Por Mahayub Sidina
Reflexionando estos días, de manera informal, sobre la nueva situación en el Noroeste de África y el desastroso papel jugado por Francia en su putrefacción recordé, entre una cosa y otra, una leyenda saharaui que dice que “Lahdaia (hembra del Alimoche en Hasania) se ha ido de caza y al final del día trajo, a su nido, una serpiente que acabó devorando a sus polluelos.”
La idea que predominaba, con o sin razón, era que la región del Noroeste de África es una zona de influencia francesa debido a una serie de factores tales como la herencia colonial, la afinidad cultural o los intereses geopolíticos. Por fortuna o por desgracia, el Sahara Occidental forma parte, geográficamente, de dicha zona sin, por ello, sentirse comprometido, obviamente, con la idea en cuestión. No obstante, los saharauis han intentado siempre mantener un cierto equilibrio entre los diferentes intereses y sensibilidades en juego. Esta conducta pragmática, no exenta a veces de críticas, se plasma en el empeño de mantener la región al margen de las pretensiones foráneas y su, siempre al acecho, corolario intervencionista. Motivos no les faltaban para hacer todo lo contario.
