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28 agosto 2025

No se puede condenar la ocupación israelí en Palestina y, al mismo tiempo, justificar o legitimar la ocupación marroquí en el Sáhara Occidental

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Marruecos e Israel, dos caras del mismo crimen colonial.

PLATAFORMA «No Te Olvides del Sáhara Occidental»


Madrid (ECS).- En Palestina y en el Sáhara Occidental, la historia se repite: dos pueblos despojados de su tierra, sometidos a muros, represión y colonización. Marruecos e Israel aparecen aquí como dos caras de la misma moneda, unidos por una estrategia común de ocupación y hechos consumados, y respaldados por la hipocresía internacional. Denunciar a uno y legitimar al otro no es coherencia: es complicidad.

   La ocupación israelí en Palestina y la marroquí en el Sáhara Occidental comparten muros, colonización y represión; dos proyectos coloniales gemelos que la comunidad internacional no puede condenar a medias sin caer en la hipocresía.

    El corazón del reproche está en una contradicción evidente: no se puede condenar la ocupación israelí en Palestina y, al mismo tiempo, justificar o legitimar la ocupación marroquí en el Sáhara Occidental. Quien se proclame solidario con el pueblo palestino debe serlo también con el pueblo saharaui, porque ambos resisten contra un mismo modelo de colonialismo armado.

La presencia israelí en el Sáhara Occidental y su impacto en el ámbito militar

    Marruecos e Israel son, en muchos sentidos, reflejos el uno del otro. Ambos niegan derechos nacionales a pueblos enteros, ambos levantan muros de vergüenza, ambos convierten la ocupación en negocio. Israel trocea Cisjordania con un muro de apartheid y encierra a los palestinos en bantustanes; Marruecos mantiene en el Sáhara Occidental el muro militar más largo del mundo después de la Muralla China, plagado de minas antipersona y diseñado para dividir a las familias saharauis. Dos muros, un mismo propósito: encerrar a los pueblos colonizados y blindar el saqueo de sus recursos.

   La alianza entre Rabat y Tel Aviv no es simbólica, es material y letal. Israel ha suministrado a Marruecos tecnologías de espionaje, sistemas de vigilancia y drones militares que hoy se emplean contra los combatientes y la población saharaui desde que la guerra se reanudó en noviembre de 2020. Las mismas armas que arrasan Gaza se prueban en el desierto del Sáhara Occidental. La ocupación de Palestina y la ocupación del Sáhara se alimentan entre sí.

    Tampoco es casualidad que ambos regímenes sostengan sus crímenes en la mentira. Israel niega la existencia misma del pueblo palestino para justificar la colonización; Marruecos inventa derechos históricos falsos sobre el Sáhara para encubrir lo que no es más que una anexión ilegal. La propaganda, en ambos casos, busca borrar al colonizado y presentarse como dueño legítimo de lo ajeno.

La hipocresía internacional es clamorosa. Gobiernos y partidos que se manifiestan contra Israel en Gaza firman contratos con Rabat, apoyan el plan de autonomía marroquí y callan ante la represión en El Aaiún o Dajla. No hay coherencia posible en condenar el “Gran Israel” y aplaudir al “Gran Marruecos”. Esa doble vara de medir convierte los discursos sobre derechos humanos en pura complicidad con el colonialismo.

    La convergencia entre Marruecos e Israel va incluso más allá del terreno militar. Ambos regímenes han convertido el saqueo económico en pilar de sus ocupaciones: Israel controla el agua, la tierra fértil y los recursos naturales palestinos, mientras Marruecos saquea los fosfatos de Bucraa, los caladeros pesqueros y la energía eólica del Sáhara Occidental ocupado. En ambos casos, las empresas extranjeras se convierten en cómplices, generando beneficios para los ocupantes a costa de la miseria de los pueblos colonizados.

    A ello se suma la represión sistemática contra quienes se atreven a resistir. En Palestina, Israel mantiene a miles de presos políticos, incluso niños, en sus cárceles. En el Sáhara Occidental, Marruecos encarcela a decenas de activistas saharauis, como los del grupo de Gdeim Izik, condenados en juicios farsa basados en confesiones arrancadas bajo tortura. Son dos caras de la misma estrategia: quebrar la dignidad de quienes reclaman sus derechos nacionales.

El negocio de las armas: Israel, España y Marruecos

    Pero quizás el elemento más revelador es la colonización de población. Israel expulsa y desplaza a los palestinos mientras construye colonias para asentar a sus propios ciudadanos en tierras robadas, buscando borrar a los habitantes originarios a base de hechos consumados. Marruecos hace lo mismo en el Sáhara Occidental: tras la “Marcha Verde”, promovió la llegada masiva de colonos marroquíes a las ciudades ocupadas, hasta convertir a los saharauis en minoría en su propio país. Esta política de sustitución demográfica es una forma de genocidio silencioso, diseñada para diluir la identidad nacional y hacer imposible la autodeterminación.

    La conclusión es clara: Palestina y el Sáhara Occidental forman parte de una misma lucha. Sus pueblos comparten la herida de la ocupación, el muro, el exilio y la represión, pero también la fuerza de la resistencia y la esperanza de la autodeterminación. Defender la causa palestina y silenciar la saharaui no es solidaridad, es incoherencia. Quien de verdad quiera estar contra el colonialismo debe estarlo en todas partes: en Gaza, en Cisjordania y en el Sáhara Occidental.

Porque la justicia no admite excepciones. No hay “ocupaciones buenas” ni “ocupaciones tolerables”. El colonialismo siempre es crimen, y la solidaridad debe ser indivisible. Hoy, apoyar al pueblo palestino exige también defender al pueblo saharaui. Y mañana, cuando ambos pueblos sean libres, podremos decir que la coherencia militante venció a la hipocresía y que la verdad se impuso sobre la mentira colonial.

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