Por Salem Mohamed
ECS. Madrid | Es difícil sostener que una operación de paz haya sido una de las mayores causas de una larga ocupación, pero desconcertantemente el caso de la MINURSO, misión de Naciones Unidas para el Referéndum en el Sáhara Occidental, es así. La pasividad de la ONU ha sido la principal razón de la ruptura del alto el fuego al incitar al régimen marroquí a continuar violando y reprimiendo con impunidad pasmosa los derechos de los saharauis. Ya antaño varios expertos señalaron que asignar una misión de paz a un conflicto de descolonización era algo desequilibrado en la medida en que se trata de la justa aplicación del derecho de autodeterminación al pueblo colonizado y no de lograr una »solución política» basada en la pseudo autonomía marroquí, que solo responde a intereses económicos y es defendida por lobistas a sueldo y tergiversadores de una realidad irreversible.
En los anales de la historia negra de la ONU, el caso del Sáhara Occidental tiene un lugar propio en el olimpo de las injusticias. El 6 de Septiembre de 1991 tras su aprobación por el Consejo de Seguridad de la ONU en Abril del mismo año, se implantó y desplegó la misión de la MINURSO en el Sáhara Occidental con el objetivo de celebrar el referéndum, mandato que lleva por nombre y razón de su existencia. Desde entonces han pasado 34 años, 5 secretarios generales, 5 enviados personales, 51 informes del CSNU, 51 informes de la Secretaría de la ONU y más de 3.000 agentes de distintas nacionalidades, con un coste total de 1.500 millones de dólares hasta el momento, no obstante y más de tres décadas después, la situación del pueblo saharaui no ha cambiado, en todo caso empeoró: colonizado, reprimido, exiliado, esquilmado y ahora empujado a una nueva guerra para lograr sus derechos reconocidos y aprobados por quien ahora pretende impedirlos.
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