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15 abril 2025

¿Y si todo fue un plan? La jugada oculta de Marruecos en Washington que casi pasa desapercibida

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Por Ahmed Omar

¿Fue el comunicado de la administración Trump un portazo diplomático a Marruecos? ¿Y si el verdadero escándalo no fue lo que se dijo, sino lo que se intentó forzar detrás del telón? ¿Quién realmente está escribiendo el guion de la campaña contra el Frente POLISARIO en EE.UU.?

   Durante la primera semana de abril, Marruecos orquestó un movimiento que aspiraba a ser un jaque mate diplomático. El ministro de Asuntos Exteriores, Nasser Bourita, aterrizaba en Washington con una agenda clara: conseguir que la Casa Blanca reiterara —al más alto nivel— la proclamación de Donald Trump reconociendo la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental. ¿El resultado? Un comunicado vago, no llegaba al nivel de la proclamación de 2020. Sin nombre, sin compromiso, sin victoria.

   Para Rabat, aquello fue más que una decepción: fue una señal. El Plan A había fracasado. La administración Trump, envuelta en una guerra económica y con la vista puesta en batallas que van más allá de eso,— no quiso ofrecer a Marruecos el regalo que Bourita ansiaba.

Pero cuando el Plan A falla, se activa el Plan B. Y ahí empieza el verdadero relato.

El “viejo amigo” Wilson y el renacimiento de un proyecto tóxico

   Tres días después del tibio comunicado estadounidense, reaparece en escena el congresista republicano Joe Wilson, una figura conocida por su cercanía con el lobby marroquí. En su cuenta de X (antes Twitter), Wilson anuncia su intención de introducir un proyecto de ley para designar al Frente POLISARIO como “grupo terrorista”. Un gesto con apariencia de rutina… salvo que no lo era.

   Wilson no es un actor aislado. Miembro activo del Caucus de Marruecos, el Caucus Republicano de Israel, el Caucus de los Acuerdos de Abraham, el Caucus Saudí-Americano y el Caucus sobre Turquía, su influencia se extiende por todos los ejes geoestratégicos que han respaldado silenciosamente la ocupación marroquí del Sáhara Occidental. Sus alianzas son una constelación de intereses cruzados: normalización con Israel, contención de Irán, expansión de negocios en el Sahel.

   No es la primera vez que Wilson levanta la bandera contra el POLISARIO. En 2018 ya introdujo una resolución donde mezclaba terrorismo, Irán, y el conflicto saharaui sin pruebas verificables. ¿Por qué revivirla ahora? Porque el tablero diplomático exige un nuevo movimiento. Porque Bourita no consiguió lo que fue a buscar, y alguien tenía que ofrecerle un premio de consolación.

El “refuerzo mediático”: una periodista y una insinuación peligrosa

   En paralelo al tweet de Wilson, aparece un artículo en The Washington Post firmado por la periodista Souad Mekhennet, alemana de origen marroquí, especializada en redes extremistas y conocida por su acceso privilegiado a círculos de inteligencia. En un extenso reportaje sobre el tráfico de armas y el rol de Hezbollah en Siria, se cuela una sutil pero calculada mención al Frente POLISARIO, sin pruebas directas, sin contexto, pero con el veneno suficiente para sembrar la duda.

¿Por qué incluir al POLISARIO en un artículo que no trata sobre el Sahara Occidental? ¿Por qué justo ahora, tras el viaje de Bourita y la reacción débil de la Casa Blanca?

La respuesta no es periodística, es política.

   Mekhennet no es una reportera cualquiera. Es una figura moldeada en las entrañas del poder informativo transatlántico. Ha sido premiada por organismos de seguridad, ha entrevistado a yihadistas, ha sido invitada a foros donde la información se mezcla con la inteligencia. Lo que escribe no es inocente, y lo que insinúa, menos aún.

Una campaña a tres bandas: Congreso, medios e inteligencia blanda

   Lo que estamos presenciando no es una coincidencia. Es una operación meticulosamente ensamblada en la que convergen actores políticos (como Wilson), mediáticos (como Mekhennet) y diplomáticos (como Bourita). La jugada busca un único objetivo: construir artificialmente una percepción internacional del Frente POLISARIO como amenaza terrorista, deslegitimarlo como actor de negociación, y justificar una política de hechos consumados en el Sáhara Occidental.

   Las similitudes con campañas previas —como las que se usaron para desestabilizar gobiernos o justificar intervenciones militares— son evidentes. Se lanza una acusación, se cita a una fuente “indirecta”, se amplifica en redes y luego se utiliza como sustento para decisiones políticas.

¿Y ahora qué? La pieza que falta y el silencio que grita

    Hasta el momento, el proyecto de ley contra el POLISARIO no ha sido presentado formalmente. Solo existe como un tweet, como un globo sonda. Pero el daño está hecho. La narrativa ha sido lanzada al espacio público. La difamación ya recorre los pasillos de Washington, impulsada por think tanks, embajadas y medios conectados al aparato marroquí.

La gran pregunta ahora es: ¿Quién más está en el juego?

¿Qué papel juegan las embajadas afines a Marruecos? ¿Por qué tanto silencio de parte de la Casa Blanca? ¿Hasta cuándo se permitirá que una causa de descolonización sea criminalizada para beneficio de una potencia ocupante?

La verdad no necesita embajadores, la mentira sí

   Marruecos ha invertido millones en propaganda, en cabildeo, en comprar legitimidad. Pero cada mentira necesita un portavoz, un periodista, un congresista… y eso la hace vulnerable. La verdad del pueblo saharaui, por dolorosa que sea, no necesita adornos ni manipulaciones. Su fuerza radica en la justicia de su causa.

    El “Plan B” marroquí ha sido desnudado. Queda ahora a la comunidad internacional decidir si quiere seguir siendo cómplice de una campaña sucia, o finalmente poner fin a una ocupación que lleva casi cinco décadas manchando el nombre de la legalidad internacional.

Porque, como dijo alguien una vez: la verdad, aunque tarde, siempre encuentra la manera de imponerse.

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