Por Sidahmed Ali
ECS. Madrid. | Desde que Marruecos violase los acuerdos del alto el fuego en Noviembre de 2020, desatándose así la Segunda Guerra del Liberación del Sáhara Occidental trastornando los equilibrios de poder en la región, produciendo numerosos cambios geopolíticos de gran repercusión que presagian el advenimiento de profundas transformaciones.
En un pequeño rincón en África Occidental, la histórica decisión de la República Saharaui de cejar en su compromiso del alto el fuego tras ser éste reiteradamente violado por Rabat, fue una decisión cuyas ondas de choque traspasaron Marruecos, zarandeando el mapa geopolítico y las relaciones entre varios países.
Con una guerra en continua fase incremental entre Marruecos y la RASD (República Saharaui), las relaciones argelino-marroquíes ya inexistentes no hacen sino escalar peligrosamente, la guerra de Ucrania ha despertado la estrategia otanista para el flanco sur de Europa y la nueva configuración global energética, harán que surja un nuevo orden de gobernanza.
Los complejos desafíos de seguridad que se viven en estos momentos son de hecho el comienzo de grandes cambios. La región del norte de África y Sahel ocupa desde hace quince años un lugar importante en los escenarios de enfrentamiento entre la Alianza Atlántica y el eje Moscú-Pekín por el control de los inmensos recursos energéticos y mineros que abundan en esta región, así como el control de las rutas internacionales. Y aquí, la descolonización del Sáhara Occidental juega un papel crucial al estar en el vértice de la formación del «Nuevo Magreb Árabe», y en consecuencia; la clave para el pleno desarrollo económico de la región que impide la ocupación marroquí sostenida por los EE.UU, la UE e Israel junto a las monarquías del Golfo.
Israel aumenta la cooperación militar y de defensa con Marruecos