Por Mahayub Sidina
Madrid (ECS).- Para implicar más a sus lacayos y títeres, de origen saharaui, Marruecos ha ordenado a algunos de éstos últimos peregrinar a Israel, poco antes del inicio de la crisis de Gaza que, en realidad, no es más que la gota que desbordó el vaso de otra más grande y profunda que lleva más de 75 años.
Efectivamente, después de alabanzas, a bombo y platillo, a la ignominiosa alianza israelo-marroqui, se ha detectado, en los últimos tiempos, un incremento de visitas a Tel Aviv y Jerusalén de individuos saharauis, infeudados al majzén marroquí.
La aparente “entrega” y falta de pudor, o a lo mejor ignorancia, de algunos de dichos individuos ha sobrepasado el límite del ridículo. Para contentar a sus patrocinadores, la hipocresía les llevó a casi declarar su supuesta descendencia judía. Al menos dos de ellos, que se extralimitaron al hablar en nombre de los saharauis, ostentan altos cargos en la administración de ocupación colonial marroquí.
La alianza entre Marruecos e Israel no data de ayer ni desde los acuerdos de Abraham. De hecho, remonta a los años 60 cuando el difunto Hasan II concluyó con Israel la transacción de la mayor trata de seres humanos de la época moderna. Mas de 200.000 judíos marroquíes fueron transferidos al estado hebreo. Como contrapartida, según algunos expertos, Marruecos embolsó 200 millones de Dólares, una suma astronómica en aquella época. En este sentido, no sería de más recordar que Marruecos e Israel son adeptos de las alianzas, contra natura, destinadas exclusivamente a pisotear el derecho internacional y a alimentar la tensión permanente en su entorno, postulado principal de sus políticas expansionistas. Las fronteras de ambos países son movedizas y los dos formaban parte del reducido club de aliados del entonces régimen del apartheid, de África del Sur, en los años 70 y 80 del Siglo pasado.
En la actualidad, los dos ocupantes mantienen una cooperación multidimensional, muy estrecha, en materia de defensa, seguridad, diplomacia, economía etc. Intercambian sus nefastos y sofisticados métodos represivos, aplicados tanto contra el pueblo saharaui como contra el pueblo palestino. De hecho, las ciudades de Aaiún, Dajla y Smara, en el Sahara Occidental ocupado, son hoy en día una cárcel a cielo abierto. Al igual que los territorios palestinos ocupados, sus calles están controladas por sistemas de video vigilancia las 24 horas.
Los movimientos de los activistas y defensores de los derechos humanos son seguidos al milímetro. Los colonos están integrados en el aparato represivo ya sea como delatores o como escuadrones de la muerte, en algunos casos. Las asociaciones y organismos pantalla, como el llamado consejo marroquí de derechos humanos, compaginan la labor del espionaje con el trabajo sucio de lavado de cara del ocupante y sus atrocidades. Y si todo esto fuera poco, los dos ocupantes recurren, masivamente, al malware Pegasus para vigilar a todos aquellos que, eventualmente, puedan opinar diferente tanto en el interior como en el exterior.
La última novedad, del siniestro aparato policial marroquí, ha sido la entrada en escena de unidades policíacas de mujeres, uniformadas y en civil, para maquillar de un “toque femenino” a la salvaje represión contra las mujeres saharauis en particular. Independientemente del género que lo ejecuta, un acto represivo es siempre un acto represivo desde la planificación hasta la consumación.
La similitud de los métodos represivos de los dos ocupantes, Marruecos e Israel, es tal que parece que existe una plana mayor, conjunta y paritaria, entre ambos dedicada exclusivamente a dicha labor inhumana.
Por ejemplo, los protocolos represivos aplicados por los israelíes, contra las familias de los presos palestinos liberados, son una copia conforme de los métodos aplicados por las fuerzas marroquíes contra las familias de los presos políticos saharauis liberados y viceversa. Prohibición de cualquier señal de júbilo, interdicción de visitas, allanamiento de moradas, vigilancia permanente… etc.
La única diferencia, los Israelíes al menos permiten implícitamente la cobertura de algunos medios de comunicación extranjeros acreditados. En el caso de Marruecos ni eso. Los territorios saharauis ocupados están cerrados, a cal y canto, ante los periodistas y observadores internacionales.
Después del fracaso de intentos anteriores de absorber a los saharauis y diluirlos dentro de la sociedad marroquí, el ocupante recurre ahora a la ridícula baza de la israelizacion. Aunque está convencido de su fracaso una vez más, no le importa que los pobres lacayos, utilizados como cobayas, sean estigmatizados.
Actualmente, el desespero de Marruecos le lleva a dar por bueno cualquier acto que podría afianzar más sus relaciones con Israel. Está dispuesto a dar el todo por el todo con el fin de mantenerse bajo el paraguas hebreo. Después de su fallida operación de israelizar a los marroquíes, en contra de su voluntad, ahora pretende hacer lo mismo con algo que no le pertenece, el Sahara Occidental.
El actual conflicto de Gaza desbarató las cartas del majzén quien ya no sabe a que santo confiarse. Como se suele decir en Hasania ya no sabe si imitar al Alimoche o al Cuervo al andar.
Despachar a lacayos, y todo clase de agentes a sueldo, para fotografiarse en Tel-Aviv, Jerusalén o ante el muro de las lamentaciones, lejos de influir negativamente en las legitimas convicciones de los saharauis tendrá el efecto inverso. Mas bien, reforzará su unidad y cohesión en torno a los ideales de libertad e independencia total bajo el liderazgo del Frente POLISARIO.
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Nuestra campaña se centra en promover la justicia, la paz y los derechos humanos en el Sáhara Occidental. Creemos firmemente en la importancia de comprender el origen y la complejidad de este conflicto para poder abordarlo de manera efectiva y trabajar hacia una solución que respete los derechos y la dignidad de todas las partes involucradas.