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19 noviembre 2024

Francia y la leyenda de «Lahdaia»

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Por Mahayub Sidina

Reflexionando estos días, de manera informal, sobre la nueva situación en el Noroeste de África y el desastroso papel jugado por Francia en su putrefacción recordé, entre una cosa y otra, una leyenda saharaui que dice que “Lahdaia (hembra del Alimoche en Hasania) se ha ido de caza y al final del día trajo, a su nido, una serpiente que acabó devorando a sus polluelos.”

La idea que predominaba, con o sin razón, era que la región del Noroeste de África es una zona de influencia francesa debido a una serie de factores tales como la herencia colonial, la afinidad cultural o los intereses geopolíticos. Por fortuna o por desgracia, el Sahara Occidental forma parte, geográficamente, de dicha zona sin, por ello, sentirse comprometido, obviamente, con la idea en cuestión. No obstante, los saharauis han intentado siempre mantener un cierto equilibrio entre los diferentes intereses y sensibilidades en juego. Esta conducta pragmática, no exenta a veces de críticas, se plasma en el empeño de mantener la región al margen de las pretensiones foráneas y su, siempre al acecho, corolario intervencionista. Motivos no les faltaban para hacer todo lo contario.

Es cierto que desde el primer momento, Francia enseño sus cartas; derramando su hostilidad, a diestra y siniestra, contra todo lo que es saharauiEstuvo detrás de los ignominiosos acuerdos tripartitos de Madrid de 1975. Sus aviones Jaguar, procedentes de sus bases neocoloniales africanas, han intervenido varias veces contra las columnas del Frente Polisario. En las instancias internacionales, su veto era una amenaza continua como una espada de Damocles. A pesar de toda esta hostilidad manifiesta, los saharauis siempre han mantenido la serenidad y el fair play. Aún más, han hecho varios gestos de buena voluntad y de alto valor simbólico que, desafortunadamente, nunca fueron correspondidos. Como ejemplo, entre otros, podemos citar el respeto de los intereses franceses en la zona o la liberación, sin condiciones, de sus “cooperantes” hechos prisioneros en los teatros de guerra, donde no debían estar. El chantaje nunca formó parte de la cultura ni de la visión política del pueblo saharaui, bajo la dirección del Frente Polisario. Su lucha es una lucha de liberación nacional genuina y limpia.


Si los sucesivos gobiernos franceses fuesen transparentes, consigo mismos y con los demás, hubieran informado a su opinión pública y al resto del mundo, de las cantidades astronómicas (sin contar otras prestaciones) desembolsadas, en los últimos años, a los grupos terroristas en concepto de rescates. La última operación opaca, de ese tipo, sigue haciendo correr ríos de tinta en Mali y más allá. La permisividad, para no decir complicidad, francesa con el tránsito de la droga marroquí hacía los países del Sahel, es el principal motivo de su inestabilidad. Cada vez que surge un intento serio para investigar a los bancos, de su majestad (ami de la France) en África Occidental, por el lavado del dinero de dicho negocio sucio, Francia activa sus redes para impedirlo. Sin embargo, los saharauis siempre han combatido el crimen organizado y las indignas prácticas de lucrarse a cuesta de las miserias y sufrimientos humanos. Lo hacen por convicción y en pro de la estabilidad y la justicia en un mundo revuelto.

Después de 16 años de guerra y de casi 30 años de cese el fuego, la conducta irresponsable e incomprensible de Francia, en el seno del Consejo de Seguridad, convirtió al plan de arreglo ONU/OUA en papel mojado. Un plan aprobado, unánimemente por todos los miembros del Consejo incluida la propia Francia, después de unas negociaciones laboriosas a diferentes bandas. En aquel momento, los saharauis estaban en una posición que les permitía rechazarlo y exigir, como única solución, la retirada del ocupante sin condiciones. Lo han aceptado, de buena fe, como contribución a la paz universal y como señal de confianza en los mecanismos multilaterales nacidos, con cesárea, de los escombros de la desastrosa Segunda Guerra Mundial. Lamentablemente, el gesto no fue valorado, adecuadamente, ni por la ONU ni por Francia ni por el llamado “grupo de amigos del Sahara Occidental”, de filiación desconocida.

El resultado trágico de dicho comportamiento irresponsable, lo estamos cosechando en estos días. Cuatro días después de la visita del Ministro Frances de Asuntos Exteriores a Rabat, Marruecos ha violado el cese el fuego, el 13 de noviembre en El Guergarat, provocando la reanudación de la guerra. Curiosamente, la referida violación estuvo acompañada, al unísono, por sirenas intervencionistas provenientes de latitudes lejanas, ajenas a la región. Y lo más extraño aún, se sumaron a la algarabía minúsculos actores, con agendas dudosas, para formar una jaula grillos. El culpable de todo esto no puede ser otro más que Francia. No supo estar a la altura como gran potencia, miembro permanente del Consejo de Seguridad, responsable del mantenimiento de la paz en el mundo.

La grandeza y el mérito, se ganan y no se otorgan por medio de “Dahires”. Su alineamiento ciego, tras las tesis expansionistas de Marruecos, no hizo sino complicar las cosas. Tendrá que pagar el precio de su falta de visión; lidiando con los más variopintos actores e intereses, recién llegados, que no guardan ninguna afinidad geográfica, ni histórica con la región. Los pequeños cálculos, que confunden entre lo que es del Cesar y lo que es de Dios, son condenados al fracaso. La política de prebendas indebidas y del “tout est permís aux français” está llegando a su fin. La clase política francesa, “toute tendence confondue”, cometió el pecado de confiar en la perennidad del régimen alauita, versión Hubert Lyautey. Es el momento de ser o no ser. Si Francia no rectifique el tiro, antes de que sea tarde, y adopte otra política, basada verdaderamente en la justicia, igualdad y libertad se irá sumiendo en la mediocridad. La huida hacia delante, detrás de los quiméricos sueños de Marruecos, no hará más que precipitar su decadencia y comprometer el futuro de sus generaciones venideras.

Probablemente, a este paso, asistiremos pronto al nacimiento de la primera república bananera de Francia. Sus restos serán devorados, como hizo la serpiente con los polluelos de Lahdaia (Hembra del Alimoche), por sus nuevos compañeros de viaje (gusanos oportunistas) que quieren subir al tren de la intervención extranjera en el Sahara Occidental. Pueden estar seguros que les costará caro.

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