A cincuenta años de su fundación, el Frente POLISARIO, atraviesa una profunda crisis institucional, con implicaciones significativas para la seguridad interna, la estabilidad política y la continuidad estratégica del movimiento de liberación. El deterioro progresivo de su legitimidad está marcado por la ausencia de mecanismos de alternancia política, la centralización del poder en una élite dirigente históricamente establecida e intocable, así como una creciente desconexión entre el movimiento de liberación y sus bases sociales.
La persistencia del modelo político actual del Frente POLISARIO basado en la perpetuidad en el poder de la ‘vieja guardia’ constituye un serio riesgo para la causa nacional saharaui, ya no solo en términos de pérdida de legitimidad, sino como amenaza directa a su propia viabilidad estructural. Las condiciones para una eventual ruptura interna y colapso institucional podrían materializarse con serias consecuencias. Únicamente una reforma profunda reorientaría el rumbo a colisión que ha tomado la dirigencia del Frente POLISARIO.
EDITORIAL
ECS | Durante muchos, muchísimos años… más de tres décadas, los saharauis hemos tolerado, en silencio, y ejerciendo la máxima moderación y buena fe por el bien de nuestra causa, las erráticas decisiones y actitudes de nuestros dirigentes, pero hemos comprobado con decepción que no aprenden de sus errores. La dirección del Frente POLISARIO se encuentra en una situación tan compleja en la que implementar una línea de acción es imposible y anticipar las posibilidades futuras es irrealizable dada la incapacidad, desorientación, falta de voluntad y formación manifiesta de sus miembros atrincherados en sus cargos reconvertidos fatídicamente en medios de subsistencia.
Si bien la situación actual es, en parte, el resultado de la colisión que se produce entre los dos vectores dominantes del conflicto: Derecho Internacional y Realpolitik, las acciones y decisiones del liderazgo del Frente POLISARIO, la vieja guardia, nos ha alejado más de la independencia y debilitado políticamente a niveles inertes.
Con la confusa firma del alto el fuego en 1991 se cerró un ciclo y comenzó, a fuego lento, la crisis. Se cometieron tres errores estratégicos; El primero fue aceptar la propuesta de alto el fuego de un enemigo en un contexto enteramente favorable a los intereses del pueblo saharaui. El segundo fue admitir el referéndum como solución a una sangrienta ocupación militar, otorgándole a Marruecos un supuesto derecho de disputa ilegítimo. Y el tercero, el más lesivo de todos por sus consecuencias, fue no reiniciar legítimamente la lucha armada una vez transcurrido el plazo establecido para la realización del referéndum en 1992, ya que éste estaba vinculado al mantenimiento del alto el fuego. Marruecos y la ONU incumplieron sus compromisos con el pueblo saharaui y con la comunidad internacional, el Frente POLISARIO no retomó las armas, se resignó y se mantuvo advirtiendo a las partes en lo que fue tomado como una muestra de debilidad, dando inicio al estancamiento que perdura hasta la actualidad.
Desde su fundación el 10 de mayo de 1973, el Frente POLISARIO, movimiento de liberación que gobierna la República Saharaui, jamás ha conocido una crisis institucional capaz de amenazar su autoridad e influencia como en la que anda imbuido estos últimos años, ni siquiera durante los peores años de plomo del régimen marroquí y sus sucesivos complots políticos minaron y comprometieron tanto el futuro y existencia del pueblo saharaui como lo está haciendo ahora su desastrosa gestión en todos los niveles y ámbitos. Cincuenta años después de su fundación, el Frente POLISARIO, con el mismo grupo de líderes aún pertrechados en el poder, está irreconocible y marchitado; toda credibilidad, poder de movilización, influencia, simpatía y calado político que algún día tuvo entre la sociedad saharaui y la comunidad internacional, la ha ido perdiendo estas últimas décadas como resultado de algunas de sus imprudentes prácticas que han ido petrificándose a medida que la alternancia en el poder era postergada infinitamente por aquellos que han hecho de una causa nacional su causa personal.
Hoy día es un hecho afirmar, dolorosamente, que el Frente POLISARIO ha desperdiciado y renunciado a la mayoría de conquistas de las pasadas décadas pese a mantener en su dirección a los mismos líderes, ya septuagenarios, que paradójicamente tanto lucharon por su consecución. La ausencia de un programa político, una hoja de ruta clara, una estrategia política definida y la incapacidad para regenerarse ante el decisivo momento por el que atraviesa la causa nacional refuerzan esta perspectiva, evidenciando quienes son los verdaderos y conocidos culpables de la negligente situación.
XVI Congreso del POLISARIO, la gota que colmó el vaso:
El XVI Congreso del Frente POLISARIO fue celebrado en Enero del 2023, el primero en el curso de la segunda guerra, por lo que fue hábilmente planteado en términos bélicos contra Marruecos y apelando a la unidad nacional. Pese a ello fueron muchos los saharauis que se sintieron políticamente huérfanos tras sus resultados. La hemeroteca de los Congresos del Frente POLISARIO evidencia un patrón que el liderazgo sigue, y es que se vale de una retórica nacionalista tóxica para, antes y durante el Congreso decir una cosa y, una vez superado el mismo, hacer otra radicalmente opuesta. Sin embargo, en éste último decimosexto congreso todos esperaban un ‘golpe en la mesa’ dadas las circunstancias reinantes. Nada más lejos de la realidad, la resignación, la decepción y la impotencia acumulada recorrieron cientos de hogares y jaimas saharauis, tanto en la diáspora como en los campamentos y en los TT.OO, puesto que se mantenían grandes expectativas por un cambio político real que había sido prometido por el Secretario General, pero como bien dice el dicho ‘’las promesas solo comprometen a quien se las cree’’.
Una vez concluido y publicadas las listas, el cambio se convirtió en el quincuagésimo capítulo de la cadena de rotación de los mismos líderes de la vieja guardia, y por si fuera poco, supuso la resucitación de vestigios políticos de dudosa utilidad y menor legitimidad. Transcurridos dos años y medio desde su celebración, el resultado sobre el terreno es ínfimo.
De entrada, ¿es el Congreso de un pueblo o el de un partido político? En el horizonte asoman dos inconvenientes; la periodicidad de su celebración y la anomalía democrática del sistema de elección.
Lo de celebrarlo cada cuatro años no tiene sentido alguno, no debe equipararse una evaluación de las políticas y medidas públicas con unas elecciones presidenciales, por lo que frente a situaciones prolongadas de estancamiento, como es el caso del conflicto saharaui, sería recomendable y más eficiente fijar periodos de tiempo más cortos que permitan observar el grado de cumplimiento de un programa y, en caso necesario, salvaguardarse un margen de maniobra para reformar o revertir una política ineficaz, y el coraje para destituir al responsable por criterios de capacidad, competencia y resultados obtenidos.
La anomalía democrática surge en la composición y el modo en el que son designados los miles congresistas que decidirán el (SN) Secretariado Nacional. El SN está formado la mayoría por defecto a razón de su cargo en el gobierno o por ser alto miembro del POLISARIO y una minoría es la elegida democráticamente. El elevado número de congresistas y su sistema de elección selectivo para optar a elegir al Secretariado Nacional produce un conflicto de intereses entre las aspiraciones del pueblo saharaui y los deseos de mantenerse en el poder de la vieja guardia, ya que el voto de los congresistas está condicionado primero por el ‘miedo corporativo’, y en segundo lugar por la carga tribal, en ese orden. De esta manera, el sistema garantiza que no haya ninguna reforma que le perjudique y blinda la perpetuidad en el poder. La repetición del mismo resultado una y otra vez en la mayoría de los Congresos con la vieja guardia revalidando el poder, demuestran que las demandas del pueblo saharaui basadas en la regeneración y revitalización son ignoradas también por los congresistas. Ni siquiera valoraron estas demandas ni tampoco los criterios del mérito, la capacidad y formación en el contexto de las necesidades que requiere el reinicio de la lucha armada.
El movimiento de liberación saharaui ha quedado atrapado entre largos discursos y evaluaciones formales que no abordan la esencia de los desafíos a los que se enfrenta en un mundo cambiante caracterizado por la multiplicidad de los frentes y el auge de amenazas de diversa índole contra la causa nacional, y que exigen estar a la altura y adaptarse.
Tras cincuenta años en el poder, la lamentable situación actual desvela que el liderazgo de la vieja guardia constituye el mayor adversario del progreso. Han mostrado una resistencia feroz a reformas largamente demandadas por la sociedad saharaui en su conjunto, oponiéndose a las más elementales normas de alternancia en el poder en detrimento de la causa nacional. Su permanencia indefinida en el poder pese a su ineficacia y al paso del tiempo, ha estimulado deserciones políticas y ha liquidado a largo plazo el ardor combativo y el espíritu revolucionario entre los saharauis, aún siendo un pueblo fuertemente concienciado con su causa. Se comprende pues que sea desalentador para cualquier ciudadano saharaui comprometerse con un movimiento de liberación nacional cuya dirigencia carece de iniciativa, constituye un factor de inestabilidad y estancamiento, está hundida en una crisis sin precedentes, carcomida de corrupción y con una nula voluntad por el cambio y la regeneración.
Factores de riesgo identificados:
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Fragilidad institucional:
La ausencia de reformas estructurales dentro del Frente POLISARIO ha desembocado en una parálisis decisional. El Secretariado Nacional, órgano supremo del poder político, opera bajo lógicas corporativas y no representativas ni democráticas, comprometiendo su legitimidad como órgano de dirección colectiva. La institucionalización y normalización de la vieja guardia como clase dirigente permanente ha impedido la renovación de puestos técnicos y políticos al enfrentarse a una feroz endogamia política.
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Erosión del capital social:
La falta de iniciativa, de resultados tangibles y de rendición de cuentas, sumada a promesas incumplidas de reforma tras cada Congreso, ha generado una desafección política generalizada, acentuando aún más el distanciamiento entre los dirigentes y los saharauis de los campamentos, de los territorios ocupados y de la diáspora. El agotamiento del tejido movilizador podría traducirse en más deserciones políticas, fuertes protestas internas y deterioro de la cohesión nacional.
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Captura institucional:
Es a toda luces indudable que la actual e inamovible configuración interna del Frente POLISARIO presenta indicios de captura institucional por parte de actores interesados en el mantenimiento del statu quo ya que de lo contrario perderían sus beneficios. Este fenómeno maligno limita la maniobrabilidad y adaptabilidad del movimiento de liberación saharaui frente a nuevas amenazas y vulnerabilidades geopolíticas, dificultando el desarrollo de una política de seguridad nacional efectiva y moderna.
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Crisis de legitimidad: