✍️ Mahayub Sidina
EDITORIAL
Es cierto que estamos todavía en el ámbito de los anuncios eufóricos, donde es difícil discernir entre la retórica y los hechos concretos. Tanto Macron como Mohamed VI, están todavía bajo los efectos de la resaca propagandística. El primero prometió, a bombo y platillo, algo que no le pertenece mientras que, a cambio, el segundo se compromete a hipotecar lo poco que queda de la economía marroquí a favor de las empresas francesas y, por detrás de ellas, la derecha nostálgica de la época colonial.
A pesar de tanto ruido y tantas promesas, el pacto entre Macron y Mohamed VI no deja de ser un consuelo mutuo entre dos perdedores muy resentidos. Macron, por su torpeza y arrogancia, ha liquidado definitivamente lo poco que quedaba de la jugosa presencia gala en el África Occidental, antes de sembrar el caos y el desconcierto en el interior de la propia Francia: inestabilidad política, quiebra económica, extrema derecha a las puertas del Elíseo y Matingnon…etc.
Por su parte, Mohamed VI acaba de ver todo su proyecto de ocupación, montado con la ayuda de la Unión Europea, derrumbarse, como un castillo de naipes, bajo los fulminantes efectos de las sucesivas e inapelables sentencias del Alto Tribunal Europeo de Justicia. Éste último, en consonancia con los dictámenes de la Corte Internacional de Justicia y de la Corte Africana de los Derechos Humanos y de los pueblos, ha dejado muy claro que el Sáhara Occidental y El Reino de Marruecos son dos territorios distintos y que los recursos naturales del Sáhara Occidental pertenecen exclusivamente al pueblo saharaui.
Haciendo una mirada hacía atrás, se puede comprobar, una vez mas, que, aunque en épocas diferentes, actores diferentes y métodos diferentes, la historia se repite con el mismo fin. Así, Macron, tomado por el pánico y el desespero, decide, desde la capital del protectorado Rabat, dar luz verde para rehabilitar la senda del tristemente célebre mercenario francés Bob Denard (*) que, entre los años 60 y 90 del siglo pasado, lanzaba sus expediciones desestabilizadoras contra los países africanos que no comulgaban con la fracasada política neocolonial del Hexágono. El intento de resucitar, en éste preciso momento, el cadáver neocolonial de la “France-Afrique”, es el precio a pagar, a una extrema derecha nostálgica, para seguir, algunos años más, en el Palacio del Elíseo.
Tres meses después de su carta al rey de Marruecos, el presidente Macron se presentó, en octubre pasado, en Rabat a la cabeza de una nutrida delegación en la que no faltaron políticos, diplomáticos, empresarios, periodistas e incluso algunos convictos de la justicia.
Varios acuerdos y contratos fueron firmados. Marruecos ofreció lo que tiene y lo que no tiene para asegurar, al menos momentáneamente, un apoyo nuevo-viejo a su ocupación ilegal del Sáhara Occidental.
Macron, en una situación política precaria y una economía a la deriva, decide dar la espalda, públicamente, a la legalidad internacional, y pisotear todos los valores morales y éticos, a cambio de recursos naturales manchados de la sangre de saharauis inocentes.
Ambos saqueadores, al borde de la quiebra política y moral, han constituido una especie de sociedad de gananciales. Su objetivo sería, a la larga, silenciar a la resistencia del pueblo saharaui, como preludio a su eliminación del mapa mundial. Es la miseria moral en su paroxismo.
Con este comportamiento indecente, la Francia de Macron, en su calidad de miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, asumirá la plena responsabilidad de futuras posibles escaladas en la región y de los daños morales y materiales contra pueblo saharaui. Queda patente que su vergonzoso alineamiento, con el expansionismo marroquí, la convierte en parte esencial del problema y, por tanto, obstáculo ante una solución justa, duradera y acorde con el derecho internacional.
El brillo, de los abundantes recursos naturales del Sáhara Occidental, ha hecho que el presidente Macron pierda el norte. El fantasma, de su alineación con la política de ocupación marroquí, le perseguirá eternamente.
Nota: N.B: (*) Bob Denard o Gilbert Bougeaud ex militar y mercenario francés. Entre los años 60 y 90 del siglo pasado, ejecutaba golpes de estado contra los gobiernos africanos que querían liberarse de la tutela neocolonial de Francia.
Al menos una vez transito’ por Marruecos, y luego Gabón, en su fracasada intentona golpista contra el difunto presidente de Benin Mathieu Kerekou. En 1978 logró derrocar y asesinar al Presidente Ali Solih de Comoros.
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