✍️ Ahmed Omar
En un mundo donde los intereses geopolíticos y económicos dictan decisiones de los estados, los saharauis debemos comprender una realidad crucial: los cambios de postura de países que se alinean con Marruecos no son un reflejo del trabajo realizado por nuestra diplomacia oficial o no oficial, ni de los esfuerzos de las asociaciones solidarias en esos países. Insistir en latigazos hacia nosotros mismos es no solo injusto, sino también profundamente contraproducente en este momento histórico.
Los recientes casos de Ecuador y Panamá, junto a otros posibles que puedan venir, son ilustrativos de una dinámica bien documentada: la compra de posiciones por parte de Marruecos a través de mecanismos de chantaje, sobornos y promesas vacías. A esto se suman factores internacionales que escapan completamente a nuestro control, como el potencial retorno de Donald Trump a la Casa Blanca, una carta que Rabat utiliza hábilmente para persuadir a ciertos gobiernos de que «el caso está acabado». Sin embargo, es fundamental recordar que ni siquiera Marruecos puede garantizar las políticas futuras de Trump, mucho menos su éxito en el panorama global.
Otro eje clave de la estrategia marroquí es el uso del lobby pro-israelí, un engranaje que ha sido instrumental para proyectar su narrativa en el escenario internacional. Pero aquí radica nuestra oportunidad y nuestra fortaleza: ni las tácticas de Marruecos ni las alianzas que fomenta pueden borrar una verdad histórica y jurídica inquebrantable. La lucha del pueblo saharaui por su autodeterminación no depende de favores políticos ni de concesiones internacionales; depende únicamente de nuestra resistencia y unidad como nación.
Es hora de reconocer que estamos en un momento de guerra, y como tal, debemos abandonar cualquier lujo retórico o conceptual que no esté alineado con nuestras prioridades estratégicas. Llamar «institución» a nuestro aparato de exteriores es, en este contexto, un error que requiere una reconsideración inmediata. No estamos en tiempos de diplomacia convencional; estamos en tiempos de combate político, diplomático y social. Por ello, es imperativo que adoptemos un enfoque riguroso, estructurado y adaptable para enfrentar los desafíos venideros.
El Sáhara Occidental, guerra, ocupación, exilio y la responsabilidad histórica de España