back to top
7.2 C
Madrid
11 diciembre 2024

La caída de Damasco: ¿el final de la guerra o el inicio de una larga noche sin luna?

SEGUIR LEYENDO

✍️ Taleb Alisalem

En este momento decisivo, el panorama en Oriente Medio se despliega ante nosotros con toda su crudeza, es por ello que, me despojo de los adornos retóricos y las ilusiones románticas para hacer un análisis de la triste realidad que vive el mundo árabe. No estamos ante un enfrentamiento entre la «dictadura» y la «democracia» o entre «el bien» y «el mal» en su sentido absoluto, sino ante un tablero de ajedrez intrincado, donde ni siquiera se nos permite escoger una posición propia. En despachos lejanos, donde no se oyen ni los disparos ni los gritos de las víctimas, están los arquitectos de estas tragedias observando y disfrutando de sus victorias logradas sin ensuciarse las manos con sangre.

Intercambio de cromos de Siria por Ucrania que incluiría el sacrificio de Assad y Zelenski

WashingtonTel Aviv y otras capitales occidentales siguen el espectáculo con una frialdad calculada, maestros en el arte de la «guerra por delegación», donde no hay necesidad de enviar tropas cuando hay actores locales dispuestos a luchar y morir por agendas que no les pertenecen. Hoy no hablamos solo de la caída de una ciudad histórica como Damasco, sino del derrumbe espiritual de uno de los últimos bastiones que encarnaban, aunque fuera de manera simbólica, la idea de soberanía y resistencia. No se trata únicamente de la derrota de un gobierno o un régimen, sino de la pérdida de un concepto entero.

Durante décadas, los árabes, nos embriagamos con los cánticos sobre la «unidad árabe», el panarabismo y la promesa de recuperar una «dignidad» que se alzaría frente a los poderes dominantes. Repetimos estas consignas en poemas, discursos, libros escolares e himnos fervorosos, pero hoy despertamos del sueño para enfrentar una verdad desgarradora: no hay una nación árabe unida, ni hermandad sólida, ni destino compartido al cual aferrarnos en medio de esta tormenta.

Lo que ha ocurrido, y sigue ocurriendo, no es solo obra de los «enemigos externos», sino también el resultado de nuestra propia debilidad y nuestras desilusiones acumuladas como sociedad árabe.

Durante generaciones hemos transitado de una derrota a otra: de la ocupación a las guerras civiles, de dictaduras opresivas a movimientos extremistas, de líderes que prometieron resistir y luego traicionaron, a pueblos que sucumbieron a discursos sectarios, tribales y partidistas.

Gobernantes que vendieron la soberanía a bajo precio, y sociedades que buscaron la «salvación» en las promesas huecas de fanáticos religiosos. Una y otra vez caemos en la misma trampa, como si no hubiéramos aprendido nada de Irak 2003 o de Libia 2011. Y ahora, en 2024, la historia se repite en Siria, y nos encontramos frente a un escenario aún más desgarrador: la caída de Damasco como el golpe final al sueño de un mundo árabe cohesionado que un día soñó con que Damasco, sería la capital de esa nación de «Naciones Árabes Unidas».

¿Quién hubiera imaginado que lloraríamos la ausencia de líderes acusados de opresión y autoritarismo? Los lloramos, quizás no por amor a ellos, sino porque su caída dejó un vacío aterrador. Al recordar la muerte de Saddam Hussein, muchos hoy se lamentan, no por nostalgia, sino por el caos que vino después a Irak. Lo mismo con Gadafi en Libia: quizás no por simpatía, sino por miedo a lo que llegó después. Lo que reemplazó a esos regímenes no fue democracia, libertad ni justicia, sino una fragmentación aún mayor, más milicias extremistas enfrentadas, más grupos radicales islamistas, más saqueos occidentales y más caos, dirigido tras bambalinas por jugadores internacionales que solo velan por sus propios intereses.

El colapso del Orden Mundial y el futuro de los pueblos olvidados: reflexiones desde el Sáhara Occidental

Personalmente, me niego a ser víctima de los lobos del sectarismo, el extremismo y la división tribal o de intereses. Me niego a enterrar la cabeza en la arena y creer en un «triunfo árabe» inexistente que nace con la «liberación» de Damasco. No seré parte de esta tragedia, donde las conspiraciones externas vencen lo poco que queda de la voluntad interna. Me mantendré fiel a aquellos que defendieron su soberanía y resistieron, aunque fuesen derrotados ante la avalancha de dinero, armas e intereses enredados. Porque en un tiempo donde no buscamos tanto la victoria como la manera de administrar nuestras derrotas, ser leal a quienes no vendieron ni su tierra ni sus principios es un valor escaso y digno de proteger.

El nuevo rostro de Oriente Medio está claro: Estados fragmentados, pueblos dispersos, esperanza ausente, y la idea de «unidad» árabe enterrada bajo el peso de conspiraciones imperialistas y debilidades internas. Lamentablemente, nos hemos convertido en un laboratorio abierto para experimentos ajenos, en un terreno fértil para el extremismo y el fracaso. Mientras las capitales árabes caen, una tras otra, los ingenieros audaces de esta devastación disfrutan de sus logros desde las sombras, frotándose las manos con satisfacción esperando su botín.

La caída de Damasco no es solo el final de una guerra; es el inicio de una larga noche sin luna, una noche en la que nos veremos obligados a distinguir entre las sombras del caos, preguntándonos si habrá una salida. Es una noche habitada por un silencio pesado y una tristeza sin límites, donde solo queda aceptar la derrota, no en una batalla específica, sino en la lucha por la conciencia, la identidad y la dignidad. Al final, la caída de Damasco no es solo la pérdida de una capital, sino la firma final de la partida de defunción de una «nación árabe» que quizás, nunca llegó a nacer.

¡Apoya al periodismo libre!

Su generosidad nos permite avanzar en nuestra misión y trabajar hacia un futuro mejor para todos. 

Nuestra campaña se centra en promover la justicia, la paz y los derechos humanos en el Sáhara Occidental. Creemos firmemente en la importancia de comprender el origen y la complejidad de este conflicto para poder abordarlo de manera efectiva y trabajar hacia una solución que respete los derechos y la dignidad de todas las partes involucradas.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

MÁS NOTICIAS

ÚLTIMAS NOTICIAS