos.
Paralelamente, África lanza señales claras: la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), que Rabat intenta borrar del mapa diplomático, ha sido invitada a participar en el ejercicio militar regional North Africa Peace 3. Se trata de un reconocimiento estratégico de su legitimidad y de su papel en las dinámicas de seguridad del Magreb y el Sahel.
¿Por qué los decoloniales como el PIR callan sobre la colonización del Sáhara Occidental?