Por Alien Habib Kentaoui
Madrid-. El diplomático saharaui, Alien Habib Kentaoui, ha elaborado un extenso análisis en el que reflexiona sobre los peligros de la autonomía y la amenaza del expansionismo marroquí. Sobre el Sáhara Occidental resurge últimamente toda una plétora de opiniones de académicos, de expertos y de diplomáticos en cancillerías occidentales, y un tropel de visitas a la región. Cada cual a su manera enardecido por un deseo de “solucionar” el conflicto.
Todos ven en su prolongación una grave deriva incontrolable hacia una conflagración de mayores proporciones. Unos, preocupados por la banalización del derecho internacional, claman el respeto al derecho legítimo del pueblo saharaui. Y otros, casi en llantos culpables, pregonan que el conflicto se ha prolongado durante décadas y que es hora de poner fin de inmediato al enquistamiento de este conflicto. Estos últimos, de sentimientos tan altruistas como evanescentes, alegan que el deseo del pueblo saharaui es todavía inescrutable. Y, entre todas las opciones posibles para respetar su deseo, optan por la más inoportuna, la menos creíble, la menos democrática y la menos realista.
No obstante, no solo insinúan, sino que repiten hasta la saciedad, que la autonomía, propuesta vacua e inoportuna, es la mejor opción que satisface las aspiraciones del pueblo saharaui. Algunos con más ardor añaden el adjetivo “la más” para distinguirse por encima del resto.
Tantos lamentos por una falta de solución del conflicto y tantos esfuerzos desplegados en la búsqueda de opciones de solución y aun así se ignora lo que sí se aceptó como la solución más democrática, más justa y más aceptable. Es curioso el esfuerzo frenético de enterrar la opción del referéndum, la única opción que gozó de la aceptación del Frente Polisario, del reino de Marruecos y de la unanimidad del Consejo de Seguridad.
La experiencia histórica del continente africano revela que la descolonización no es la anexión y que la descolonización no es la autonomía.
En este entusiasmo reavivado últimamente se eclipsa también la propuesta del Frente Polisario presentada al Secretario General de las Naciones Unidas y al presidente del Consejero de Seguridad el 10 de abril del 2007, antes de conocerse la propuesta marroquí de autonomía. En todo este barullo se ha dejado al descubierto las intenciones reales de varios de los diferentes voceros y emisarios, y no es de extrañar que haya levantado ampollas, suscitado sospechas y motivado un legítimo cuestionamiento en varios círculos en la región y en especial dentro de la sociedad saharaui.
La experiencia histórica del continente africano revela que la descolonización no es la anexión y que la descolonización no es la autonomía. En el contexto del proceso de la descolonización de África el derecho a la autodeterminación se identifica pura y simplemente con el concepto de independencia y el nacimiento de una nueva nación. Por más que se la quiere desviar de esta tradición, la cuestión del Sáhara Occidental no puede ser enfocada sino dentro de este contexto. Ya en 1975 el intento de forzar otra perspectiva precipitó la catástrofe que mantiene a toda la región del Magreb en un estado de constante zozobra.
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Eritrea, el conejillo de indias
En 1950, y antes de la creación de la Organización para la Unidad Africana (OUA 1963), precursora de la Unión Africana (AU 2002), se intentó imponer el concepto de autonomía como forma de descolonización. Eritrea fue el conejillo de indias para ese arriesgado experimento en un momento crucial en la lucha de liberación de África. El resultado fue un estrepitoso fracaso y un coste indecible en sufrimientos y tragedias para el continente africano.
El 2 de diciembre de 1950 las Naciones Unidas adoptaron la aciaga resolución 390 (V) que privó al pueblo de Eritrea de su legítimo derecho a un estado libre e independiente. En su lugar se impuso una autonomía dentro del imperio de Etiopía como una vía a la descolonización de Eritrea. Y pese a las garantías del Consejo de Seguridad, la amplitud de la autonomía y de la presencia de los observadores internacionales, en poco tiempo la autonomía de Eritrea se transformó en pura anexión por la gracia de su majestad el emperador Haile Selassie de Etiopía. El emperador se consideraba sombra del creador en la tierra. Sus proclamas y sus edictos eran sagrados. La ley y los convenios no podían ser trabas a su potestad.
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Hoy de nuevo en el Sáhara Occidental se intenta repetir la misma fórmula por medio de componendas o acuerdos consensuados con la potencia ocupante