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11 diciembre 2024

Macron y Pedro Sánchez; dos súbditos de Mohamed VI

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✍️ Ahmed Omar | EDITORIAL 

El caso de «Morocco Gate» ha puesto en el centro de atención las prácticas turbias y corruptas de Marruecos para legitimar su ocupación del Sáhara Occidental. Sin embargo, lo que hemos visto hasta ahora es solo un fragmento de una estrategia mucho más amplia y bien orquestada. Marruecos no solo corrompe a políticos europeos, sino que también espía y chantajea a líderes mundiales. Esta no es diplomacia en su forma tradicional, es una operación que se asemeja más a una organización mafiosa que a un Estado actuando dentro del marco legal internacional.

La estrategia delictiva de Mohamed VI para poner a Sánchez contra las cuerdas

Las Revelaciones de Chris Coleman: El preludio del escándalo Pegasus

Mucho antes de que el software espía Pegasus saliera a la luz, las revelaciones del hacker Chris Coleman, a mediados de la década pasada, ya habían expuesto la sucia estrategia de Marruecos. Coleman filtró cientos de documentos internos del Ministerio de Asuntos Exteriores de Marruecos, demostrando cómo el gobierno marroquí manipulaba a funcionarios de las Naciones Unidas, políticos y diplomáticos de todo el mundo.

Los documentos revelaron una estrategia central basada en sobornos y chantajes. Marruecos no se detenía ante nada para asegurarse de que los actores clave internacionales apoyaran sus reclamaciones sobre el Sáhara Occidental. Se documentaron pagos a funcionarios de alto nivel en las Naciones Unidas y otras instituciones internacionales, así como intentos de coaccionar a estos individuos para que inclinaran la balanza a favor de Marruecos en sus decisiones y declaraciones públicas. Las revelaciones de Coleman fueron una demostración brutal de cómo Marruecos utiliza el dinero y el miedo para moldear la política internacional según sus intereses, mientras el mundo hacía la vista gorda.

Espionaje Generalizado: El Caso Pegasus

Si bien las filtraciones de Coleman fueron un golpe contundente a la imagen de Marruecos, el uso del software espía Pegasus amplió aún más la magnitud de su operación de vigilancia. A través de este programa, Marruecos, de la mano de Israel, fue capaz de espiar a líderes de primer nivel, incluidos Emmanuel Macron y Pedro Sánchez, dos figuras clave en la política europea que han mostrado inclinación por la postura marroquí en relación con el Sáhara Occidental. Ambos fueron vigilados por el gobierno marroquí, lo que plantea serias dudas sobre si sus decisiones han sido influenciadas por la posibilidad de chantaje.

Además, Marruecos no se limitó a espiar solo a estos jefes de estado. Activistas, periodistas, y defensores de derechos humanos han sido también blanco de esta vigilancia. Al utilizar Pegasus para rastrear y controlar a figuras clave en la narrativa del Sáhara Occidental, Marruecos busca silenciar y desestabilizar cualquier oposición a su ocupación. Este es un nivel de control digno de un Estado mafioso, no de una nación que busca resolver un conflicto por medios legítimos.

El artífice del espionaje marroquí con Pegasus a Sánchez, invitado por Marlaska en las ceremonias del bicentenario de la Policía Nacional

Falsas diplomacias: La farsa de los consulados

Otra pieza central en las tácticas de la diplomafia marroquí es la apertura de «consulados» en ciudades ocupadas del Sáhara Occidental, como El Aaiún y Dajla. A primera vista, estos consulares parecen ser representaciones diplomáticas «legítimas«, pero en realidad, son una farsa diseñada para dar la impresión de reconocimiento internacional. En la mayoría de los casos, estos consulados no tienen ningún sentido práctico.

Tomemos, por ejemplo, la apertura de consulados por parte de la Organización de Estados del Caribe Oriental (OECO). ¿Tienen estos países alguna diáspora en el Sáhara Occidental? Rotundamente no. ¿Tienen intereses económicos o estratégicos en la región? Tampoco. ¿Tienen siquiera los medios para mantener un consulado allí? Nuevamente, la respuesta es no. Todo esto es parte de un juego sucio en el que Marruecos paga por los viajes, el alojamiento y, en muchos casos, sobornos para los diplomáticos, simplemente para mantener la ilusión de un respaldo internacional. Los edificios de estos consulados son propiedades privadas alquiladas por Marruecos, y su existencia es puramente simbólica.

Una estrategia mafiosa en lugar de diplomacia

En conjunto, lo que vemos es una estrategia que se aleja de cualquier noción de diplomacia legítima. Marruecos está utilizando todos los medios a su disposición para comprar, coaccionar y corromper a líderes mundiales, políticos, y diplomáticos. Al combinar espionaje con sobornos y chantajes, Marruecos ha creado una red de influencia que intenta, de manera mafiosa, fabricar un reconocimiento de su ocupación ilegal del Sáhara Occidental.

Esta red no solo afecta a Europa. Marruecos ha extendido sus tentáculos de corrupción y espionaje a todos los continentes desde África a América Latina, Asia y hasta Australia y Nueva Zelandia, en un intento desesperado de consolidar una ocupación que va en contra de los principios más básicos del derecho internacional y de los derechos de los pueblos a la autodeterminación. Lo que Rabat está llevando a cabo no es diplomacia. Es una estrategia criminal a gran escala que socava la integridad de las instituciones internacionales.

El mundo debe reaccionar

Es imperativo que la comunidad internacional despierte ante esta realidad. Marruecos ha convertido la diplomacia en un juego de mafia, y su ocupación del Sáhara Occidental se mantiene gracias a estas tácticas inmorales y corruptas. No se puede permitir que un régimen que opera como una organización criminal decida el destino de un pueblo oprimido.

El futuro del Sáhara Occidental no debe quedar en manos de aquellos que compran y manipulan a las élites globales. Es hora de que el mundo exija justicia, transparencia y respeto por el derecho internacional. Y, sobre todo, es momento de que el pueblo saharaui reciba el apoyo que merece en su legítima lucha por la autodeterminación.

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