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20 mayo 2025

¿Por qué los decoloniales como el PIR callan sobre la colonización del Sáhara Occidental?

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Por Salim Djellab

     París (ECS).- Mientras los discursos decoloniales han ganado visibilidad en Francia, especialmente a través del Partido de los Indígenas de la República (PIR) y su figura mediática Houria Bouteldja, una ausencia flagrante sigue llamando la atención: el silencio sobre la colonización del Sáhara Occidental por parte de Marruecos. Este silencio es aún más sorprendente si se considera que esas mismas voces denuncian regularmente el colonialismo israelí, el racismo de Estado en Francia o las injerencias imperialistas en Oriente Medio.

¿Por qué este silencio? ¿Por qué esta incomodidad? ¿Por qué se niegan a nombrar un colonialismo magrebí, sostenido militarmente por Israel, diplomáticamente por Francia y financiado por las petromonarquías del Golfo?

    La respuesta hay que buscarla en los puntos ciegos identitarios y religiosos de ciertos sectores que se autodenominan “decoloniales”.

1. El Sáhara Occidental: la colonización invisible

    Desde 1975, Marruecos ocupa ilegalmente el Sáhara Occidental. Esta ocupación va acompañada de prácticas coloniales clásicas: traslado de población, expolio de recursos naturales, represión de activistas saharauis, negación de la identidad autóctona. Ni la ONU, ni la Corte Internacional de Justicia, ni el Tribunal de Justicia de la Unión Europea han reconocido jamás esta anexión.

   Y sin embargo, una parte de la izquierda anticolonial francesa, incluidas sus corrientes más radicales, evita cuidadosamente el tema. El Sáhara Occidental no aparece en las tribunas del PIR, ni en los libros de Houria Bouteldja, ni en los manuales críticos de ciertas corrientes interseccionales. Ese olvido no es inocente: es estratégico.

2. El peso de un sesgo islamista en la lectura política

    Uno de los principales ángulos muertos del pensamiento de Bouteldja es su sesgo islamista. Bajo el pretexto de defender a los “musulmanes” como una categoría racial, construye una visión del mundo donde el islam se convierte en un referente político estructurante, en detrimento del análisis material, histórico y laico de las relaciones de poder.

Este sesgo conlleva tres errores fundamentales:

   • En primer lugar, reduce la realidad del Magreb a una solidaridad musulmana abstracta, donde se borran las contradicciones entre pueblos y regímenes. Marruecos deja de ser un Estado colonizador para convertirse en un “país hermano”, en nombre de un supuesto continuum islámico.

   • En segundo lugar, sacraliza la religión como fundamento identitario, hasta el punto de negarse a criticar el patriarcado islámico, el autoritarismo monárquico o la alianza entre islam político y neocolonialismo.

   • En tercer lugar, opone un bloque musulmán imaginario a Occidente, sin analizar cómo ciertos regímenes “musulmanes” —como Marruecos, Emiratos Árabes o Arabia Saudí— se han convertido en los aliados más fervientes del capitalismo global, del sionismo de Estado y del aparato securitario occidental.

   Este sesgo islamista encierra el pensamiento en una lógica de lealtad comunitaria. Impide nombrar al opresor cuando este se reclama de la misma religión que el oprimido.

3. El Sáhara Occidental: un tabú comunitario en la diáspora

   El silencio del PIR y de sus entornos también se explica por una lógica de gestión comunitaria del discurso. En los barrios populares de Francia, donde las diásporas magrebíes son numerosas, criticar al régimen marroquí suele percibirse como “dividir a los hermanos” o “hacer el juego a los sionistas”.

   Bouteldja, con su concepto de “hermano en indigeneidad”, lleva esta solidaridad al extremo. Lo aplica primero para justificar el silencio sobre el machismo de los hombres de origen inmigrante, pero esta lógica se replica a nivel político: no criticar públicamente a un Estado magrebí, sobre todo si es musulmán.

   Pero esta estrategia es un callejón sin salida moral y político. El pueblo saharaui no amenaza la fraternidad magrebí: es su víctima olvidada. Silenciar su lucha refuerza la hegemonía del Majzén, legitima su alianza con Israel y reduce la descolonización a un eslogan identitario vacío.

4. El verdadero pensamiento decolonial es antiimperialista, no comunitarista

   La causa saharaui es un revelador. Distingue a los verdaderos decoloniales, que defienden a los pueblos contra todos los imperios, de los falsos anticolonialistas, que adaptan su discurso según intereses comunitarios o confesionales.

   Frantz Fanon, de quien Bouteldja se reclama, escribió en los condenados de la tierra: “Cada generación debe, en una relativa opacidad, descubrir su misión, cumplirla o traicionarla.”

   Traducir a Fanon hoy significa rechazar la colonización marroquí del Sáhara Occidental del mismo modo que se rechaza la ocupación de Palestina. Es entender que el colonialismo no cambia de naturaleza según la religión o la lengua del colonizador. Es denunciar la complicidad de Francia, de Israel y del Golfo en el saqueo de los recursos saharauis, desde los fosfatos hasta las aguas territoriales.

   Y es afirmar, contra todos los silencios y todos los cálculos: la lucha saharaui es una lucha decolonial. Es universal. Merece nuestra voz.

Conclusión: descolonizar de verdad es también decir lo que incomoda

   Houria Bouteldja ha contribuido a devolver la cuestión colonial al centro del debate francés. Pero su pensamiento sigue prisionero de un imaginario comunitario, islamocéntrico y, en ocasiones, complaciente con los regímenes autoritarios del Sur.

   Ha llegado el momento de reconstruir un decolonialismo coherente, comprometido con la justicia, la verdad y los pueblos. Un decolonialismo que no sacralice ni a los Estados, ni a las religiones, ni a los silencios. Un decolonialismo saharaui, popular, laico e internacionalista.

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Nuestra campaña se centra en promover la justicia, la paz y los derechos humanos en el Sáhara Occidental. Creemos firmemente en la importancia de comprender el origen y la complejidad de este conflicto para poder abordarlo de manera efectiva y trabajar hacia una solución que respete los derechos y la dignidad de todas las partes involucradas.

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