Por Salem Mohamed
ECS. Madrid. | Esta es la crónica negra de una historia de amor entre dos impotentes estados (Israel y Marruecos) que oficializaron su boda tras el cacareado acuerdo bajo los auspicios del ex presidente de EE.UU, Donald Trump. La prensa marroquí y sus «contentadores reales» tuvieron la desgracia de documentar este grandilocuente »matrimonio» de una pareja okupa que ha mantenido relaciones en secreto, pero que ahora decidió formalizar su »amor» bajo la presión del miedo a lo desconocido en una región cambiante y amenazante desde el restallido de la segunda guerra de liberación del Sáhara Occidental hace tres años.
La pareja de potencias ocupantes esperaba frenéticos aplausos de los invitados en medio del trueno de fuegos artificiales y confeti. Entre apretadas sonrisas y apretones de manos suaves, uno de los cónyuges (Marruecos) se apresuraba en llegar a casa ante la agitación social que esta causando ahora el recibimiento de un ministro de guerra del estado sionista con las manos manchadas de sangre palestina.
Lo que se desprende sobre las relaciones entre Marruecos e Israel no es tanto su naturaleza sino el motivo de su formalización y el momento elegido para hacerlo.
ISRAEL MULTIPLICA SU LARGA LISTA DE CONQUISTA DE LOS CORAZONES DE LOS MONARCAS CON LARGA TRADICIÓN DE ARRODILLARSE
Recordemos de todos modos la naturaleza de estas relaciones; para Marruecos forman parte de la lógica de una monarquía anacrónica que se mantiene contra viento y marea en el poder en un momento que ya no acepta el poder por derecho divino. Este tipo de poder ha sido enterrado en otro lugar y sabemos por qué. Un poder que se mantiene así obviamente lo hace contra el pueblo, pero también revela su indigencia intelectual e ideológica, indigencia que le hace cavar su propia tumba. Esta ignorancia le hizo caer en cálculos y análisis mediocres, concluyendo con que debía aliarse con los más poderosos del momento para salvar su trono. Semejante sucesión de alianzas apresuradas recuerda a Marruecos como un imputado frente a un juez, que mientras multiplica sus versiones para lograr la ansiada inocencia empeora su situación.
Este mismo error fue cometido por las monarquías de Oriente Medio que ignoraron los vientos que engendró la Nahda (Despertar Árabe) y traicionaron a Palestina en 1948 cuando se creó Israel. Poco después y como resultado de la guerra árabe-israelí y sus extensiones, las monarquías egipcia e iraquí fueron barridas en 1956 y 1958 respectivamente. Hoy, otras mismas monarquías están llamando la puerta para hacer la «paz» con Israel, un país que se considera poderoso y, por lo tanto, su salvador. Es esta misma carencia política la que les hace optar por la postura de la colaboración para salvar su trono. ¿Contra quién? Contra su pueblo y contra Irán, con el falaz pretexto de la religión para ocultar su incapacidad para defenderse y por tanto venderse y posar a quienes pueden garantizar su seguridad.
EL REGALO ABRAHÁMICO ESTADOUNIDENSE, QUE NO ES MÁS QUE UN REFUERZO DE LAS POLÍTICAS DE ESTAS DOS POTENCIAS OCUPANTES, EXIGE UN «SALARIO». Y ESTE SALARIO SERÁ ELEVADO