Por Mahayub Sidina
Madrid (ECS).- En una reunión del Consejo de Seguridad, a puerta cerrada el pasado 14 de abril, el Sr. Staffan De Mistura, Enviado Especial del Secretario General de ONU para el Sahara Occidental, presentó su informe conforme a la resolución 2756 (2024) adoptada el 31 de octubre de 2024.
Independientemente del contenido del informe en su conjunto, hay un detalle, destacado por De Mistura, que, tal vez, pasó desapercibido para mucha gente.
Refiriéndose a una reunión, con la sociedad civil en los campamentos de refugiados saharauis, el Sr. De Mistura reveló que fue muy impactado por el testimonio de una mujer, de edad mediana, que le contó: “he enterrado a mis abuelos y mas tarde a mis padres en éste lugar y no quiero que mis hijos hagan lo mismo conmigo”.
La ventilación de éste simple detalle, profundamente humano, ha sido recibida por el Majzén y sus tentáculos mediáticos como una ducha fría. Han cargado toda su furia contra el señor De Mistura.
Las tres frases, pronunciadas por la mujer, han hecho correr ríos de tinta en las redes sociales, han sido escrutadas, por toda clase de tertulianos, en los platós televisivos del Majzén y han movilizado a todo tipo de agentes mediáticos infeudados al aparato de seguridad marroquí.
Toda la maquinaria propagandística, puesta en marcha, era para sofocar un grito real, sincero y genuinamente humano, que refleja el sentir de cada saharaui y su gran decepción ante la falta de compromiso, por parte de la comunidad internacional, para solucionar el último caso de descolonización en África. Es una mensaje, dirigido a la comunidad internacional, que la paciencia tiene sus límites y que la regla de dos pesos y dos medidas no es una opción.
El celo desmesurado del majzén y sus tentáculos, en estos casos, suele tener el efecto inverso tal y como ocurrió, hace aproximadamente tres años, con la película Zanga Contact, del realizador franco-marroquí Ismael El Iraquí. Al parecer, en la banda sonora se ha colado, voluntaria o involuntariamente, un fragmento de una canción de la difunta cantante saharaui, Mariam Hasan. El contenido, de dicho fragmento, son también tres frases cortas: “no nos doblegaremos, no a la prosternación, no a la genuflexión”. Acto seguido, la proyección de la película fue prohibida en todas las salas de cine del país. Esta medida, tan drástica, suscitó la curiosidad del público quién recurrió a otras vías alternativas para verla.
Las palabras pronunciadas por una mujer saharaui, victima de más de medio siglo de exilio, no son más que el reflejo, de una parte ínfima, de todo un océano de tragedias y sufrimientos comunes a todas las familias saharauis sin excepción. En las zonas ocupadas, el fenómeno es agravado, aún mas, por el silencio sepulcral y el bloqueo policiaco impuesto por el aparato represivo de ocupación marroquí.
Cada miembro de una familia saharaui, tanto en el exilio como en las zonas ocupadas, arrastra consigo historias y vivencias, incluso, mucho más dolorosas y trágicas que lo contado por nuestra protagonista. Esta última, con su testimonio, ha descolocado a todos los estamentos del Majzén.
Sería apreciable hacer un esfuerzo, suplementario, para documentar todas estas historias que forman parte de nuestra memoria colectiva ¿Es la mejor forma para que los jóvenes y las futuras generaciones sepan de donde venimos? Donde estamos? Y adonde vamos?
El grado de resistencia, paciencia y, sobre todo, de generosidad del pueblo saharaui no merece caer en el olvido. Muchas personas anónimas son verdaderas protagonistas de historias reales desconocidas por el público.